Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



lunes, 26 de agosto de 2013

LA SONRISA DE LA GIOCONDA.

Su papá era un pintor más o menos desconocido, amante de los grandes maestros.
Así es que, doce años atrás, había tenido la mala idea de bautizarla Gioconda.
En el Liceo se burlaban de ella y su extraño nombre les inspiraba toda clase de comentarios socarrones.
Ella no conocía aún el retrato que había inspirado a su padre semejante desatino.
-¡Ay, papá! ¿Por qué me pusiste ese nombre tan raro?
Ofendido, él abrió un libro de Historia del Arte y en un silencio reverente, le señaló el retrato de la musa inmortal.
Ella contempló a una mujer de rostro inexpresivo, pero que parecía esconder un escabroso secreto.
"¡Ni te imaginas lo que oculto! " parecía decir la provocadora inmutabilidad de su rostro.
¿Un amante bajo la cama? ¿Un esqueleto dentro de un baúl florentino?
Quizás solo se trataba de que tenía los dientes torcidos y no los quería mostrar. ¡Como en ese tiempo no existía la ortodoncia!
Pero, rápidamente desechó la prosaica hipótesis. ¡Tenía que haber algo más!
¿Por qué, si no, generaciones se habían arrodillado ante el altar de su misterio, para adorar aquella sonrisa indescriptible?
Quiso saberlo todo acerca de ella, pero se vio enfrentada a numerosas contradicciones.
¿Quién había sido realmente La Gioconda? ¿Y por qué Leonardo nunca había terminado su retrato, para así no tener que entregarlo y lograr conservarlo hasta su muerte?
Como estaba en plena pubertad, cuando la propia identidad aún no se haya definida, decidió identificarse con ella.
Se dejó crecer el pelo, se depiló las cejas y ensayó durante horas frente al espejo, hasta que logró imitar aquella sonrisa enigmática.
Sólo que ella no tenía ningún secreto que ocultar. Su rostro no era una mágica puerta abierta hacia un mundo ignoto. Era solo una chica corriente, tiranizada por un corazón ingenuo.
Su papá pensó que después de todo, había sido una mala idea cargarla con ese nombre de leyenda.
Mientras, Gioconda se vestía de oscuro, cruzaba los brazos sobre su pecho y miraba el vacío con rostro impenetrable.
Pero un día, frente a sus ojos se atravesó Leonardo.
Con solo saber que se llamaba así, se enamoró de él locamente.
Solo que su amado no tenía nada de renacentista ni le interesaban las mujeres que posan de esfinges.
Decidió sacarla  de su obsesión y enseñarle a tomar la vida con sentido del humor.
Tanto empeño le puso, que un día, uno de sus chistes logró sacarle una carcajada.
Gioconda se sorprendió de sí misma. Sintió como si se hubiera roto el marco del cuadro que la tenía inmovilizada y llena de júbilo, saltó a la vida que la esperaba afuera.
No paró de reírse en toda la mañana y en la tarde fue al dentista, para que le blanquearan los dientes. 



2 comentarios:

  1. Dice Mariucha Vanotti, de New Jersey:
    Lily, estoy casi al día con tus cuentos. Me ha gustado mucho el de la Gioconda. Me ha traído recuerdos de cuendo fuí con mi marido y mi hijo al Louvre y pude cumplir mi sueño de verla.
    Otro cuento que me ha gustado es "Griselda" ¡ese cuento es un tesoro! Lo leí dos veces, poara estar segura de no perderme nada.

    ResponderEliminar
  2. Lilly...nunca estaré al día de tus cuentos, por más que lo intento, pero cuando paso leo dos o tres, no importa que sean los nuevos o no, me gusta leerte.
    Me gustan todos, cada uno en su ensencia.
    Un abrazo.
    Ambar.

    ResponderEliminar