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jueves, 1 de agosto de 2013

AMOR SIN BARRERAS.

Mis dos hermanas mayores eran altas y hermosas, como diosas griegas.
Su pelo era color de trigo maduro y su piel blanca como los pétalos de las magnolias.
Esto suena como el comienzo de una novela cursi, pero créanme que, aunque tal vez exagero un poco, me acerco bastante a la realidad. Por lo menos, a como yo la veía entonces.
Porque al compararme con ellas no podía dejar de preguntarme qué herencia nefasta, qué misterio genético había influido para que yo fuera bajita y morena como un gnomo.
Durante años, mis crueles hermanas me tuvieron convencida de que yo había sido comprada en un circo. Mis padres no eran los de ellas, sino una pareja de gitanos encargada de cuidar a los elefantes.
Lo peor es que no solo era morena, sino también velluda. Mi mamá, creyendo consolarme me repetía : "Crecerá el membrillo, botará el pelillo".
Un viejo refrán que en lugar de reconfortarme, hacía que me sintiera aún más acomplejada por mi fealdad.
Y tal vez porque los muchachos de mi edad no me hacían caso y necesitaba urgentemente un objeto de adoración, me enamoré del tío Marcos.
El era primo de mi papá y aunque un poco menor, era su amigo desde la infancia.
Vivíamos en una parcela en las afueras de la ciudad y como es natural, en los Veranos atraía muchas visitas. El que se aparecía con más frecuencia, era el tío  Marcos.
A mis hermanas, las beldades, les acariciaba las mejillas con un deleite algo sospechoso.
A mí, me daba un billete para que me comprara un helado.
Pero, yo lo amaba en secreto. Me había robado su fotografía del álbum familiar y antes de dormirme, la cubría de besos.
Para mi propia sorpresa, lo seguí amando a través de los años. Incluso, cuando dejé de ser fea.
Porque, tal como había predicho mi mamá, "creció el membrillo y botó el pelillo".
Un día cualquiera, el espejo me devolvió la imagen de una morena graciosa, con holluelos en las mejillas . Y ser bajita no perjudicaba la armonía de mi figura.
A su debido tiempo, mis hermanas decoraron las páginas sociales y posteriormente, se casaron.
A pesar de sus refinadas crueldades, las eché de menos.
Porque hacía tiempo que había conquistado la confianza en mí misma y ya nadie me iba a convencer de que provenía de algún circo.
En las fiestas, los muchachos que antes me habían ignorado me susurraban piropos en la oreja. Yo, de todos me reía, porque en mi corazón seguía guardando inalterable, mi amor por el tío Marcos.
El se había casado y ahora nos visitaba acompañado de la tía Nancy.
Ella era simpática y divertida. Daba grititos de niña y todo le parecía "divino".
Mientras, yo había cumplido los dieciocho años sin haber tenido nunca un novio.
Mis padres me miraban preocupados y en la mirada de mis bellas hermanas ví resucitado el antiguo desdén.
Ante sus preguntas, yo sonreía asegurando que aún no había encontrado a "mi príncipe". Pero, mientras lo decía, la seductora cara del tío Marcos me miraba desde las cuatro esquinas de mi corazón.
Un día supe que se había separado. Mejor dicho, la tía Nancy lo había abandonado para correr  detrás de alguien más "divino" todavía...
Llegó, destrozado a refugiarse a nuestra casa.
Quería, sobre todo, huir de la maledicencia y del deleite venenoso con que en los círculos sociales se comentaba su infortunio.
Yo lo acompañaba en silencio a caminar por el campo.
 El exhalaba, de tanto en tanto, profundos suspiros melancólicos... Yo lo miraba y suspiraba por él.
Pero, tuve la paciencia de esperar que de a poco sus heridas cicatrizaran y recuperara su alegría de vivir.
Un día, dejé bruscamente de llamarlo tío. Lo miré a los ojos y le dije sin preámbulos:
-Marcos, creo que ya es tiempo de que sepas que te quiero.
El se quedó mudo, pero luego reaccionó en una forma inesperada y maravillosa.
Me tomó en sus brazos y me respondió:
-¿Por qué crees que estoy aquí sino por eso?
El Amor es bien cursi, en realidad.
 Lo bueno es que los enamorados no se dan cuenta y se creen los más originales del mundo.




3 comentarios:

  1. Cursi, inesperado, hermoso y cuando es correspondido...Divino, solo que en la realidad de hoy las separaciones seguidas de rencores y celos, que ni son felices ni dejan ser a los demás, están a la orden del día.
    Curiosa unión, ahora Marcos era primo y yerno del padre de la morenita.
    Un abrazo.
    Ambar

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  2. ¡Hola Lillian! Mira que yo soy un forofo de los finales felices pero por una vez como que el final no me cuadra en esta historia. Pero estuvo interesante.
    ¡Que tengas un saludable agosto!

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  3. que dilema
    el amor siempre es eso una incógnita...nunca se sabe donde anclará...
    saludos amiga!

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