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domingo, 17 de febrero de 2019

EL DESQUITE DE ELENA.

Los fines de semana, Marta no sabía qué hacer con su tiempo. De Lunes a Viernes, en la oficina, la rutina bienhechora  devoraba el día entero.  Cuando salía, ya era de noche y las luces de la calle estaban encendidas.
Pero los Sábados...
Tomó la costumbre de subirse a algún autobús y hacer todo el recorrido hasta el terminal. Y desde ahí, vuelta otra vez al punto de partida. Se iba con la frente pegada al vidrio de la ventanilla, mirando como el ocaso teñía de rojo la mole de la ciudad. Era la hora que más le gustaba, cuando el día llegaba a su fin.
Pero una de esas tardes muertas, la Vida le ofreció un festín a su corazón hambriento de aventuras.
Sintió una mirada clavada en su nuca. Algo parecía tirarla con fuerza para que volviera la cabeza. Cuando lo hizo,  vio a un hombre sentado dos filas más atrás. La miraba fijamente, conmocionado, a medio pararse del asiento, como si no supiera si acercarse a ella  o echar a correr y tirarse del autobús sobre andando. Al final, pareció decidirse y se dirigió a ella, visiblemente emocionado:
 - ¡  Elena!    ¡Elena!  ¿  Es posible que seas tú?
No, no es posible, pensó ella con sorna, porque me llamo Marta y en mi vida te había visto.
Pero guardó silencio y lo miró  expectante.
El hombre se sentó en el asiento contiguo y trató de tomarle la mano. Ella la retiró, asustada.
- Elena  ¡Llevo años buscándote!  ¡No sabes como he deseado este momento...!
El cerebro de Marta trabajaba velozmente. Podía ser peligroso seguirle la corriente.  ¿  Y si era un delincuente ?  Pero no, la angustia de su cara parecía genuina.
Lo novedoso de la situación le producía un cosquilleo agradable en alguna parte de su cuerpo que ya tenía olvidada...
Para ganar tiempo se le ocurrió preguntarle:
 - ¿ Y como me reconociste?
-Has cambiado un poco, es cierto, pero tus ojos son los mismos....¿ Y acaso yo no he cambiado también?
Marta guardó silencio y no supo qué recuerdo de desamor vivido le arrancó una lágrima.
El hombre la miró consternado y de nuevo intentó coger su mano.
-¡ Elena!  Sé que es difícil que me puedas perdonar...Te dejé como un canalla...Pero no creas que no he pagado lo que te hice...¡ No imaginas cuanto he sufrido!
Marta lo dejó hablar y poco a poco fue reconstruyendo la historia de Elena. ¡ Así es que el infeliz la había dejado por otra y ahora imploraba su perdón!  ¡ Cínico!  Como todos los hombres, no más...
A  esas alturas, se sentía totalmente identificada con Elena y un ramalazo de rabia y pena la estremeció, haciéndola estallar en sollozos. Lloraba por todas las veces que había sido traicionada...
-Me pasé los años tratando de olvidarte. Perdí mi juventud por tu culpa ¿ Como pudiste destrozarme el corazón?- le reprochó indignada.
Sin esperar respuesta, le dio un empujón y trató de pararse del asiento. El la tomó  por la manga del abrigo y la retuvo, implorante.
-¡ Elena!  ¡ No me dejes ahora que te he encontrado!  Todavía podemos rehacer nuestras vidas...
Ella volvió a sentarse, maquinando ya una venganza.
El autobus llegó al terminal y ambos se bajaron.  El hombre llamó a un taxi que pasaba. Marta le sonreía entre lágrimas.
-¡ Gracias querida por perdonarme! ¡ Verás que todo será diferente ahora!
Marta dio una dirección en un barrio que no conocía.
-En esa casa vivo yo...
-¡ Mañana vendré a buscarte, mi amor! 
-¡ Ven a las seis!  ¡ Te estaré esperando!
Cuando él dobló la esquina, ella se encaminó a un paradero de buses y tomó el que la llevaría a su barrio, al otro extremo de la  ciudad.
Esa noche no necesito tomar un somnífero.
-¡ Malditos hombres!- murmuró antes de dormirse.




2 comentarios:

  1. OOOOH que disgusto se llevara, cuando vaya, y no encuentre nada
    un abrazo

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  2. Me parece que es bueno dormirse sin nada que reprocharse

    me imagino que el pobrecillo seguirá buscando...

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