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domingo, 17 de enero de 2021

ENVIDIA.

Isabel marcó el número de Verónica para preguntarle si podía ir a verla.

-¡ Por supuesto!   Ven a las siete a tomar un trago conmigo.

Esperó que el reloj de la oficina marcara las seis y descolgó su abrigo del perchero.  Con desaliento se fijó en lo gastada que estaba la tela... 

Apenas pisó la vereda, se desató una lluvia torrencial.  Muy pronto, las delgadas suelas de sus zapatos empezaron a dejar pasar el agua y sintió que los pies se le helaban. Confió en que Verónica hubiera mandado encender la chimenea...

Le abrió la mucama y echó una mirada de soslayo a sus zapatos embarrados. Isabel se sintió levemente humillada, pero levantó la barbilla con determinación.

Verónica salió a recibirla con una copa en la mano. Sus mejillas estaban rojas.

-¡ No pude esperarte para servirme un trago!  Hace tanto frío- se rió, tratando de justificarse.

-¡ Qué gusto me da verte! - la abrazó Isabel- ¿ Como está tu marido?

- ¡Oh, Pablo!  Seguro que está en una reunión de negocios. Pronto llegará.

Su voz sonaba poco convencida y se notaba en ella un dejo de amargura.

-Me he comprado varias cosas lindas ¿ Las quieres ver?

Con los vasos en la mano pasaron a una habitación cuyos muros estaban revestidos de armarios. Verónica abrió uno y le mostró una hilera de elegantes trajes y vestidos. Isabel pensó que seguramente el precio de uno solo sería equivalente al arriendo que ella pagaba por un mes.

-Hay algunas cosas que ya no me pongo...No sé si querrías...

Titubeó, temiendo haberla ofendido, pero Isabel había aprendido hacía tiempo que la pobreza y el orgullo no van del brazo por la vida.

Verónica elijió al azar una fina chaqueta y la instó a que se la probara.

-¡ Te sienta de maravilla!- exclamó y llamó a la mucama para que se la envolviera.

Bebieron varios cocteles y cuando por fin Isabel creyó prudente despedirse, había dejado de llover. ¡ Le costaba tanto salir de ahí!  El fuego en la chimenea, las alfombras mullidas, todo la retenía y demoraba el momento de enfrentarse a la realidad.

Mientras caminaba hacia su casa, apretaba contra su pecho la chaqueta regalada. Mientras, su mente le enumeraba los lujos que rodeaban a su amiga. Los ramos de rosas traídos de la florería, las lámparas de cristal, los armarios repletos de vestidos sin usar...No pudo evitar que la enviadia destilara su veneno en su corazón.

Pero, fue solo un segundo. En seguida reaccionó y su cariño por Verónica se impuso sobre el resentimiento.  Pensó con preocupación en cuanto licor había bebido su amiga esa tarde y lo sobreexitada y nerviosa que se veía.

Mientras, Verónica se había sentado en un sillón, con los ojos fijos en el reloj, que inexorable avanzaba hacia las diez de la noche. De nuevo Palo faltaba a comer sin avisarle...

No pudo evitar sentir envidia por su amiga. Soltera y libre de hacer lo que quisiera. Parada aún frente a la puerta del porvenir...

En cambio la suya se había cerrado a sus espaldas. ¿ Qué más podría esperar, excepto monotonía y soledad?

La amargura la envolvió como una manta sofocante que le impedía respirar.

Escuchó el ruido que hacía la mucama en la cocina y con el pretexto de hacer juntas la lista del supermercado, se dirigió hacia allá. Por lo menos tendría alguien con quién conversar, mientras  entretenía su inutil espera.



4 comentarios:

  1. Tus imaginaciones literarias no descansan.

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  2. Qué horrendo sentimiento tan bien descripto... Ahí está el logro del relato.

    Abrazo Lillian!!

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  3. Lo material no lo es todo en la vida... lo espiritual también cuenta.

    Un abrazo

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  4. Sucede más de las veces...
    muchas lloran solas en medio de la riqueza y otras lloran en su pobreza ...
    cuando la real riqueza está en el ser interior...
    a su tiempo cada quien comprende lo que le toca vivir...supongo.

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