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domingo, 6 de noviembre de 2022

UN EXTRAÑO EN EL PARAÍSO.

Miguel había muerto en un día de lluvia, atropellado por un bus que patinó en una curva.  Por un momento, lo atravesó un violento dolor y sintió como sus huesos crujían.  Al minuto siguiente, estaba en el suelo y un círculo de curiosos se inclinaba sobre él. Vio que uno de ellos, más audaz o desaprensivo, le sacaba una foto con su teléfono celular.

Miguel cerró los ojos y escuchó el cercano ulular de la sirena de una ambulancia. Después lo envolvió una claridad suave, como el preludio del amanecer y se encontró en una larga fila de gente que esperaba algo.

Pensó, aliviado, que después de todo no había muerto y estaba esperando turno para tomar un bus. Pero, la gente se movía muy rápido y pronto se encontró frente a un mesón donde un anciano de barba blanca le entregó una cartulina azul. Era un tiket de entrada al Paraíso.

Al atravesar una ancha puerta dorada, un ángel le pasó un par de alas flamantes y con mucha gentileza se las sujetó sobre los hombros.  Ahí ya no le quedaron dudas, estaba definitivamente muerto y la vida en la Tierra había quedado vedada para él. 

Le pareció muy injusto. ¡ Era demasiado joven para morir! Ni siquiera había alcanzado a enamorarse. Y ahí, en el Cielo, eso estaba definitivamente descartado. Todos llevaban túnicas, todos tenían alas y era imposible distinguir su sexo. O no tenían sexo en absoluto.

Bastaba ver los cuadros religiosos donde aparecían angelitos desnudos. Una nube rosada les cubría el bajo vientre, tal vez no por exceso de pudor sino porque tras esa nubecita no existía absolutamente nada.

En resumen, se sentía traicionado por esa muerte prematura y decidió volver a la Tierra apenas se le presentara la ocasión de hacerlo.

Una tarde de Sábado, en que se relajó la vigilancia porque los ángeles guardianes de la puerta estaban viendo un partido de las Eliminatorias del Mundial, Miguel se deslizó afuera.

Fue bajando de nube en nube y volando a ratos en trechos cortos para disimular y sin saber cómo, se encontró de nuevo en la Tierra.

Era primavera y el perfume de las flores le arrebató el corazón.  Del patio trasero de una casa robó un pantalón y una camisa que colgaban todavía húmedos. Rápidamente se despojó de la túnica y escondió las alas en un matorral. Vestido como cuando estaba vivo, caminó confiado en dirección a una plaza.

Antes de cruzar la calle, miró en ambas direcciones con precaución, no fuera cosa que apareciera otro bus, dispuesto a matarlo de nuevo.

Desde lejos divisó a una niña muy linda que leía sentada en un banco. Miguel llevaba el pelo empapado, porque había muerto en un día de lluvia y la ropa que había robado en el tendedero, tenía olor a humedad.

-¿ De dónde vienes, así, tan mojado?- le preguntó la niña, pero sus ojos le aseguraban que, mojado o seco, le gustaba igual.

-Me pilló un aguacero súbito, por allá- Miguel señaló vagamente unos nubarrones que corrían en dirección al Sur.

Ella sacó un pañuelito de papel y le secó la frente. Enseguida se enamoraron.

Pero Miguel estaba inquieto. Suponía que en el Paraíso ya se habrían dado cuenta de su fuga y no tardarían en llegar a buscarlo.

Días después, notó que dos hombres altos lo seguían desde muy cerca. Tenían sospechosas jorobas, que no podían ser otra cosa que las alas ocultas bajo su chaqueta y por debajo del ala de sus sombreros, traicioneros destellos dorados delataban las aureolas que llevaban ocultas. Era evidente que era agentes de la C.I.C, es decir, la Central de Inteligencia del Cielo y era cuestión de tiempo que lo detuvieran y se lo llevaran.

Cuando se sentaba en un banco de la plaza junto a su amada, los agentes se ubicaban en el banco contiguo y lo miraban fijamente y con severidad.

Pero, con el paso de los días, su ceño adusto se fue suavizando. Se notaba que la primavera también obraba su influjo en ellos y habían decidido concederle un poco más de tiempo. Pero, esos días regalados trascurrieron inexorablemente y una tarde, Miguel vio que los dos ángeles lo esperaban junto al matorral donde había escondido sus alas.

Notó que los pájaros les habían arrancado algunas plumas para hacer sus nidos y que en general, se notaban bastante maltrechas. Pero, las sujetó a su espalda y emprendió el vuelo junto a sus captores. 

¡ No estaba triste!  Después de todo, había conocido el amor y le había gustado mucho. ¡ Conservaría el recuerdo por una Eternidad!   



 

6 comentarios:

  1. Pues el viaje de escape le valió la pena. Es algo que conservaría para siempre. Y los agentes del cic mucho más comprensivos que los de aquí. Le dejaron unos días...
    Muy emotivo, y bien camuflada la intención y objetivo del viaje. Sorprende completamente
    Besosss Lillian

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    1. Gracias, querido Gabiliante. Tus comentarios siempre tan simpáticos y llenos de frescura.

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  2. "Se sentía traicionado por esa muerte prematura..." No puede quedarse una eternidad con ese mal trago. Esperemos que la experiencia le alcance para rebelarse e instar a los demás a seguirlo...

    Abrazo hasta allá.

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  3. Tienes razón. Hasta el Paraíso es fome si no has conocido el amor primero.

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  4. Me hizo reír aquello del C.I.C. ¡Muy original...El final me gustó porque morir tan joven sin haber conocido lo que es el amor, es un sin sentido de la vida. En la vida real ocurre, por esa razón, me gustan los cuentos porque podemos cambiar lo que nos parece injusto.
    Abrazos Lilly

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  5. Bueno, le diste una gran oportunidad al joven, ojalá que ningún joven se olvide que debe dejar un buen recuerdo de amor por su vida en la tierra y menos nosotros.
    Besos.

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