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domingo, 15 de enero de 2023

REFLEJOS DE AMOR.

Favio tenía apenas veinte años cuando murió y al principio no se dio cuenta.   Pero luego sintió un indecible alivio de no seguir respirando y entonces comprendió. Había vivido con asma crónica y para él la existencia había sido trabajosa y a veces, angustiante.

Estaba lloviendo la tarde en que un bus patinó en el asfalto  y se subió a la vereda por la que transitaba Favio. La gente que muere en un día de lluvia está condenada a seguir para siempre con el pelo mojado y la ropa con olor a musgo. Una circunstancia incómoda a la cual todos terminan por acostumbrarse.

Iba caminando y al segundo después se encontró en un bosque o en otra ciudad. Podía ser ambas cosas, dependiendo de la opacidad de la niebla que lo envolvía todo. El lugar estaba poblado exclusivamente por gente joven. Favio veía pasar a su lado adolescentes suicidas que aún llevaba en el cuello un pedazo de soga. Muchachos pálidos que habían muerto de una enfermedad innombrable y niños que no habían tenido la oportunidad de crecer y  vagaban por ahí, buscando algún juguete con qué entretener las horas. Habían dejado ya de llamar a sus madres, porque habían comprendido la inutilidad del intento.

Favio entendió que ni él ni ninguno de los que estaban ahí, habían muerto aún. Que se encontraban en una especie de Limbo, en espera de la verdadera Muerte. Tal vez porque eran tan jóvenes, les daban la piadosa oportunidad de acostumbrarse a la idea. 

Desde lejos llegaba el rumor del mar que lamía serenamente los pilotes del muelle y cada tanto llegaba un barco para trasportar a la eternidad a los que ya se sentían preparados.  Pero Favio, aunque habían trascurrido muchos días, no lograba resignarse. Había vivido veinte años sin haber amado jamás. Respirar había sido para él un asunto laborioso. Conseguir aire para llenar sus pulmones,  la ocupación de su vida. ¿ Como acercarse a alguien en busca del amor?

Una tarde en que vagaba por el bosque, vio entre los árboles una luz que antes no había visto. Era el brillo de un espejo.

Supo entonces que los espejos no son lo que los vivos creen. Son un agua plateada en que la gente se mira, sin saber que detrás está el País de los muertos. Favio se aproximó a él y vio detrás el dormitorio de una joven. Notó que era una niña triste, alguien que había elegido la tristeza como una forma de ser feliz.

Pronto supo que se llamaba Olga.

Cuando llovía, ella se sentaba junto a la ventana a mirar caer la lluvia. Si salía el sol, cerraba las cortinas porque la luz era enemiga de su melancolía. Favio la observaba y pensaba que ahora que no tenía que luchar por el aire para vivir, podría enamorarse de ella.  Peo ¿ cómo convencerla de que estaba derrochando su juventud en esa inútil ocupación de estar triste?

Olga empezó a sentir que alguien la miraba cuando estaba frente al espejo y no se extrañó en lo absoluto. Siempre había sabido que los espejos eran mágicos y que en el fondo de esa laguna plateada había un mundo sumergido, con castillos y ciudades como las que yacen en el fondo del mar.

Un día, el agua se abrió por un instante y Olga alcanzó a divisar la cara de Favio. Acercó los labios a la superficie del espejo. Favio, del otro lado, acercó los suyos y se dieron un beso muy largo.

Cuando terminó, Favio pensó que por fin sabía lo que era amar. Olga, por su parte, olvidó cerrar las cortinas para que no entrara el sol. La luz entró a raudales y expulsó las sombras que poblaban los rincones. Olga se encontró sonriendo, ella que había jurado que no sonreiría jamás.

Esa tarde, Favio fue al muelle a esperar la llegada del barco y no le extrañó saber que él figuraba en la lista de los que iban a partir.



2 comentarios:

  1. Perdona la demora en venir a leerte, amiga... Otro relato jalonado con tus habituales hallazgos: "La gente que muere en un día de lluvia está condenada a seguir para siempre con el pelo mojado y la ropa con olor a musgo." Muy distintivo de tu estilo tan imaginativo como desopilante...

    Abrazo hasta vos.

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  2. Gracias, Carlos por tus palabras. Este cuento me gusta mucho a mí, pero no creo que sea del gusto de la mayoría.

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