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domingo, 19 de marzo de 2023

UNA NOCHE INFERNAL.

-¡ Tú no tienes perdón de Dios!-  le gritó ella, llorando.

En su mejilla aún estaba marcada la huella roja de una bofetada.

-Entonces ¡ que me perdone el Diablo!- gritó él , burlón y salió dando un portazo.

Caminó rápidamente, respirando a bocanadas el aire frío de la noche.  El sonido del llanto de su mujer lo perseguía por la vereda y quería alejarse lo más pronto posible. Sentía que el fuego de su rabia se iba apagando y una vaga sensación de vergüenza empezaba a embargarlo.

En realidad, el culpable era él, pero le había pegado a ella.

Mientras se alejaba, repitió con terquedad:

-¡ Que me perdone el Diablo!

En una esquina divisó el intenso resplandor rojo de unas luces de neón. Era un bar y entró dispuesto a emborracharse si era preciso, para olvidar la penosa escena.  Aún resonaban en sus oídos los sollozos de ella y creía ver una y otra vez, la carita aterrada de su hijo, que se aferraba a las piernas de su madre.

Se sentó en un rincón y pidió una botella de pisco.  Ya había tomado un vaso lleno, cuando un hombre se sentó frente a él, sin decir palabra.

Lo miró extrañado y lo increpó con molestia:

-¡ Perdón! ¿ Que quiere usted?

-¡ Vaya!  ¿ Que no me andabas buscando?

-¿ Yo, buscarlo a usted?  ¡ Pero si no lo conozco! 

-¡ Raro!  Porque hace un rato dijiste:  ¡ Que me perdone el Diablo!   Y aquí estoy, pues amigo. Nunca dejo de acudir cuando alguien pronuncia mi nombre.

Espantado, sintió  que no podía apartar la mirada de esos ojos quemantes como carbones encendidos y esa boca sensual que reía con malicia.  Quiso pararse y huir, pero el otro lo aferró de un brazo y lo obligó a sentarse.

-¡ Cálmate, hombre! Si no te voy a hacer daño...Solo vine a tomarme un trago contigo.

Notó por primera vez que las luces rojas del bar le daban el aspecto de un bracero y un intenso calor lo obligó a abrirse el cuello de la camisa y a secarse el sudor de la frente con un pañuelo.

Adivinando la loca suposición que se iba apoderando de su mente, el desconocido se rio estrepitosamente:

-¡ Es una mera coincidencia, amigo!  No estás todavía en mi morada.

Le hizo una seña al mozo para que le trajera un vaso y continuó:

-Me llamaste para que te perdone y lamento decepcionarte. Yo no tengo la facultad de hacerlo. Eso corre por cuenta del Otro.  Mi tarea  es muy distinta.  Yo me encargo de los imperdonables. Y el caso tuyo ha pasado a ser de mi competencia.

Riéndose, levantó el vaso.

-¡ A tu salud, amigo!  Bebamos, que la noche es larga.

Sintió que su corazón se paralizaba de angustia y pensó que iba a perder el sentido. Cerró los ojos, pero los abrió sobresaltado cuando una mano lo tomó del hombro y lo sacudió con brusquedad.

-¡ Señor,  le ruego que se retire!  ¡Ya vamos a cerrar!

Era el mozo del bar que lo tironeaba sin miramientos.  Frente a él, vio la botella vacía y comprendió que se había dormido, echado sobre la mesa.

Las luces rojas estaban apagadas y el pálido resplandor del amanecer se filtraba por la vidriera.     



 

5 comentarios:

  1. Auto sentenciado de pecado imperdonable, ya lo predecia el sbrazo a la pierna de la madre.
    Se aceptan apuestas sobre el pecado original. Sin duda se ha gastado en el casino los ahorros familiares para comprar una casa
    Besoss Lillian

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    1. Querido Gabiliante, yo conozco uno que se gastó en el casino la plata para la camita de su primer hijo.....Hay de todo en este mundo de Dios....compartido con el Diablo, mitad y mitad.

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  2. Juega con fuego tu personaje, Lillian. Será que en su modorra habrá hecho un pacto que ahora no recuerda con el Diablo?

    Abrazo hasta vos.

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  3. Quizás el suste le haga recapacitar...reencontrar el norte en su vida...
    Tengas linda semana.

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