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domingo, 9 de enero de 2022

LOS PATOS SALVAJES.

Todo empezó la mañana en que, al despertar, Juanito encontró plumas blancas entre las sábanas de su cama.

-La ventana se quedó abierta- pensó- y anoche entró un pato salvaje.

Pero, estaba cerrada.

  Además, empezaba recién la Primavera y aún no había llegado a la laguna la bandada que procedía del Sur.

 Cada año, Juanito esperaba con ansias el día en que aparecían en el cielo los patos salvajes. Volaban en un triángulo perfecto, golpeando sus alas vigorosas y suavemente descendían sobre el agua. Se veían cansados y contentos de haber llegado por fin. ¡ La bandada estaba intacta!  Ningún cazador la había diezmado con su escopeta...

Juanito se pasaba las horas en la orilla, mirándolos retozar. Se llamaban entre ellos con suaves graznidos y el niño trataba en vano de entender su lenguaje. A veces, el guía de la bandada se acercaba nadando hasta él y estirando su cuello, lo picoteaba suavemente en la oreja.  Juanito lo rodeaba con sus brazos y el pato se quedaba quieto,sin hacer el menor amago de alejarse.

Pero, ese año no habían llegado aún. ¿ Como explicar esas plumas blancas entre las sábanas de su cama?

El niño se bañó apurado y bajó corriendo a la cocina donde lo esperaba su abuelita.

-¡ Rápido, que se te enfría la leche!- lo amonestó ella, sonriendo.

La anciana había cuidado de él desde el día en que lo encontró, envuelto en una colcha de plumas, en el umbral de su cabaña.

Juanito le pedía siempre que le contara la historia y ella la repetía complacida:

-Fue una mañana de Primavera. Me acuerdo de que recién el día anterior habían llegado los patos salvajes a la laguna. Te tomé en mis brazos y al notar que no había nadie que te reclamara, entré contigo a la cabaña y desde entonces, eres mi nieto.

El niño partió a la escuela corriendo y esa tarde vio a la bandada de patos descender sobre la laguna. Iban disminuyendo de a poco la rapidez de su vuelo y se posaban sobre el agua acariciada por el sol.

Se acercó a ellos y lo saludaron con graznidos amistosos. El guía nadó hasta la orilla y posó su cabeza sobre el hombro de Juanito.

-¡ Qué cansado estoy!- parecía decir- ¡ Ha sido un viaje muy largo!

A la mañana siguiente, cuando el niño se bañó, vio que el agua de la tina quedaba salpicada de plumas. Tocó sus hombros y su espalda y notó que la textura de su piel había cambiado.

Decidió no decirle nada a la abuelita y se vistió apresuradamente.

A partir de ese día, los cambios se sucedieron muy rápido.

Una mañana, al despertar, vio que sus brazos se habían transformado en alas. Asustado, se puso el sweter y estiró bien las mangas, para cubrirlas completamente.

La abuela no se percató de que  había bebido un poco de leche, a duras penas, sin poder coger la taza. Ni de que había salido corriendo con el pan entre los dientes...

Durante el día, su cuerpo se fue cubriendo de plumas blancas.

Al volver de la escuela, corrió a la laguna. Los patos retozaban en el agua con júbilo y al verlo, lo saludaron como a uno de ellos. Por primera vez, entendió lo que le decían:

-¡ Mañana partiremos a un lago más grande que hay detrás de las montañas!  ¡ Mañana partiremos!

Al día siguiente, ya fue imposible ocultarle su secreto a la abuelita.

Entró volando a la cocina y ella lo miró con asombro.

-¡ Qué es eso, niño?  ¿ Que no ve que va a chocar con la lámpara?    Baje de ahí a desayunar, para que se vaya a la escuela.

Tal vez porque era vieja y había visto tantas cosas, no parecía asombrada.

-Abuelita, ya no podré seguir yendo a la escuela. Me he convertido en un pato salvaje.

-Es cierto, mi hijito- respondió ella- Cuando te encontré aquella mañana en el umbral de mi cabaña, supe que no me durarías toda la vida.

-Abuela, esta tarde, los patos se van a un lago que hay detrás de la montaña y vendrán a buscarme para que me vaya con ellos.

Le picoteó el cuello, suavemente, haciéndole cosquillas y la anciana se rió entre lágrimas.

-No llores, abuelita. Tú sabes que en la próxima Primavera volveré.

Cuando la bandada se dispuso a volar, el guía lo puso a su lado y tal vez al notar la nostalgia en sus ojos, ordenó que dieran una vuelta completa sobre la cabaña de la abuela.

Ella permaneció allí, agitando su pañuelo blanco hasta que la bandada se perdió en el ocaso. 




9 comentarios:

  1. Muy tierno poema estimada
    como esos mágicos cuentos de antaño ...
    el hombre a veces aspira a esas transformaciones
    después de todo todo el ajetreo del vivir humano
    es denso y ni visibilizado por los demás...

    No se si me gustaría ser un pato ,
    yo los cuidada en el río
    y si quizás, de niña en mi imaginación
    también nadé y volé con ellos río abajo.

    Abrazos.

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    1. Bueno , quise decir "tierno cuento" , ya sabes como escribo más poesía que prosa ...me sucede eso. ...jajaja

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  2. Emotiva historia que prueba tu enorme sensibilidad, Lillian... Te felicito una vez más.

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  3. Tus notas son luces al entrar a mi blog

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  4. Las creencias y los mitos consiguen muchos adeptos en beneficios de una elite

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  5. Respuestas
    1. Gracias por leer mi blog. Y muy contenta de que te haya gustado este cuento. Un abrazo de Lily

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  6. Vaya rapapolvo me has echado😜 Jaja
    Pensaba que me había saltado uno, pero me había saltado dos. Normalmente leo los domingos por la tarde, que es cuando tu escribes, creo.
    La abuela humanizó al pato , pero como dicen por aquí, la cabrá tira al monte, vaya que uno es lo que es aunque durante un tiempo lo disimulé. La abuela tuvo suerte, disfruto de la infancia y media sdolescencia , wque casi es lo mejor.
    Besoss Lillianlafiel

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  7. Gracias amigo, te pasas de ingenioso y deslenguado. Eso me gusta.

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