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domingo, 10 de enero de 2021

SANANDO A MI DOCTOR.

Empezaba mi segundo año como estudiante de Leyes, cuando me vino la más feroz de las depresiones.

Lo primero fue descubrir que no quería estudiar esa carrera y lo segundo fue sentir que no tenía la menor idea de cual era mi vocación.

Empecé a dormir mal y a sentirme mareada.Y cuando se me empezaron a olvidar las cosas, entendí que había llegado la hora de acudir a un psicoanalista.

Una amiga, que había tenido problemas similares, me recomendó al Dr. B.

Y así fue como una tarde me vi instalada en un sillón, frente a un hombre flaco de lentes, que me miraba con atención. Una moderna grabadora reemplazaba al block y al lápiz, con que los caricaturistas les gusta dibujar a los psiquiatras.

Nos observamos durante un rato. Pensé que sería él el que empezaría la conversación y esperé en silencio. Pero, al verlo echar una mirada furtiva a su reloj, rompí mi mutismo y empecé a contarle mi problema.

Descubrí que era más fácil de lo que pensaba y pronto me encontré vomitando mi frustración, con las mejillas rojas por la violencia de mi catarsis. Hable como veinte minutos sin que él emitiera ni un sonido.

Se terminó el tiempo y quedé citada para una nueva sesión.

Al salir, todavía turbada, fui llevada bruscamente a la realidad por la voz de la secretaria:

-La consulta son cincuenta mil pesos, señorita- dijo sin arrugarse.

A pesar de que me pareció muy caro el tratamiento, seguí yendo varias veces más.  ( Pagaba mi papá, que había sido el de la idea de que estudiara Leyes)

A medida que iba sintiendo que mis ideas se aclaraban, haciendo desaparecer mi angustia, empecé anotar al doctor cada vez más distraído.

Se notaba que luchaba por poner atención a mis palabras, pero sus ojos se escapaban a vagar por el cielo raso. Una profunda arruga le partía en dos el entrecejo.

De pronto, se tapó la cara con las manos y emitió un gemido.

-¡ No se preocupe, doctor!- le dije- Si estoy casi bien...

-¡ No es usted! ¡ Soy yo!- exclamó desesperado.

Demás está decir que me quedé atónita.

Hizo un esfuerzo  por serenarse y luego me explicó, con voz quebrada:

-¡ No sé qué hacer con mi vida! ¡ He perdido la vocación!  Ya no puedo seguir atendiendo a mis pacientes...

-No, doctor. Si a mí me ha ayudado mucho...

No me hizo caso y siguió gimiendo: 

- ¡Usted no sabe!  Me siento tan confundido...Ya no duermo... Me receté unos ansiolíticos pero no me han dado resultado.

-¡ Hable, doctor! ¡ Desahóguese!- le dije con firmeza y saqué un blok y un lápiz que llevaba en la cartera.

Durante media hora me habló de su infancia, de la severidad de su padre, de esa profesión abrumadora que le estaba devorando la vida... 

Al final, se calmó y me miró algo turbado.

-¡ No sabe qué bien me ha hecho contarle mis problemas!

-Me alegro, doctor, pero se acabó el tiempo. Son cincuenta mil pesos.




6 comentarios:

  1. Por problemas afectivos, la vida se le hizo cuesta arriba. Por entonces contaba con 30 años y la locura no se la llevó por tener una forma de ser sencilla y sincera. La sensibilidad iba de puntillas por la vida. No entendía a la humanidad ni por qué sufría tanto cuando se enamoraba. Padecía en silencio y soledad, nadie quería saber de ella pero tenía unos valores arrebatadoramente perfectos...

    El médico era un hombre de media edad. Casado y sin hijos pero con un corazón dispuesto para ayudar al necesitado. No contaba con muchos pacientes a pesar de que no cobraba una cosa excesiva. El le llevaba la medicación además de una psicoterapia donde la chica le mostraba su interior y la forma maravillosa de ver la vida. La citaba todos los jueves a la misma hora...y ella mejoró de forma rápida. La dulzura, la sensibilidad, el buén atino de su corazón de mujer fue minando la razón del psiquiatra: el amor se hizo presente en su día a día.

    Su mujer era su confidente cuando algo le sucedía. Le escuchaba casi todas las noches y estaba acostumbrada a escuchar los renglones torcidos de la razón pero, el amor que sentía por su marido no era correspondido y hubo una separación.

    La paciente como cada jueves llegaba a la consulta con ilusiones renovadas para contarle cosas de su vida: de cómo se sentía feliz gracias a el pero, la consulta estaba cerrada aquel día laborable. La placa de médico ya no estaba en la puerta de la calle y el portero de la vivienda le entregó un sobre.

    Inquieta lo abrió:

    Tu nombre se enreda en mi pensamiento hasta hacer florecer lo mejor que hay en mi. Nunca pude esperar que el amor que siento por mi profesión, pudiera ser empañado por una paciente al enamorarme de ti y me siento derrotado. Jamás nos volveremos a ver pero te por seguro que lo más difícil de un hombre es encontrar el olvido cuando la maravilla se descubre en su corazón...

    Ella se sintió culpable y lloró amargamente porque también lo quería.

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  2. Tu eres una poeta en la literatura,tu candor florece a pesar de los años,al leer tus cuentos me hacen retroceder a mis juveniles años.

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  3. Tus sueños,son sueños de poeta,ellos te hacen avanzar en ese dificil campo de escribir.

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  4. Buenooo
    Jajajaja , me dio algo de risa este relato...

    en verdad que andamos muchos bien dispersos por decir lo menos...cada quien luchando con su vida como puede...lo peor sentirse avasallado por el dolor sin que realimente se encuentre mejoría para la frustración...
    cuantos más necesitan ponerse a pensar si sus vidas han sido bien encaminadas y sobretodo si están en paz con Dios...

    Un abrazo,

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  5. Muy buena resolución del relato, Lillian. Inocultable tu opinión sobre lo que vienen siendo las terapias psicológicas, además, muy parecida a la mía.

    Abrazo grande.

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  6. Tu manejo de las letras te ayudan mucho,pero tu imaginación vuela mucho mas alto

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