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lunes, 25 de febrero de 2013

AMIGAS.

Isabel marcó el número de teléfono de Verónica, para preguntarle si podía ir a verla.
A veces contestaba la mucama y le decía que la señora tenía visitas.
Entonces, Isabel, vagamente humillada, dejaba pasar una semana sin volver a llamar.
Pero en esa ocasión contestó Verónica.
-¡Por supuesto, me encantará que vengas a tomar un trago conmigo!
Isabel apagó el computador y descolgó su abrigo del perchero. Con desaliento se fijó en lo gastados que estaban los puños.
-¡Hasta mañana, señorita Isabel!- le dijo el conserje- ¡Ojalá alcance a llegar a su casa antes de que empiece a llover!
Pero, apenas pisó la vereda, empezó a caer una lluvia torrencial.
Las delgadas suelas de sus zapatos dejaban pasar el agua y sintió que sus pies se helaban.
¡Ojalá que Verónica hubiera mandado encender la chimenea del salón!
Le abrió la mucama y echó una mirada crítica a sus zapatos embarrados. También su viejo abrigo fue colgado con desdén.
Verónica salió a recibirla con una copa en la mano. Sus mejillas estaban rojas.
-¡No pude esperar a que llegaras para servirme un trago!  Pero, te preparo el tuyo en seguida. -¿Y tu marido?-preguntó Isabel, para llenar un silencio incómodo.
Desde que Verónica se había casado con un empresario, mientras Isabel continuaba en su trabajo de recepcionista, los temas de conversación se habían hecho más escasos. 
-¡Oh! Pablo...Seguro que estará en alguna reunión de negocios. Pronto llegará.
Pero su voz sonaba poco convincente y se percibía en ella un dejo de amargura.
-¿Y has comprado algo lindo, últimamente?
-Sí, algunas cosas. ¿Quieres verlas?
Con los vasos en la mano pasaron a una habitación cuyos muros estaban revestidos de armarios.
Verónica abrió uno y mostró una hilera de elegantes vestidos. Isabel pensó que con el precio de uno solo podría ella cubrir el arriendo de su departamento.
-Hay algunas cosas que ya no me pongo. No sé si querrías...
Se interrumpió, como temiendo ofenderla. Pero Isabel había aprendido hacía tiempo que el orgullo y la pobreza no van del brazo por la vida.
Verónica eligió al azar una fina chaqueta y la instó a que se la probara.
Le dijo que le sentaba de maravilla y llamó a la mucama para que se la envolviera.
Esta la tomó en silencio y al salir, echó una mirada desdeñosa al sencillo vestido de Isabel.
Esta captó el desdén de la mujer y se sintió humillada.
Cuando se despidió, había dejado de llover.
Eran más de las nueve. ¡Le costaba tanto irse de ahí!  El fuego de la chimenea, las mullidas alfombras...Todo parecía retenerla, demorando el momento de enfrentar su realidad.
Mientras caminaba hacia su casa, apretando contra el pecho la chaqueta regalada, enumeraba en su mente las cosas que había visto:
Las lámparas de cristal, los búcaros llenos de rosas recién traídas de la florería, los closets repletos de vestidos espléndidos...   Y no pudo evitar que el resentimiento y la envidia destilaran veneno en su corazón.
Pero fue solo un segundo. Se impuso el cariño que sentía por Verónica y la preocupación que la embargaba al notar cuanto licor había tomado su amiga durante la tarde. ¡Y lo sobrexitada que se veía!
Verónica, mientras, se sentó en un sillón, con los ojos fijos en el reloj que, inexorable, avanzaba hacia la siguiente hora. Pronto serían las diez y Pablo de nuevo faltaba a comer sin avisarle...
La casa estaba en total silencio, después de la partida de Isabel.
 No pudo evitar sentir envidia de su amiga.
Se la imaginó contenta caminando a su casa. Libre de hacer lo que quisiera. Parada aún frente a la puerta que le abría el porvenir.
En cambio, la suya ya se había cerrado a sus espaldas. Y sentía que no tenía mucho más que esperar.
La soledad la envolvió como una manta sofocante que le impedía respirar.
Escuchó el ruido que hacía Zunilda, preparando la vajilla del desayuno. Y con el pretexto de hacer la lista del Supermercado, se dirigió a la cocina.
Allí por lo menos, tendría a alguien con quien hablar....  

4 comentarios:

  1. Lo peor es tratar de vivir la vida de otro...
    desconforme con lo que se tienen jamás se encuentra la felicidad ...ya sabemos ella nunca depende de lo que tengamos sino de lo que realmente valoramos en nuestro interior...

    un abrazo grande!

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  2. Waldemar Guzman opina:
    He leído este cuento y El diario de Maribel.
    Escibes bién y fluído, en sentido holístico, que no resalta la personalidad del escritor.

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  3. Si, la vida suele ser así de cruel, el que tiene poco quiere tener más y el que más tiene no es feliz, en cada vida hay una mezcla de amarguras y alegría que no nos permiten conseguir la felicidad un poco más completa.
    Como dice el amigo José, el dibujo está muy bien, no me percaté de que hicieras tú, los dibujos.
    Un abrazo.
    Ambar.

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