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domingo, 23 de enero de 2022

CARTAS DE AMOR.

Rufino estaba aburrido de ser cartero. Caminaba el mismo número de cuadras, bajo sol abrasador o lluvia gélida, pero cada vez tenía menos cartas que repartir. Y puras cuentas, de esas que se botan al papelero con rabia y casi sin leer.

¡ En cambio antes,  la gente esperaba con ansias la llegada del cartero, que traía una carta del novio o del hijo, desde el extranjero!  Ahora todos se comunicaba por internet... ¡ Los correos electrónicos habían matado el romanticismo!

Se lo dijo la señorita Mariana, que siempre abría la puerta para recibir las cuentas y de paso, conversar un poco.  Rufino pensaba que la pobre no tenía nadie con quién hablar y de pura soledad abría su puerta cuando él pasaba, aunque no esperara carta de nadie.

Se lo confirmó ella misma, cuando se embaló sin rubor en un monologo melancólico:

-¡ Qué ganas de recibir cartas como las de antes!  Esas con sobre y estampilla.... Ahora todo se hace via internet o por celular...  ¡ Y mientras más medios de comunicación inventan, la gente está más sola !

Rufino, de puro sentimental y aburrido, decidió escribirle una carta.  Y así darle una ilusión por qué vivir a la pobre señorita Mariana... Eso fue lo que pensó, al menos.

¡ Tan flaca y sin gracia!  ¡ Y tan sin esperanzas de subirse a algún tren!  Parada en el andén, mirando no más, y con la boletería cerrada hacía rato.

Recordó que en sus charlas ella le había hablado de su juventud en un pueblo del Sur llamado Marchigüe y urdió una fantasía de la cual a ella, tan sin experiencia, le sería difícil dudar... Inventó a un tal Juan Perez, antiguo admirador suyo y ahora radicado en la Capital.  Este Juan, por un azar del destino, bien poco probable, se habia conseguido su dirección y venciendo su timidez, se atrevía a escribirle...

Le resultó fácil redactar una carta, echando mano al romanticismo algo cursi de las novelas que leía su mamá. Cuando le fallaba la inspiración, se acordaba de las rimas de Bequer y agarraba nuevos bríos.

La primera carta fue corta y respetuosa, como corresponde a un caballero cincuentón, de pueblo chico y que no quiere mostrarse confianzudo. O que no sabe todavía qué terreno pisa y espera la respuesta de ella para darle ímpetus a su corazón...

 La señorita Mariana  dio vueltas la carta entre sus manos, con sorpresa no exenta de temor. ¿ Quién podía escribirle a ella ?  ¿ Y quién sería ese remitente cuyo nombre no le traía ningún recuerdo?

Rufino se mostró alentador:

-¡ Ábrala para salir de dudas, pues, señorita!  ¿ Como sabe si es un viejo amigo del cual se olvidó?

A los pocos días, la vio parada en la puerta, esperando su llegada.

-¿ No hay nada para mí?  - preguntó, entre ansiosa y ruborizada.

Rufino entendió que había dado en el clavo. Se sintió apóstol de una nueva religión. De ahora en adelante, su misión en la vida era darle ilusiones a la señorita Mariana.  Dios le tendría en cuenta esta buena acción, para contrarrestar las otras, inconvenientes de mencionar...

Por varias semanas, le escribió cartas románticas. Astutamente, se fue revelando como un hombre tímido, que eludía un encuentro por temor a decepcionarla.  " El paso de los años no ha sido muy benévolo conmigo- escribía- En cambio usted, estoy seguro de que sigue tan hermosa como siempre "

La entrega de las cartas se transformó en un rito. Ella salía a la puerta radiante. Se había ondulado el pelo y retocado las canas. Sus mejillas sonrosadas por la exitación y sus ojos brillantes, le daban un aire de renovada juventud.

Rufino empezó a dudar. ¿ No estaría llevando las cosas demasiado lejos? ¿ Y si ella se cansaba de aquella correspondencia platónica y proponía un encuentro? 

La verdad era que se estaba aburriendo del juego. Al principio había sido entretenido, pero estaba resultando cansador. Ya no se sentía apóstol de nada y cada día le daba más flojera tener que escribir. Además, la ruborizada emoción de la señorita Mariana, al principio conmovedora, ahora le parecía ridícula.

Dejó pasar una semana sin escribirle.

Cuando ella extendió confiada su pobre mano, le puso en ella la cuenta de la luz y un folleto de un Laboratorio dental.

Ella palideció. El fingió no darse cuenta.

A la semana siguiente, se repitió la escena. Esta vez, los ojos de la señorita Mariana se llenaron de lágrimas y ahogando un sollozo, cerró su puerta de golpe.

Rufino comprendió la magnitud del estropicio que había desencadenado.

Incapáz de seguir soportando el espectáculo de ese mudo dolor, pidió en la Oficina de Correos que le cambiaran el recorrido.

Durante un tiempo tuvo miedo que algún compañero le contara sobre el drama de un suicidio en el edificio que antes atendía...Pero no hubo novedades  y como la memoria es frágil, muy pronto se  olvidó de todo.  





6 comentarios:

  1. Jajajja. Pillas por sorpresa al más Pi todo. Jaja.. "decidió escribirle una carta" . El po re, con su más buena voluntad , vaya la que lió. Tenía que haberle confesado en una carta, y habersela hecho leer en persona. Una cara para verla. No sabemos si el cartero estaba disponible..
    Besosss lillian

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    1. Tienes razón, Gabiliante, quedó la embarrada. No se juega con asuntos del corazón.

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  2. Escríbele un relato a Rufino donde tenga que vérselas con su indolente perversión...

    Abrazo hasta allá.

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    1. Sí, el tal Rufino se pasó de irresponsable. Bien dicen que el infierno está pavimentado de buenas intenciones.

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    2. A mi edad admirar a la cultura y a la naturaleza es casi un regalo

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  3. Por algo es ese nombre no?...Rufino ,viene de rufián
    vaya, pero cartero o no cartero hay miles que juegan con los sentimientos de otra persona y hacen creer historias o sentires que nunca existieron solo para ver que pasa o sacar un provecho que es lo peor.

    Un cuento que tiene tintes antiguos ,pero muy actuales...

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