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lunes, 18 de febrero de 2013

EL ANILLO DEL DESAMOR.

Todas las tardes, él pasaba a buscarla a la tienda donde ella trabajaba y se iban de la mano, recorriendo lentamente las calles, en la frescura del anochecer.
Laura lo amaba.
Cada uno de los rasgos de su cara la anegaba de emoción.
Su pelo oscuro, con esa forma tierna que tenía de rizársele en la nuca.
 Sus ojos...
El se reía cuando ella le decía que eran como pedacitos de terciopelo oscuro.
Y sus labios llenos, curvados en las comisuras por un rictus levemente irónico. Como si ya viniera de vuelta de todas las cosas.
-¡Tú también eres linda!-le respondía Julio, sonriendo ante sus apasionadas frases- ¡Y te quiero!
Esto último lo añadía al ver en los ojos de Laura la insatisfacción que le provocaba la inexpresividad de su amor.
Un día pasaron por frente a una tienda pequeña.
Era más bien un baratillo, en cuya vitrina se exhibían los más diversos objetos: Muñecas, pañuelos abigarrados, cajitas de plástico que imitaban cristal...
En una bandeja, había varios anillos de fantasía.
-¡Mira, Julio!  ¡Qué lindos!  Sobre todo ese, con la piedrecita roja.
-¡Vamos!- respondió él, conduciéndola al interior de la tienda. Y sin vacilar, le pidió a la dueña que le mostrara el anillo que le gustaba a Laura.
-¡Qué niña tan intuitiva!- observó la mujer- ¿Cómo adivinó que éste es un anillo mágico?
Julio le respondió en tono de burla:
-¡No se preocupe!  ¡Si se lo vamos a comprar!  No es necesario que le atribuya un valor agregado.
La mujer, que se veía vieja, pero que tenía una risa sorprendentemente joven, lanzó una carcajada y lo miró con cierto desprecio.
-No es más que la verdad. La magia de este anillo solo pueden percibirla los verdaderos enamorados.
Julio se calló, molesto, y se volvió hacia Laura.
-¿Te lo quieres probar?
Ella lo puso en su dedo, donde se ajustó perfectamente, como hecho a la medida.
La piedra roja, que imitaba un rubí, lanzó un destello como el llamear de una brasa y luego retomó el modesto brillo que le otorgaba el azogue. Solo era un trozo de vidrio y no podía pedírsele mucho más.
Laura salió feliz con el anillo y Julio no lamentó el gasto de unos pocos pesos. Pensó que la mantendría calmada, por algunos días, de su eterna exigencia de demostraciones de amor.
Esa noche, Laura quiso quitárselo, pero lo sintió tan ajustado en su dedo, que desistió de su intento y se durmió con él.
No podía olvidar lo que había dicho la vendedora. Que ese anillo era mágico.
¿Y si fuera verdad?
¿Acaso concedería un deseo, como pasaba en los cuentos?
Si así fuera, ella pediría una sola cosa: Que Julio la amara para siempre.
Se durmió pensando en eso y al día siguiente, a la hora de la colación, anduvo casi corriendo las pocas cuadras que la separaban de la pequeña tienda.
Acodada en el mostrador, estaba la dueña.
Esta vez, Laura la miró con curiosidad, porque había en ella una mezcla de juventud y vejez, como si se tratara de una hechicera, sin edad ni tiempo. Y en sus ojos brillaba una sabiduría ancestral.
-Señora- le pidió con cierta vacilación, temiendo parecerle ingenua- quisiera que me explicara lo que dijo ayer sobre la magia de este anillo....Porque no puedo quitármelo.
-¿Quieres saber la verdad?- le preguntó ella, mientras se dibujaba en sus labios una sonrisa melancólica -Es cierto que es mágico y lo llamo El anillo del Desamor.
-¿Y qué significa eso?
-Que no podrás quitártelo, mientras el que te lo regaló te siga amando. Pero si un día te traiciona, se soltará de tu dedo con entera facilidad. Por eso lo he llamado así.
Laura la miró, atemorizada.
-¡No te aflijas, niña! ¿Acaso no estás segura de que él te ama? Llévalo en tu dedo con confianza y sé feliz. ¡Todo lo feliz que la Vida te permita serlo!
Esto último lo agregó con un tono de escepticismo que a Laura le pasó desapercibido.
Pero, una vaga inquietud la acompañó durante un tiempo.
Se sorprendía comprobando si el anillo estaba más suelto en su dedo. Si de un día para otro, ya no se ajustaba tanto que le impidiera quitárselo....
Pero, se tranquilizaba al notar que nada había cambiado y le parecía que la piedrecita roja titilaba como una estrella, cada vez que Julio la miraba con ternura.
Hasta que un día, empezó a notar que él había cambiado.
Que sus ojos rehuían los suyos y que un leve mohín de fastidio alteraba sus rasgos cuando ella le reprochaba su frialdad.
-¡Son ideas tuyas, Laura!  ¡Siempre tan desconfiada! ¿No te he demostrado de mil formas que te quiero?  ¿No te compré ese anillo como símbolo de mi amor?
En ese preciso instante, el anillo se deslizó del dedo de Laura y cayó en la vereda, tintineando.
Ella se quedó inmóvil, mirándolo aterrada.
Pero Julio se agachó rápidamente a recogerlo.
Le cogió la mano, para volver a ponérselo, pero ella retrocedió, con una expresión acusadora en su cara. Estaba pálida y temblaba visiblemente.
-¿Qué te pasa?  ¿Por qué no quieres ponértelo?
-Ya no lo quiero, Julio. ¡Quédate con él!
Y echó a correr, sollozando.
El no hizo ademán de seguirla.
Por un momento, pareció confundido y se quedó en la esquina, dando vueltas el anillo entre sus dedos.
El trozo de vidrio rojo, que imitaba a un rubí, lanzó un destello, como una brasa que se apaga y de golpe perdió todo su brillo.
Julio lo encontró deslucido y ordinario y tras un momento de vacilación, lo arrojó a la cuneta.
Su nueva conquista merecía algo mejor.

5 comentarios:

  1. Increíble, como a veces podemos dejar pasar detalles que dicen tanto y son casi imperceptibles, el leguaje secreto del alma al que no le hace falta anillos que lo definan, un gesto, una palabra una mirada, miles detalles en los que no ponemos atención y nos hablan en cada instante de la vida.
    No he podido leer todas, pero volveré, yo, ando muy despacio y tú, escribes copioso, pero disfruto de leerte aunque sea con retraso.
    Un abrazo.
    Ambar.

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  2. Que original el recurso del anillo, me ha encantado mucho este cuento, es dulce,con una prosa ligera y pausada que te caracteriza. Obviamente Laura andaba endulzada con Julio, él no tanto, sus labios causaban sospechas. No se sabe si fue el anillo o su superstición lo que los separó...o la vieja de la tienda. Super agradable de leer...Lo sencillo deja el sabor de lo que se disfruta.
    Un abrazo Lillian

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  3. Dice Waldemar Guzman:
    Muy interesante tu cuento. Me sentiría mal teniendo un anillo de esos, sería como jugar al doble o nada. Podría probar con un anillo que cambie colores segun la intensidad de la pasión, y que lo tengan ambos. Saludos, Waldemar.

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  4. me hace enorme sentido este relato...fácil es dejarse engañar , pero lo peor es engañarse uno sola...
    bueno de algo me sirve esta reflexión cuando uno siente que una cuerda no se debe estirar por mucho tiempo aunque el romperse igual duela...y la vida sigue al fin ...

    muy interesante , mi saludo cordial!

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