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domingo, 1 de junio de 2014

EL VIAJERO ESPACIAL.

El doctor Blanchard, jefe del área de neurosiquiatría del Hospital San Juan, apagó la lámpara de su escritorio y se dispuso a volver a su casa. Estaba muy cansado. Había sido un día difícil y una vez más, la noche lo había sorprendido en su consulta.
Sonó el teléfono y su secretaria se apresuró a atender, antes de que él pudiera hacerle un gesto negativo.
-Sí, doctor. Todavía está aquí. Un momento, yo le aviso.
-Es el doctor Leiva. Le ruega que reciba a un paciente que acaban de traer.
El doctor Blanchard miró su reloj con impaciencia, pero no pudo negarse.
A los pocos minutos, entró un enfermero acompañando a un hombre que se veía tranquilo y algo ausente.
Al parecer, lo habían encontrado en la estación del Metro, aquejado de amnesia. Repetía que quería volver a su casa, pero no sabía dar la dirección.
El doctor Blanchard lo tomó bajo su cuidado, porque le pareció un caso interesante.
El hombre era dócil y obedecía las órdenes sin quejarse. Decía llamarse Sileno y que venía de otro planeta.
En las noches, se acercaba al ventanal enrejado y se quedaba absorto mirando las estrellas.
-¿De donde eres tú ?- le preguntaba el nochero, por burlarse.
El no se molestaba ni parecía percibir el sarcasmo.
-¡De allí!- decía, señalando la bruma lechosa de una constelación- ¡De allí!
Y sus ojos oscuros se empañaban con un vaho de nostalgia.
El doctor Blanchard lo veía tres veces por semana, con la vana esperanza de que cambiara su historia. Pero, siempre repetía lo mismo. Que había sido transportado en un rayo de luz y que se había encontrado en la Tierra, sorpresivamente.
-Pero, si eres de otro planeta ¿por qué te ves igual a mí y al resto de la gente?
-No sé...Quizás ustedes me ven como quieren verme. Allá en Kaliope somos distintos.
-¿Y qué tienen de especial los de Kaliope?  ¿Son acaso inmortales?
-No, la gente de allá también muere....Pero no mata.
Pensando que podía tratarse de un stress post traumático, probaron con drogas que lo hicieron dormir varios días.
Después, el doctor Blanchard intentó con la hipnosis.
-Retrocede en el tiempo lo más que puedas...Dime ahora donde estás.
-Estoy en Kaliope, a la orilla del mar. Es distinto al de la Tierra...No es agua...Es metano líquido...Hace mucho frío...No brilla el sol como acá...
Viendo que su trastorno era inofensivo, terminaron por dejarlo tranquilo.
Circulaba libremente por las salas, con su andar sereno y sin apuro. Se sabía el nombre de todos y nunca se equivocaba al saludarlos. Los de la Sala Quinta le tenían mucho afecto. Les gustaba sentarse a su lado y oírlo hablar de Kaliope, sin cansarse jamás.
 Sofía, que padecía de esquizofrenia, empezó a salir de su inmovilidad, para acercarse a escucharlo. Y Juan, que tenía miedo de algo invisible que lo perseguía, abandonaba su refugio bajo la mesa y se aproximaba cauteloso.
El encargado de la bodega le avisó al doctor que Sileno le había pedido los cartones y los embalajes de aluminio, de los insumos que recibía el Hospital.
-Dice que va a construir una nave espacial, doctor. ¡Para volver a su planeta!  Se llevó los materiales al patio trasero.
-¡Déjelo con su fantasía, pobre hombre!  No le hace mal a nadie...
La enfermera jefe de la Sala Quinta le contó que sus pacientes andaban entusiasmados, preparando el viaje.  ¡Decían que se irían con Sileno a Kaliope!
-¡Qué raro que la manía de ese pobre tipo se les haya contagiado a todos!  Pero, déjelos que sueñen...Mientras no se altere la disciplina...
Fue al patio trasero a ver a Sileno y se llevó una sorpresa. Había forrado los cartones con láminas de aluminio y ya tenía casi terminada la nave espacial.
Para llevarle la corriente, le preguntó:
-¿No tienes miedo que se queme al contacto con la atmósfera?
-¡No, doctor!  Este no va a ser un viaje como los que hacen ustedes. Nosotros iremos en un rayo de luz, mucho más rápido y sin necesidad de combustible.
-¿Y cuando será el despegue?
-El 27 de junio, doctor. ¡No podría ser en otra fecha!
El médico se alejó pensativo. ¿Qué tendría de importante el 27 de Junio?  ¿Sería el aniversario del trauma que lo había hecho caer en su delirio?
Faltaban tres semanas. Se prometió estar atento. Quizás ese día, Sileno sufriría un colapso o se pondría violento. Era necesario vigilarlo de cerca.
Pero, otros casos más urgentes lo distrajeron y se olvidó por completo del asunto.
La noche del 27 de Junio estaba en su casa, poniéndose el piyama, cuando se acordó de Sileno.  ¡Hacía días que no lo veía!  Debía pasar las horas en el patio trasero, ultimando los detalles de su nave espacial.
¿Y si sufría un ataque?  ¿Si su obsesión desquiciada terminaba en tragedia?
Prefirió ir al Hospital.
Cuando llegó, la enfermera salió a su encuentro, desesperada.
-Doctor ¡qué bueno que vino!  ¡Algo ha pasado!  ¡En los dormitorios no hay nadie!  ¡No encuentro a los pacientes por ninguna parte!
El doctor Blanchard corrió hasta el patio trasero.
Estaba desierto. La nave de cartón había desaparecido...
Alcanzó a ver un rayo de luz que atravesaba el cielo, subiendo cada vez más alto, hasta perderse en las lejanas estrellas. 




4 comentarios:

  1. quiero ser Silenio
    ...encontrar al fin el regreso a casa...
    hermoso cuento!

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  2. Lindo cuento, aparentemente inofensivo. Da cuenta de un sentimiento de escapismo y que los locos eran capaces de soñar lo imposible.
    Viajar a otro planeta habitable un sueño todavía no cumplido de la humanidad. Felicitaciones amiga

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  3. Gracias Gerónimo por tu comentario, pero te faltó darle permiso a tu fantasía para aceptar que Sileno ES REALMENTE UN EXTRATERRESTRE DE KALIOPE. Si no ¿ A dónde crees que se llevó a todos los pacientes de la Sala Quinta?

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  4. Este cuento es de esos que se leen con aire soñador. Una historia que habla de que algo puede ser cierto más allá de lo que nos acotan en esta sociedad nuestra. Una oportunidad para... ¿la utopía? Por suerte, dejaste que el final fuera la escapada.
    Si en Kaliope no hay bares ni terrazas, me apunto.

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