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jueves, 7 de febrero de 2013

REFLEJOS DE AMOR.

Favio:
En el lugar donde estoy, solo hay gente joven.
Veo pasar a mi lado adolescentes suicidas, muchachos pálidos que murieron de alguna enfermedad innombrable y  niños melancólicos que no tuvieron la oportunidad de crecer y vagan por aquí, buscando algún juguete con qué entretener las horas...
Yo viví con asma crónica. Sobrevivir fue para mí, trabajoso y angustiante. Un día dejé de respirar y eso fue todo.
Me encontré en este lugar, que es como un bosque o una ciudad, no sé bien como definirlo.
A veces es una cosa y luego otra, dependiendo de la opacidad de la niebla que lo envuelve todo.
He terminado por comprender que estamos aquí en espera de la verdadera Muerte.
Que por ser tan jóvenes, se nos ha permitido no morir aún del todo y piadosamente nos dejan suspendidos en esta especie de limbo.
Podría haber aquí suficiente locura y dolor traídos por los que llegan.
Sin embargo, hay un sosiego dulce que nunca antes conocimos.
Desde lejos nos llega el rumor del mar que lame serenamente los pilotes del muelle.
Cada tanto, viene un barco y se suben a él los que ya están preparados para partir.
Cerraron sus heridas, calmaron sus dolores, creo yo. O sencillamente, se resignaron a haber muerto sin conocer la Vida.
Pero yo no me resigno.
Viví hasta los veinte años sin haber amado nunca. Eso es lo que más me duele.
Yo era poeta y me imaginaba el Amor con más fuerza y pasión que otros, tal vez.
Pero nunca pude vivirlo.
Si me ahogaba, si respirar era para mí un asunto laborioso ¿cómo acercarme a alguien para inspirar su amor?

 Olga:
Hace días que la tristeza no me abandona ni un instante.
Cuando duermo, mis sueños son tristes. Y cuando despierto, la Melancolía se apodera de mí, ávidamente.
Ha estado esperando a los pies de mi cama, a que abra los ojos. Y apenas me ve hacerlo, me aprisiona entre los pliegues de su manto. Y así, atravieso el día como envuelta en una niebla que me aísla de la gente.
Antes pensaba que los seres tristes éramos los elegidos. Pertenecíamos a una especie de aristocracia del alma y llevábamos como señal, una estrella azul tatuada sobre la frente.
Por ella, nos reconocíamos en la calle y una leve sonrisa cómplice acudía a nuestros labios.
Pero me cansé de esta tristeza inútil.
Quisiera despertar un día y sentirme liviana y jubilosa. Recibir la tibieza del sol y caminar erguida, buscando la mirada de otros ojos.
Quisiera amar.

Favio:
He descubierto que hay una brecha entre los árboles que me permite mirar el mundo de los vivos.
Si elijo un insterticio entre dos troncos de ciprés, puedo observar la habitación de una joven llamada Olga.
Sé su nombre, porque he oído cuando la llaman desde otro cuarto.
Si es de noche o si llueve, ella se sienta junto a la ventana.
Pero, si brilla el sol, cierra las cortinas, porque no quiere mirarlo.
Ha elegido estar triste y pienso que eso la hace feliz. ¿Cómo será sentirse feliz por estar triste?
Ella no sabe que la observo desde este lado.
Cuando se mira en el espejo, detrás de él estoy yo, mirándola a ella.
Es linda y es dulce.
Quisiera poder hacer algún ruido, darle una señal que le advirtiera mi presencia.
Ahora que no lucho por el aire para poder vivir, podría enamorarme de ella. Tomarla entre mis brazos y arrancarla de esa melancolía  en la cual derrocha su juventud.

Olga:

Desde hace días, siento que no estoy sola cuando creo estarlo.
Que al mirarme al espejo, otros ojos me miran desde detrás de los míos.
Siempre he pensado que los espejos son mágicos. Que en el fondo de su agua plateada, hay un país sumergido, como los castillos y ciudades que dicen que hay en el fondo del mar.
¿Hay alguien que me mira desde un mundo que existe al mismo tiempo que el mío?
Hoy apreté la palma de mi mano contra el espejo y sentí claramente la tibieza de otra palma adherirse a la mía.
¿Quién eres tú? Sé que estás ahí. ¡Si pudieras hablarme!

Favio:
Ella ha descubierto mi presencia y permanece horas inmóvil frente al espejo.
Si alguien la viera, pensaría que habla consigo misma, pero yo sé que me está hablando a mí.
Ayer, mientras ella dormía, logré empañar el espejo con mi aliento y escribí en él mi nombre.
Cuando despertó, se mostró sorprendida y luego contenta. ¡Nunca la había visto sonreír! Pensé que era un rayo de sol que brillaba sobre su cara.
Repitió despacito: Favio.
Acercó sus labios al espejo. Yo oprimí  contra él los míos y nos besamos largamente.
¡Ahora sé lo que es el Amor!

Olga:
El se llama Favio y sé que me escucha cuando le hablo.
Ayer, por un instante maravilloso, vi su cara superpuesta al reflejo de la mía. Alcancé a verlo claramente. Es un joven pálido, de cabellos negros.
Su imagen permaneció flotando un momento en la superficie del espejo y antes de que se borrara, su boca moduló dos palabras: Te amo.
¡Me sentí tan feliz!
Descorrí las cortinas de mi ventana y el sol entró a raudales, expulsando las sombras de los rincones.
Me sentí flotar, como si en mi espalda hubieran brotado alas.
¡Creo que estoy conociendo el Amor y es mejor que todo lo que existe en el mundo!

Favio:
Hoy llegó el barco y supe que estoy en la lista de los pasajeros.
¡Me pareció tan lógico!
La frustración de no haber amado nunca ya desapareció de mi corazón.
Ahora estoy tranquilo y ha llegado la hora de que emprenda el viaje.
Me asomé por última vez entre los troncos de los cipreces.
Ella dormía. Con mi aliento, empañé el espejo y escribí una palabra : ¡Adiós!

Olga:

Favio se ha ido.
Lo supe esta mañana, incluso antes de leer su mensaje en el espejo.
Fue cuando sentí que la dulce presencia que me había acompañado en este último tiempo, ya no estaba conmigo.
Pero, no sufro.
Al contrario, estoy feliz.
Siento que gracias a él, salí del hondo pozo de tristeza en el que vivía sumergida.
Hay algo allá afuera que se llama Amor. ¡Y es imprescindible que yo vaya a buscarlo!

1 comentario:

  1. Nóstálgico y suave Llilian, me encantó esta frase:

    "Antes pensaba que los seres tristes éramos los elegidos. Pertenecíamos a una especie de aristocracia del alma y llevábamos como señal, una estrella azul tatuada sobre la frente."

    saludos afectuosos

    María Elena.

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