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domingo, 17 de mayo de 2015

NOMBRE LINDO, VIDA FEA.

Mi mamá se lo pasaba leyendo novelas, me imagino, como un escape de una vida que se había empeñado en traicionarla.
Mi papá, en cambio, no leía, pero era cinéfilo.
Cuando yo nací, ella quiso que me llamara Marianela, como la heroína de Perez Galdós.
El se opuso, porque  en ese tiempo estaba encandilado por una actriz de cine llamada Lillian Guisch.
Triunfó la extravagancia cinematográfica y me encontré caminando por el mundo precedida de ese hermoso nombre, que en inglés creo que significa Lirio. De más está decir que me encantaba llamarme así.
Vivíamos en un pueblo chico, donde llevar un nombre inglés entre tantas Cármenes  y  Normas, resultaba bastante exótico, así es que, para evitar burlas, preferí hacerme llamar María, que era el segundo nombre que el cura me había impuesto.
Vivíamos en una casa grande con una quinta más grande aún. En ella crecían manzanos y un naranjo de frutas agrias.  Creo que mi madre usaba su jugo para echárselo en las heridas que mi padre le infería con sus veleidades. Porque era hosca y malhumorada, como una gata atrapada en una pelea de tejado, que luego se tiende en un rincón, a lamerse las desgarraduras del combate.
Mi padre, que de joven había sufrido un desmesurado complejo de Edipo, no podía amar a ninguna mujer, así es que había decidido amarlas a todas.
Se lo veía poco por casa. Del trabajo pasaba a cambiarse ropa y a perfumarse, para volver a salir en busca del plato de carne correspondiente al menú del día.
Era bajito y buenmozo y yo lo amaba con locura. Cuando niña, entraba a su dormitorio a mirarlo perfumarse, mientras él tarareaba un tango de Gardel. Mi corazón parecía derretirse, derramando la miel de mi adoración no correspondida y dejando todo mi mundo pegajoso.
Porque yo lo amaba a distancia, sin que él me mirara más de una vez cada tres días. Y entre una madre hosca  y un padre alegremente cínico, lo prefería mil veces a él.
Mi madre, refugiada en la cocina, parecía solazarse en oscuras fantasías relacionadas con el cuchillo de degollar los pollos.
En el pueblo se conocían todas las aventuras de mi padre y llegaban hasta mis hermanas y yo, en forma de susurros malintencionados. Incluso lográbamos saber en qué casa entraba cada tarde, para satisfacer a la gata hambrienta que lo esperaba en el umbral.
Cuando crecí y salí del colegio, usé con orgullo mi hermoso nombre y más de alguna vez seduje con él a algún romántico poco avispado.
Era bajita como mi padre y había heredado de él ese singular encanto que nos hacía ser a los dos como ampolletas encandiladoras de polillas.
Como había amado tanto a mi padre infiel, también había desarrollado un desmesurado complejo de Electra y no podía amar a ningún hombre. Por eso, como él, decidí amarlos a todos, o por lo menos a la mayor cantidad posible, ya que los convencionalismos sociales frenan los impulsos de la mujer. Por lo menos, en ese tiempo lo hacían.
Y esa es mi historia.
Tuve un nombre lindo y una vida fea. Porque no es grato querer amar y no poder. Ir por el mundo chamuscando las alas de las polillas sin poder compadecerse de ninguna. Y lo peor, ver que con el tiempo el fulgor de la ampolleta disminuye y la asiduidad de las polillas también.
Y terminar así, viviendo en un mundo solitario y frío, donde sólo queda el consuelo de llamarse con un nombre de flor.  Aunque no la rodee a una ningún jardín sino, más bien, un páramo desierto.



8 comentarios:

  1. De complejos y aprendizajes de nuestros padres, somos lo que somos en la actualidad. Es curioso; pero la imagen que nos regalan nuestros progenitores es tan fuerte que algo o mucho queda en nuestro inconsciente.
    Muy buen relato querida Lily.
    Abrazos.

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  2. Me ha emocionado leerte
    Complejo de edipo que muchos hombres llevan
    de una inseguridad con su propio Ego
    escribes, lindo dulce hermoso querida te felicito

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  3. te mando un abrazo inmenso escritora

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  4. te mando un abrazo inmenso escritora

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  5. Me ha emocionado leerte
    Complejo de edipo que muchos hombres llevan
    de una inseguridad con su propio Ego
    escribes, lindo dulce hermoso querida te felicito

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  6. Sus egos más inflados que aquella luna no les permitió decir lo que sus miradas gritaban. Y él en lugar de decir “Quédate!” dijo “buen viaje” y ella en lugar de decir “llévame contigo” le respondió “para ti también”.

    Ahora por tontos, temerosos y convencionales… los extraños se extrañan cada noche, cada noche de amor insomne.

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  7. Ya decía......... Amaos los unos a los otros. En aquellos tiempos aún no se decía los unos/as a las otras/os


    manolo

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  8. hola amiga
    crecimos a la vera de nuestros padres , nuestras madres
    y nos marcan a fuego el silencio o el grito más feroz...
    pero al fin quienes tomamos nuestras propias decisiones seremos siempre
    uno mismo...y solo nosotras sabremos validarnos en ese camino de vida...

    bsss

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