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domingo, 8 de junio de 2014

TUMBAS.

Todos los Sábados en la tarde, Mario iba  al cementerio a visitar la tumba de Laura.
El dolor de su muerte había ido menguando y más que una necesidad, era una costumbre melancólica ir a dejarle flores frescas y retirar las marchitas que se iban acumulando.
Había estado enferma largo tiempo y pudo prepararse con calma para su ausencia definitiva.
Casi podía decirse que no había muerto. Se había ido de a poco, con la marea. El agua oscura había ido subiendo y al retirarse, se la llevó con ella...  Suavemente, sin violencia.  No como esa otra muerte que lo atormentaba desde hacía dos años.
Había sido un asesinato del que nadie fue testigo.
Laura ya estaba enferma y no le contó lo que había pasado.  ¿Como enfrentar su culpa?  ¿Como poner en palabras semejante horror?
Había sido una noche en que manejaba ebrio por una calle desierta.  No respetó la luz roja ni pudo esquivar al transeúnte que cruzaba la esquina.  El volante se le escapó de las manos y lanzó el auto de lleno contra su cuerpo.
El impacto lo sacó de su embotamiento y se bajó a mirar el bulto que yacía tirado en un charco.  Un horrible estertor se escapaba de su pecho.
Despavorido, volvió a subir al auto y escapó. Tuvo tiempo de ver que la calle estaba desierta.  ¡Nadie había presenciado el accidente!
Dos días después apareció en el diario una noticia escueta.
Habían encontrado a un hombre muerto en la calle. Seguramente atropellado por alguien que escapó...Se llamaba Juvencio. ¡Qué extraño nombre!   Como para no olvidarlo jamás.
En un pueblo vecino hizo desabollar el tapabarro. Nadie le hizo preguntas.
La muerte de Laura llegó para sacarlo en parte de su secreto tormento. Sólo algunas noches , en sueños, volvía a verse en aquella calle desierta. El herido se arrastraba gimiendo y lo sujetaba de las piernas, impidiéndole huir. Despertaba gritando, cubierto de un sudor helado.
En el cementerio, no era el único "viudo de los sábados" como se llamaba a sí mismo con melancolía.
Dos tumbas más allá, una mujer rubia y menuda llegaba puntualmente a poner flores sobre una lápida.
La escuchaba llorar despacito y hablar con el muerto en un monólogo triste e insistente, que sonaba como un rezo.
Empezó a esperar con cierta ansiedad los Sábados, para volver a verla y una tarde, cuando ella se iba, le habló.
Hilvanó unas frases que le parecieron tontas, pero ella sonrió y aceptó ir a un café que quedaba frente al cementerio.
-Hace frío- dijo- y algo caliente nos hará bien a los dos.
Cuando la tuvo al frente la encontró más linda de lo que pensaba. Sus ojos eran castaños y transparentes, como gotas de miel y su pelo rubio, cayéndole sobre los hombros, invitaba a la caricia.
Pensó que gracias a Laura la había conocido. Que era la misma Laura la que se la ofrecía, como una segunda oportunidad en su vida sin esperanzas.
Muchos sábados después se atrevió a preguntarle a quién visitaba.
-A mi marido- respondió ella- Murió hace dos años. Luego rectificó, con un brillo de odio en la mirada- No murió. ¡Lo mataron!
-¿Cómo?  ¿Qué dice?
-¡Sí!  ¡ Lo mataron! -Alguien lo atropelló y lo dejó desangrándose en la cuneta...Tenía apenas treinta años...¡Si aquel hombre lo hubiera auxiliado en lugar de escapar como un miserable!
Mientras la escuchaba, Mario sentía que un frío glacial se apoderaba de su cuerpo. Le zumbaban los oídos y empezó a temblar ostensiblemente.
Ella se interrumpió, mirándolo conmovida :
-¡No tengo derecho a hacerlo sufrir con mis penas!  ¡Usted tiene su propio dolor que llorar! 
Después que la joven hubo partido en un taxi, Mario se precipitó de vuelta al cementerio.
Se preguntaba para qué corría en dirección a esa tumba si de sobra conocía el nombre que estaba escrito en la lápida....
La semana siguiente, no fue al cementerio.
Ella se sorprendió al encontrarse sola. ¿Qué le habría pasado a aquel hombre tan agradable ?
Siguió yendo todos los Sábados, a cumplir con su ritual de amor y de congoja, junto a la tumba de Juvencio.
  Pero Mario no volvió más.

4 comentarios:

  1. Me ha dejado ......... no se como catalogarlo.
    ¿Triste?, no.
    Apesadumbrado ? tampoco.

    Lo que me pasa es que me ha gustado leerlo, pero lo he sufrido.

    Abandonar al atropellado? Fatal. Y además la casualidad de la cercanía de la Tumba.
    Amiga Lilly me has dejado que no se que pensar.

    manolo

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  2. ¿Existirá algo más insoportable que la culpa no asumida y aceptada?. Tal vez, la vida le estaba dando la oportunidad a Juvencio de comportarse como hombre y dejar atrás la cobardía de un acto reprobable. Existen personas que por inmadurez o por miedo irracional no se comportan como deben.
    Muy buen relato mi querida Lily.

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  3. La conciencia solo molesta a los sinceros de corazón, la culpa poco a poco va matando, muchas veces el miedo ayuda para hacer lo que no se debe, bien podría haberle socorrido.
    Claro que en el caso de los poderosos la conienca y la culpa mata al pobre, porque a ellos no les quita el sueño, ni les produce pesadillas.
    Un abrazo.
    Ambar

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  4. Bien dice amiga el dicho
    que aquí mismito en la Tierra es donde se pagan todos los reveces
    y todas las culpas que nos aprisionan ...si no ahora será después

    ahí está el mejor ejemplo , aunque sea un cuento
    pero de estos sucesos hay muchas verdades

    gracias!

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