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domingo, 26 de marzo de 2023

UNA FIESTA PARA IMELDA.

Imelda se levantó temprano y al bajar la escala, se encontró con la mujer del portero y su balde de detergente. Mientras restregaba un escalón con la escobilla enjabonada, miró a Imelda y le informó, con sonrisa socarrona:

-Habrá fiesta esta noche ¿ lo sabía?-  Y con la barbilla le señaló el departamento de la esquina.

-¿ Fiesta en casa de Lucy?- comentó Imelda, incrédula- Pero, si " esa " no tiene donde caerse muerta. ¿ Con qué plata va a organizar una fiesta?

Por un instante, visualizó en su mente la figura menuda de Lucy, que cada mañana salía muy temprano, a dictar clases en un Liceo cercano.

-¡ Claro!  Si ella misma me confió que no tiene nada que ofrecerles, pero que está segura que todos llegarán con algo y que la fiesta resultará muy bien.  Invitó a todos los vecinos, así es que me imagino que usted también irá...

Imelda adivinó la mala intención y se puso roja de rabia. Por supuesto que a ella no la había invitado. Aunque no era raro, después de todo, porque Imelda nunca la saludaba.  Y cuando se cruzaban en la escala, fingía no verla y trataba de ocupar el mayor espacio posible para arrinconarla contra la pared. ¿ Y por qué iba a tener que saludarla, también? ¿ Acaso sabía quién era en realidad?  Mucho aspecto recatado, mucha carita de no quiebro un huevo...A Imelda no la engañaban las apariencias, llevaba cuarenta años desconfiando de la gente.

¡ Ya le enseñaría a esa mosquita muerta!   ¡Le haría pagar caro su desaire !

Imelda era la encargada de cobrar los gastos comunes y tenía el número de todos los habitantes del edificio.  A todos les mandó el siguiente mensaje:

-Vecinos, Lucy me encarga pedirles que no lleven nada esta noche. Dice que tiene preparado un bol de ponche y varias docenas de canapés. Está orgullosa de haberlo organizado todo ella sola y solo les pide que no falten, por favor.

Esa noche, pasadas las once, sola en su departamento, la devoraban las ansias de comprobar el fracaso de su adversaria. Seguro que al ver que no había nada que comer ni que beber, todos se habrían retirado a sus casas, dejándola sola.

Bajó sigilosa la escala, pero pronto le salió al encuentro una alegre música de baile y el rumor de risas y conversaciones. La puerta estaba abierta y se asomó con cautela.

Al divisarla, Lucy la saludó con entusiasmo:

-¡ Señorita Imelda!  Pase. ¡ Creí que ya no venía...!

Sobre la mesa había una enorme ponchera a medio vaciar, donde el champaña se mezclaba con helados de piña. Estaba rodeada de numerosas bandejas en las cuales ya raleaban los canapés...

-¡ Qué linda fiesta tiene!- comentó Imelda con voz ácida- ¡ Como se habrá esforzado para preparar todo esto!

-¡ Ay! Señorita Imelda, si no hice nada. En realidad, yo tenía muy poco que ofrecer y confiaba que los vecinos llegarían con algo...Pero, a media tarde tocó la puerta un mensajero y me entregó todo esto. No supe quién lo mandaba. ¡ Se fue tan rápido que ni propina le alcancé a dar!

 Imelda pretextó un compromiso y subió la escala, rápida.  Alguien había adivinado su mala pasada y había querido enviarle a Lucy precisamente aquellos manjares que Imelda se había divertido en enumerar.

 Así es que después de todo, yo le traje la buena suerte a esa descarada...A esa hipócrita que fingió alegrarse al verme, siendo que ni siquiera me invitó.

La rabia la cegaba y frente a su puerta, tropezó con el felpudo. Este se corrió y dejó al descubierto un sobre.  ¡ Era la invitación a la fiesta, que había quedado oculta por accidente!

Después de una rápida reflexión, Imelda se puso carmín en los labios y ahuecó su melena con esmero. ¡ Por supuesto que iría  a la fiesta!  ¿ Acaso ella no había ayudado a organizarla?




8 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Imelda es de esas personas que aunque no sea gorda ( le cuesta trabajo ocupar toda la escala), cae gorda. O sea, cae mal. No se si ahí se entiende la expresión, y no sé si ahora se puede decir así.
    Ojalá cuando llegue se hayan acabado los canapés, así no se...
    vaya, esto tampoco...
    Bueno, A Brazo fuerte, Lillian

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    1. Querido Gabiliante, parece que no quedó mi respuesta a tu comentario. En él te decía que me hiciste sonreír y que lo aprecié mucho. Gracias.

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  3. La maldad termina dañándose a sí misma...

    Abrazo hasta allá.

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    1. Tienes razón. Pero hay gente que hace mal y recibe el bien, como Imelda. Pero, si esa noche había alguien feliz era la dueña de casa.

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    2. Tienes razón. Pero hay gente que hace mal y recibe el bien, como Imelda. Pero, si esa noche había alguien feliz era la dueña de casa.

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  4. Hay personas que nunca aprenden y son un reguero de maldad, me imagino esas vidas viviendo de los otros...pero al menos pueden comprobar lo que es al reves...
    Te dejo un abrazo.

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