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jueves, 9 de junio de 2011

LA OTRA EN EL ESPEJO.

Leí en una revista que si nos viéramos como nos ven los demás, no volveríamos a saludar a nadie.
Quedé espantada.
¿Será posible que yo no sea quién creo ser sino la que ven los otros? ¿Alguien que no se refleja en ningún espejo en el cual me miro ni actúa como yo creo actuar?
¡Ay de mí!
¿Existirá alguien que pueda amar a la que realmente soy, no a la que ven sus ojos? Tendría que prestarle los míos, para que al fin me viera.
Eso iba pensando mientras caminaba hacia mi casa y llegué a la   conclusión de que talvez no soy quién creo ser, sino  la que ve la gente. O sea, la otra.
Al entrar,  ví un abrigo colgado en la percha. Una boina estaba  caída sobre la alfombra. ¿De quién es esto?-me pregunté- ¿Quién pudo entrar mientras me ausentaba?
Nadie, pues yo tengo la única llave.
Ví un cuento empezado sobre mi escritorio. Alguien había estado escribiendo y luego se había interrumpido para salir, porque allí no había nadie.
Me quedé pensando un rato. ¿Es que estoy alojando a una amiga y lo he olvidado? Imposible, pues todo lo demás me resulta claro y recuerdo cada acto mío . No tengo,  pues,  amnesia ni me he vuelto loca de pronto.
¿Entonces? ¿Quién es ésta que vive también aquí? ¿Es esa otra que ven los demás, la que no está en el espejo cuando yo me miro?
¿Esa que la gente ve con ojos críticos y a quién ella se entrega confiadamente,  creyéndose amada?
¡Ay! ¡Somos dos las traicionadas! Yo, la que creo ser y ella, la que ven los otros.
Por más que luche por mostrarme tal cual soy, esos ojos despiadados  la verán a ella. Y no la amarán. Por el contrario, la analizarán, la disecarán como a un insecto bajo un microscopio y resolverán que sus defectos son demasiados. Luego irán a sus casas, se mirarán al espejo y ahí sí que verán a alguien hermoso, inteligente y sin duda digno de ser amado. (Pero no saben que hay otro que los suplanta frente a los demás. . . . )
Voy a esperar a  que ella llegue para contarle lo que he descubierto.
Mientras, veré si puedo   continuar escribiendo el cuento que ella había empezado y que trata de una tal Lillian que un día descubrió que era otra. ¡Vaya argumento que se le ocurrió inventar!

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