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lunes, 18 de febrero de 2013

VENGANDO A CELINA.

Arrojaba los días por sobre mi hombro, como un puñado de arena.
Sentada en la orilla de la Vida, como al borde de un muelle, veía pasar los barcos a lo lejos y miraba el agua, por si llegaba alguna botella con mensaje.
Quizás en otro muelle, alguien miraba el agua como yo. Pero no podía saberlo.
Por eso, no dije que no cuando la Casualidad me hizo de golpe, la más extraordinaria de las ofertas.
Vivir una vida que no era la mía.
¿Cómo rechazar aquella aventura que venía sin que la buscara, porque yo nunca habría tenido el valor de romper por mí misma, la monotonía de mi existencia?
Todo empezó un día, a bordo de un bus que se iba quedando vacío, mientras nos acercábamos al terminal.
Yo iba sentada junto a la ventanilla, mirando los colores del atardecer: violeta, rosado, verde limón, mientras se iban encendiendo los faroles de las calles.
Era la hora que más me gustaba, porque señalaba el final del día.
La angustia se iba apaciguando y el corazón parecía flotar en un agua mansa que lo mecía con un vaivén de sosiego.
Muchas tardes tomaba el bus. Viajaba hasta el terminal y luego volvía.
Rodeada de tantos rostros anónimos, no me sentía sola. Y el paseo era lo suficientemente largo para dejarme frente a mi casa cuando ya era de noche.
Iba, como les decía, mirando por la ventanilla, cuando de repente sentí que algo me tiraba. Era como una fuerza que me obligaba a volver la cabeza hacia el interior del bus.
Dos asientos más allá, un hombre me miraba fijamente.
Tenía una expresión extraña, como la de alguien que ve un fantasma añorado y no sabe si salir huyendo, presa del pánico, o acercarse y entrar en contacto una vez más con el ser querido que ha vuelto desde el Más Allá.
 Su lucha cesó de pronto y se levantó del asiento, sacudido por un violento temblor.
-¡Celina!- exclamó- ¡Celina!  ¿Es posible que seas tú?
No, no era posible, porque me llamo Marta.  Y además, estaba segura de que jamás lo había visto antes.
Pero guardé silencio y lo miré, a la expectativa.
El se sentó a mi lado y tomó mi mano, mirando con devoción cada dedo, cada trozo de piel.
Quise retirarla, humillada, porque hacía tiempo que había perdido la tersura de la juventud.
Pero, él me lo impidió y la apretó contra su pecho, como quién recupera un tesoro que ha estado mucho tiempo sumergido en las profundidades del mar.
-¡Celina!- repitió- ¡Si supieras cuantos años llevo buscándote! ¡A cuanta gente le he preguntado por ti!  Fui varias veces a tu pueblo, pero siempre recibí la misma respuesta: que te habías ido y nadie sabía a dónde.
Mi cerebro trabajaba intensamente. Pero no me decidía a sacarlo de su error.
Algo en sus ojos, cargados de ansiedad, me retenía. Además, lo insólito de la situación me resultaba de lo más cautivador.
Así es que guardé silencio, en espera de lo que venía y sin saber por qué, tal vez asaltada por el recuerdo de mis propias ilusiones perdidas, solté dos lágrimas, que lo dejaron consternado.
-¡Celina!- trató de abrazarme y me resistí- ¡Ya sé que es difícil que puedas perdonarme! Actué como un cobarde. Te dejé sola cuando más me necesitabas. Pero lo he pagado con el dolor de todos estos años y la impotencia de no poder encontrarte para pedirte que me perdonaras....
Lo dejé hablar, porque escuchándolo, se me iba aclarando la situación. Y la triste historia de Celina empezaba a tomar cuerpo en mi mente.
¡Así que la había abandonado y ahora imploraba su perdón!
-¡Cínico, más que cínico!- exclamé en mi fuero interno-El daño que le hiciste a ella, que me hiciste a mí, mejor dicho, porque ahora yo soy Celina, ese daño no se borra ni con ruegos ni promesas.
-¡Años me los pasé llorando, sin aceptar tu abandono! Mientras tú te solazabas junto a la otra, yo estaba sola, prisionera de tu amor. Fui incapaz de pensar en otro que no fueras tú. Perdí mi juventud añorándote. Y ahora el espejo me devuelve la imagen de una mujer marchita...
Me sentía totalmente identificada con Celina, lo que me hacía revivir mi propio fracaso.
Así es que me puse a llorar a sollozos  y con rabia, solté mis manos de las suyas.
Intenté levantarme del asiento, pero él me retuvo.
-¡Celina!  ¡No me dejes ahora que te he encontrado! Estoy tan solo... Mi pasión por esa mujer fué efímera.    Y luego, me pasé todos estos años buscándote. ¡Aún es posible rehacer nuestras vidas!
Volví a sentarme y me quedé en silencio, maquinando el desquite.
El me miró esperanzado. Seguramente creyó que reflexionaba en la posibilidad de perdonarlo.
Lo dejé que se engañara.
Alcé la cara y le sonreí débilmente, entre mis lágrimas.
Emocionado, volvió a cogerme de las manos y suspiró:
-¡Gracias, querida!  ¡Gracias por ser tan generosa!
El bus, ya vacío, había llegado al terminal.
Nos bajamos y él llamó a un taxi, para ir a dejarme a mi casa.
Le di una dirección falsa y le permití que me acompañara hasta la puerta de una casa cualquiera, en un barrio desconocido.
-¡Déjame hasta aquí, por favor!- le pedí en un susurro- Ya es tarde y no quiero dar pie para que hablen los vecinos.
-¿Puedo venir a buscarte mañana?
-Sí, mi amor. Ven a las seis. ¡Te estaré esperando!
Cuando me sentí segura de que se había alejado lo suficiente, me encaminé al paradero de buses y tomé uno en dirección a mi casa.
Esa noche dormí sin necesidad de somníferos.
Y al cerrar los ojos, en la oscuridad, le sonreí a Celina.
Sentí que juntas nos habíamos desquitado.

2 comentarios:

  1. Estoy en el momento en que se saborea el cuento...
    Ella empieza diciendo:
    "Arrojaba los días por sobre mi hombro, como un puñado de arena.
    Sentada en la orilla de la Vida, como al borde de un muelle, veía pasar los barcos a lo lejos y miraba el agua, por si llegaba alguna botella con mensaje.
    Quizás en otro muelle, alguien miraba el agua como yo. Pero no podía saberlo.
    Por eso, no dije que no cuando la Casualidad me hizo de golpe, la más extraordinaria de las ofertas.
    Vivir una vida que no era la mía..."
    Es un texto delicioso... el ir y venir del bus sin más nada que hacer sino eso...subyugante, la confusión con Celina...sorprendente...¿pero si resultara que el pasajero no hubiese sido tan cínico sino mas bien amoroso, y tomando la frase de ella "hubiera vivido una vida que no era mia" y dulcemente encuentra un amor suplantado en vez de un vaiven del bus o una venganza...?
    Lo que pasa es que después veo a Marta, triste,disfrutando los atardeceres, nostálgica, solitaria, a mi me deja un sabor melancólico de esos que quedan en el corazón, cuando un personaje tan hermoso queda vagando para siempre en la nada de un bus...
    Hermosa narrativa Lilly, como siempre.

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