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domingo, 10 de mayo de 2015

DOS VECES ELENA.

(En el Día de la Madre )

Cuando Elena tuvo su primer hijo, pasó por momentos difíciles y el médico le aconsejó que no quedara encinta de nuevo.
Pero ella deseaba con ansias tener una niñita y al cabo de tres años, desoyó a conciencia los consejos del médico.
Su júbilo fue inmenso cuando a través de una ecografía, se comprobó que esperaba una niña.
Su esposo, Mario, estaba feliz también y de común acuerdo decidieron llamarla Elena.
- ¡ Ahora tendré mis dos Elenas de Troya!- exclamaba él- Y lo bueno es que no he tenido que robarte a ningún rey ni provocar una guerra para tenerlas a ambas.  ¡ Seguro que Elenita será tan linda como tú!
Faltaban tres semanas para la fecha del parto cuando Elena se sintió mal. Un intenso dolor le arrancó un grito. Y luego otro y otro más.
Nunca supo cuando la llevaron de urgencia a la sala de partos.  La rodeaban médicos y enfermeras, intercambiando miradas de aflicción.
Hasta que el silencio tenso se interrumpió con el llanto de la recién nacida.
Elena, medio inconsciente, suspiró:
-¡ Gracias a Dios, todo ha salido bien!
Luego sintió que una gran lasitud la invadía. El médico dio una orden y le aplicaron oxígeno.
Hubo carreras. Voces alteradas:
-¡Doctor, la perdemos!
Elena se sintió de pronto muy liviana. Fue como si hubiera cortado unas ataduras y se elevara en el aire.
Desde arriba, vio como los médicos luchaban en vano sobre su cuerpo inmóvil.
Ella flotaba y no era más que un suave fulgor azul que se diluía en el espacio.
Vio a lo lejos una luz y quiso volar hacia ella. Le pareció que desde lejos alguien la llamaba.
De pronto, el grito de una enfermera:
-¡ Doctor!  La niña...¡ Mírela!  Ya no respira.
Desde la altura, Elena vio que el cuerpecito de su hija se iba quedando inmóvil y sin color.
Desoyó la dulce voz que la llamaba. Rompió el hechizo que la arrastraba hacia la luz y se precipitó de nuevo a la tierra.
Bajó hasta su hijita y penetró en su cuerpo, como un rayo.
La niña se movió y gimió. Sus mejillas se colorearon.
-¡ Falsa alarma, Doctor!  Ya vuelve...Su respiración es normal.
Ajeno a todo, Mario lloraba aferrado al cuerpo sin vida de Elena.
Lloraba su muerte sin saber que ella seguía ahí.

Y que era su alma la que brillaba en las pupilas de su hija.   


1 comentario:

  1. un amor infinito
    que vive eterno en un corazón lleno de fuerza y de vida
    que ella no más conocerá en un momento
    pero luego si acaso un sueño sea....

    ******************
    gracias por pasar a mis escritos...decir que el poema último es solo un trabajo de poesía de años atrás....que es lo mismo
    pues el amor siempre vive en uno y eso es
    lo que más importa...

    felicitaciones por lo tuyo
    un gran abrazo!!

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