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viernes, 19 de abril de 2013

AMOR TARDIO.

El aviso que contesté decía: "Se arrienda pieza con baño exclusivo a universitario o persona que trabaje afuera".
Era un edificio antiguo, pero bien mantenido, a dos cuadras del Metro.
La dueña se llamaba Amalia. Era una mujer viuda, de agradable aspecto. Sus hijos "de la noche a la mañana, habían abandonado el nido". Así dijo ella, un poco cursi, la pobre.
Pero le caí en gracia y cuando supo mi apellido, se le iluminó la cara.
-¡De San Fernando, mi tierra!- exclamó nostálgica.
Me arrendó la pieza sin vacilaciones. Creo que lo que más le gustó de mí fue que saliera temprano y volviera tarde.
A veces, al regresar, la veía en el comedor y me llamaba para ofrecerme té. Le pesaba la soledad y sus inquilinos éramos, en realidad, su única familia.
Le conté que soy separada, sin hijos, pero evité entrar en detalles. De todas formas, ya pasaron varios años y la herida se cerró.
(Le dieron cinco puntos de sutura a mi corazón, para frenar la hemorragia. Quedó una cicatriz, que a veces me arde, todavía...Pero, nadie puede verla y llevo una máscara sonriente, tan adherida a la piel que ya ni yo misma sé lo que hay debajo.)
Una tarde, la dueña me avisó que llegaba otro pensionista. Un joven que venía de provincia, a estudiar a la Universidad.
Días después, me lo topé en la cocina. Yo iba en bata, a prepararme una taza de té y pudorosa, me cerré el escote sobre el pecho. Pero, él no pareció interesado.
Tendría apenas veinte años y con aire displicente, pelaba una naranja, acodado sobre el mesón.
 Me presenté sonriendo: Laura. Y él respondió: Adrián, mientras chupaba un gajo.
Me pareció buenmozo y su juventud me conmovió extrañamente. Había algo de candor en su frente y los suaves rizos de su nuca, invitaban a una caricia.
Amalia le tomó cariño. Seguramente veía en él a sus hijos ausentes.
Y yo...¡Ay! ¡Quisiera poder decir que también despertaba en mí sentimientos maternales.
Pero sabía que la turbación que me provocaba su presencia era de índole bien distinta.
Un día lo vi leyendo "El guardián en el centeno" de Salinger. Entusiasmada, le comenté algunos detalles y me apresuré a ofrecerle "Nueve cuentos".
Vi que me miraba con otros ojos. "¡Después de todo, no es tan vieja!"!habrá pensado, seguramente.
En la soledad de mi dormitorio, borré de mi cara, con cierta dificultad, la eterna sonrisa que me hace ver más joven y que esconde mi amargura.
El espejo, automáticamente me recordó mis cuarenta y ocho años.
Pero, volviendo a sonreír, levanté la barbilla y adopté ese aire optimista que todos me conocen. El tiempo retrocedió por arte de magia.
(¡No debo dejar que el espejo traidor me tome desprevenida!)
(Es como un charco de agua oscura, en el que se ahogó mi juventud, sin dar un grito...)
La llegada de Adrián había traído un elemento nuevo a mi vida.
 Me sentía inquieta, espiaba sus entradas y salidas. El ruido de sus pasos en el pasillo alteraba los latidos de mi corazón.
 ¡A nadie le habría confesado aquel delicioso secreto que me avergonzaba y me hacía estremecer!
Una tarde quedó de pasar a mi pieza a recoger el libro de cuentos.
Compré flores y dejé a la vista, como casualmente, una caja de bombones...
Lo esperé hasta pasadas las diez. Luego entendí que ya no vendría.
Sentí un odio mortal hacia mí misma.
Me paré frente al espejo y me arranqué a tirones el collar que me había puesto. Las cuentas rodaron por los rincones.
-¡Vieja! ¡Vieja!- le grité a mi imagen y terminé llorando sobre la cama.
Al final, me quedé dormida sin desvestirme y recién pasada la una, escuché sus pasos en el vestíbulo.
Le dije a Amalia que me iba a vivir con mi hermana y a fin de mes, dejé la pensión.
Es la primera vez que hablo de esto. Y no lo volveré a hacer nunca más, se los aseguro.

4 comentarios:

  1. Hola Lilly.
    Realidades de la vida?, quien sabe.
    Después de unos cuantos días ausente de visitar y comentar vuelvo a visitar tu espacio, leerte y disfrutar de tus letras, dejando mi huella con un abrazo.
    Te deseo un buen fin de semana
    Ambar

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  2. Lo que no se puede
    no se puede forzar
    lo forzado a la larga solo trae dolor...
    vaya que si!

    saludos!

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  3. Dice Maria Teresa Gonzalez:
    ¡Qué prolífica eres! Me dejas pillada... No alcanzo a leer toda tu producción mensual. ¡Voy siempre atrasada!

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