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jueves, 29 de agosto de 2013

GOLPES DEL DESTINO.

Etelvina salía todas las mañanas a barrer la vereda frente a su casa. Lo hacía despaciosamente, para tener tiempo suficiente para enterarse de las novedades del vecindario.
Así fue como una mañana vio que la casa que había estado vacía durante meses, había sido arrendada por fin.
Llegó a vivir ahí una mujer bastante estrafalaria. Usaba un turbante y se vestía con una especie de túnica larga, de aspecto oriental.
Etelvina la vio alejarse calle abajo y cruzó sigilosa, para leer el aviso que había puesto en la ventana. Decía " Madamme Zuleica. Ayuda espiritual. Se garantiza reserva."
Pronto empezaron a llegar los clientes. Venían solos o de a pares. Todos furtivos, mirando a ambos lados de la calle, antes de tocar el timbre.
Días después, fue en la puerta de Etelvina donde sonaron unos discretos golpecitos.
Era la mujer del turbante.
Sin preámbulos, le dijo que había estado observándola y que le inspiraba confianza. Por eso se atrevía a pedirle algo muy confidencial...
Etelvina la hizo pasar y a continuación escuchó la más extraña de las proposiciones.
Después de muchas explicaciones vagas y reticentes, comprendió que la mujer le ofrecía un trabajo.
Madamme Zuleica era espiritista y necesitaba a alguien que la asesorara en las sesiones. Alguien que la ayudara a "realzar sus poderes mediunímicos".
Así dijo ella, pero Etelvina comprendió que se trataba de un fraude y que era ella quién le ayudaría a montarlo.
Sólo tendría que hacer algunos ruidos y  tirar de algunos hilos estratégicos.
Etelvina aceptó. No por la paga, sino porque aquella inaudita propuesta venía a sacarla de la monotonía de su vida solitaria. 
Antes de la sesión de esa tarde, Madamme Zuleica le mostró la pieza donde ella se escondería. Una cortina la separaría de los asistentes y de acuerdo a la pregunta formulada, respondería con golpes dados en el borde de una mesa.
También había unos hilos casi invisibles que ella debía tirar, cuando la situación lo ameritara.
Responda con un golpe para "Sí" y dos golpes para "No", fueron las instrucciones de la mujer.
Poco rato después, llegaron dos viejecitas melancólicas y un viudo que buscaba contactarse con el espíritu de la difunta.
La cosa se desarrolló de maravilla. Golpes, tirón de hilos, todo salió a pedir de boca. Mejor dicho, a pedir de médium.
Logró mover un cuadro y  botar un candelabro.
Al final, las viejitas se retiraron sobrecogidas y el viudo, convencido de haber dialogado con su amada Matilde.
Todos los Miércoles iba el viudo y Etelvina lo espiaba desde detrás de la cortina. No sabía si le gustaba o si sólo la conmovía su fidelidad para con la muerta. ¡Un hombre así hubiera querido ella conocer!
Pero, todo cambió abruptamente.
Una tarde, cuando se escuchó el solitario golpe que anunciaba la presencia de Matilde, él prorrumpió en un discurso emocionado:
-Tú sabes, Matildita, que a nadie podría amar como te amé a ti. Pero quiero que sepas que he conocido a alguien. ¿Apruebas tú que la siga viendo?
Etelvina, en su escondite, casi se atragantó y sintió que la invadía una furia ciega.
No sabía si por celos o por lealtad con la finada, dio los dos golpes secos que significaban "No".
El viudo quedó petrificado.
Durante tres Miércoles seguidos, volvió  a las sesiones de espiritismo, siempre obstinándose en la misma pregunta. Y siempre Etelvina le contestaba en forma negativa.
Ardía por dentro de dolor y de rabia. ¡Hombre tenía que ser!  ¡Ni tres meses había durado su amor eterno!
El viudo se fue poniendo mustio y hasta parecía que se iba encogiendo.
A Etelvina la atormentaban los remordimientos y empezó a dormir mal.
Hasta que una tarde no pudo más.
Cuando terminó la sesión, salió corriendo de la casa y lo vio caminar encorvado hacia el paradero de micros.
Lo llamó y él se volvió sorprendido.
 A boca de jarro le soltó toda la superchería. Le dijo que era ella la que daba los golpes tras la cortina. Que nunca Matilde se había hecho presente... Y que buscara su felicidad sin dudarlo. Que seguro desde el cielo, ella lo aprobaría.
El viudo se puso primero pálido y después enrojeció de cólera.
 Lo vio con ganas de pegarle y se alejó corriendo.
Al llegar a su casa, Etelvina meditó en la gravedad de su conducta. Seguramente el viudo iría a la casa de la médium y le armaría un escándalo. Quizás hasta llamara a la policía...
Rápidamente hizo su maleta y se fue al paradero de buses de la ruta Sur. En Chimbarongo tenía una  prima que  la acogería en su casa hasta que pasara el chaparrón.
Cuando volvió, al cabo de un mes, el cartel de Madamme Zuleica había desaparecido. Lo reemplazaba otro que decía "Se arrienda".



3 comentarios:

  1. Hola Lilly
    Volveré a leer todo lo que pueda.
    Después de un mes ausente he vuelto a publicar y paso a saludarte y leerte de nuevo, un buen fin de semana y un abrazo.
    Ambar

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  2. Hola Lilly.
    Hace tiempo que paso muy despacio, y también es que he estado unos días ausente, viaje inesperado por el fallecimiento de un familiar, he vuelto hace unos dias, y hoy que tengo un poco más de tiempo, repaso todos los que pueda, me gusta leerte pero voy muy despacio, esta historia te aseguro que existe en la realidad y la he vivido muy de cerca, es lamentable que haya personas que jueguen que el sentimiento humano.
    Buena solución, la verdad siempre triunfa.
    Tienes correo.
    Un abrazo.
    Ambar

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