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domingo, 15 de junio de 2014

FANTASMAS EN LA LLUVIA.

Pablo creyó escuchar un tenue rumor de pasos que venía desde el jardín.
¡Qué raro!  ¿Quién será?
Se acercó a la ventana y miró a través de los cristales empañados.
  ¡Era la lluvia! Había llegado sigilosa y se entretenía en colgar abalorios de cristal en las ramas de los árboles.
La lluvia tenía para él un encanto melancólico. Una vaga reminiscencia de otro tiempo y de otro estado de ánimo, cuando amar le resultaba fácil y aún le era posible creer que la vida era justa...
Escudriñó la creciente penumbra de la tarde y  vio con sorpresa a una niña de unos doce años sentada en el banco del jardín.
No llevaba paraguas y alzaba con delicia su cara hacia las gotas que caían cada vez más tupidas.
Sin atinar a preguntarse cómo había entrado sin abrir la reja, Pablo salió a increparla:
-¿Por qué te mojas así?  ¡Vas a enfermarte!
Ella lo miró sonriendo y sin inmutarse le respondió:
-¡Es evidente que eso no podría pasarme a mí!
¡Claro! -pensó él- Se cree invulnerable e inmortal, como todos los niños.
La invitó a entrar y cuando ella se levantó del banco, vio que llevaba un abrigo demasiado holgado.
-¡Saliste a mojarte con el abrigo de tu mamá!
-¡No!  ¡Es mío!  Ella me lo compró de una talla más grande, para que pudiera servirme al crecer...La pobre no sabía que había alguien destinado a impedir que yo creciera...
 No entendió lo que quería decir, pero la invitó a sentarse en el sofá y observó como un charco de lluvia iba creciendo alrededor de sus zapatitos.
Ella parecía incapaz de estarse quieta y se acercó a la ventana.
-¡Está dejando de llover!  Es hora de irme. No te olvides que la lluvia me trajo hasta aquí y debo regresar con ella.
Salieron al jardín y antes de verla diluirse en la oscuridad, Pablo alcanzó a preguntarle:
-¿Cómo te llamas?
-¡ Lilí !  Y su leve figura se fundió en una sombra violeta.
Repasó en su mente las cosas que había dicho y se dio cuenta de que no había entendido nada. La niña parecía hablar en enigmas.
Pensó en ella durante varios días, sin comprender por qué.  Su extraña presencia lo había encantado y permanecía en su mente, aguijoneándolo, transformado en ansiedad de volver a verla.
 Al cabo de unos días, llovió de nuevo y al anochecer la divisó de nuevo sentada n el banco.
Salió rápidamente a hablarle y al principio no la reconoció. Parecía haber crecido varios años. Los rasgos de su cara eran más definidos y su figura había adquirido las formas de una mujer.
-¡Dijiste que no ibas a crecer!- exclamó Pablo, incrédulo.
-Eso pensaba yo... Pero me parece que he crecido para poder alcanzarte.
Miró sus ojos a través del velo de la lluvia y aunque habría podido tocarla, sintió como si ella lo mirara desde muy lejos.
No entendía el misterio de su presencia, pero lo aceptaba con la mente abierta y el corazón ávido, como un hombre que vuelve a enamorarse dejando atrás la amargura y el escepticismo.
Ella se le acercó confiadamente y apoyó la cabeza contra su pecho. El la rodeó con sus brazos y permanecieron así, bajo la tenue llovizna  que empapaba el jardín.
-Tú eres mi primer amor- le susurró ella, candorosamente.
-¡Hubiera querido conocerte antes de malgastar mi corazón! - suspiró él, conmovido.
Cuando la besó, sus labios estaban fríos pero respondieron a su beso con ardor.
-Lilí  ¿por qué solo vienes cuando está lloviendo?  Quisiera estar contigo todos los días...
-¿ Es que aún no has comprendido?  Es la lluvia la que me trae, porque fue ella la que me llevó hace un año...El pavimento resbaladizo y un automóvil que corría sin freno...Los que hemos muerto en un día de lluvia, solemos regresar cuando ella cae...
Pablo quedó anonadado. ¡Hablaba ella con tanta naturalidad de lo que para él era siniestro! 
Volvió a verla varias veces, durante aquel Invierno.
Una tarde, Lilí le dijo:
-Mañana es el aniversario de mi muerte.
El, transido de dolor, la estrechó entre sus brazos:
-Dime, Lilí, si para ti el tiempo no existe, si transitas por él como por un pasaje secreto...Si te he visto crecer ante mis ojos...¿No conoces una forma por la que yo pueda retroceder contigo hasta ese horrible día, para impedir que mueras?
-Es posible...Si una brecha se ha abierto en el tiempo y me ha dejado llegar hasta ti ¿ por qué no podría suceder a la inversa?
-¡Dime el lugar y la hora  del accidente- la urgió Pablo- y yo llegaré antes, para impedir que ocurra !
Aquel día, el tiempo volvió atrás y se repitió la misma lluvia de hacía un año.
Pablo salió de la casa corriendo, pero alguien lo detuvo en la vereda, cogiéndolo de los hombros.
-¡Pablo, espera!  ¡Te andaba buscando!  ¡Necesito hablarte!
-No puedo ahora. No puedo...¡Déjame!
-Pero ¡escucha!  ¿Qué te pasa?
Al fin ,logró soltarse de las manos que lo atenazaban y echó a correr por las calles mojadas.
Estaba seguro de que no volvería a tener otra oportunidad.
Vio desesperado como las manecillas del reloj marcaban la hora exacta. Le faltaba media cuadra para llegar, cuando escuchó el chirriar de los frenos y el golpe sordo...
La gente corría hacia la esquina.
-¡ Llamen a una ambulancia!- gritaba alguien.
Y otro exclamó:  ¡Ya es tarde!  ¿Que no ven que está muerta!
Lilí, de doce años, yacía sobre el asfalto como una muñeca rota.  Envuelta en su abrigo demasiado grande, que la sangre y la lluvia iban empapando lentamente.
Pablo dio un grito y quiso tomarla en sus brazos.
En ese instante, la brecha abierta en el tiempo se cerró. Todo desapareció y se encontró llorando de rodillas en una calle desierta.


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