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lunes, 26 de noviembre de 2012

LAURA.

Laura oprimió el botón de acceso al computador y digitó la clave que solo ella conocía. De inmediato, apareció en la pantalla el logotipo del Archivo General y se aprestó, como cada mañana, a ingresar los datos recogidos la tarde anterior.
Su trabajo era monótono, pero lo sabía importante. Ella era una pieza más de la enorme maquinaria del Ministerio de Bienestar Integral, pero tenía conciencia de que su labor era vital para el desarrollo de los planes del Gobierno.
En la vasta sala iluminada por tubos de neón, trabajaban otras treinta jóvenes parecidas a ella.
Laura pensó que las seleccionaban cuidadosamente, para que formaran un conjunto armónico. Todas eran rubias, de hermosas facciones, serenas y atentas únicamente a las pantallas de sus computadores. Pasaban las horas ingresando los datos que llegaban de otras oficinas remotas. Tal vez desde otros planetas. ¿Cómo podía ella saberlo?
 Laura notó que ninguna de sus compañeras la miraba. Pero, ella recorrió ansiosamente sus rostros, buscando un gesto amistoso que la rescatara de su aislamiento.
Una vaga desazón crecía en su pecho. Una extraña inquietud la turbaba desde hacía tiempo.
A través de los vidrios del ventanal vio los altos árboles cubiertos de un delicado follaje color esmeralda. La Primavera había pasado sobre ellos, derramando su magia.
¿Sería eso lo que la distraía de su trabajo y amenazaba su eficiencia?
Se sentía distinta al resto de sus compañeras.
Las veía tan mecánicas, tan deshumanizadas en su actitud imperturbable. Nada las distraía de las pantallas de sus computadores, que centelleaban frente a ellas sin cesar.
¿Es que ninguna experimentaba esa lasitud y esa sed de algo nuevo que estremecía a Laura?
Respiró hondo y se abocaba de nuevo a su tarea, apretando el botón decisivo que enmendaría un error, cuando vio abrirse la puerta que comunicaba con el pasillo.
Entró un grupo de funcionarios de la planta superior, escoltando a un visitante desconocido.
Laura tembló. Nunca lo había visto antes, ni siquiera en sus sueños, puesto que no recordaba haber soñado jamás. Pero al mirar su rostro, comprendió que era el hombre a quién podría amar.
Sintió su corazón latir violentamente.
El vacío de su vida desapareció. La ausencia de recuerdos, la imposibilidad de sentir nostalgia. Todo ese hueco sombrío que había existido hasta entonces en su mente, se iluminó de pronto, como si amaneciera después de una noche larga.
Llevaba mucho tiempo sintiendo que no era posible que su existencia se redujera a eso.
 A pasar los días digitando datos, diseñando organigramas, enlazando su trabajo con el de todos esos computadores que operaban al unísono, como los engranajes de una gigantesca máquina.
Ese trabajo automático había ido vaciando su mente de recuerdos y de sueños.
Sólo sabía que se llamaba Laura y que su labor eras vital en el funcionamiento del Ministerio.
Por más que taladraba su cerebro, no lograba rescatar una sola imagen de sus padres ni el menor recuerdo de su infancia.
Todo parecía sepultado bajo una capa de arena que borraba su pasado y convertía su presente en un ancho plano, vacío y estéril.
Pero, ahora, al verlo a él, su vida pareció transformarse.
Se sintió humana y mujer.
 Su hermoso rostro se alteró por la emoción y sus manos abandonaron el teclado y se apretaron contra su pecho.
Vio al grupo de hombres recorrer la inmensa sala. Un funcionario parecía detallar frente al desconocido la actividad que allí se realizaba y las características del personal. El asentía con sonrisa cortés y su secretario tomaba notas.
Laura pensó que debía ser un Inspector que mandaban desde el Gobierno Central.
De pronto, los ojos del grupo se fijaron en ella. Los vio acercarse a su escritorio y una mezcla de temor y de júbilo agitó su corazón.
¿Se habrían dado cuenta de que estaba distraída? ¿Vendrían a amonestarla?
No le importaba. ¡Él se aproximaba y ella tendría la oportunidad de mirarlo de cerca y de escuchar su voz!
El grupo se detuvo frente a Laura. El funcionario que había hablado hasta ese momento, la envolvió en una mirada fría y se la señaló al visitante.
-Este es WH l4. Lo llamamos Laura, un nombre de fantasía, se entiende...Es el prototipo más nuevo que hemos conseguido. Entró en labores hace solo un mes.
-¿Y cómo se comporta?- preguntó el desconocido, clavando en ella sus ojos interrogantes.
-Es muy eficiente, no cabe duda. Sin embargo, hemos detectado un componente inusual. Una serie de reacciones que escapan a los parámetros contemplados anteriormente.
-¿Qué quiere decir?
-No sé, aún no lo descifro. Yo diría que le han agregado un programa de humanidad ficticia que le resta eficiencia a su comportamiento.
Laura no comprendía nada. La monótona voz del funcionario no lograba penetrar en su mente. Ni siquiera la escuchaba, porque los violentos latidos de su corazón la ensordecían.
Sus ojos se clavaban en la cara del hombre más bello que jamás había visto, persiguiendo inútilmente una mirada que correspondiera a su emoción.
En un instante de silencio, se escuchó nítidamente el tic tac de un reloj.
-¡Cómo! ¿Hay aquí una bomba?- preguntó el desconocido, retrocediendo con alarma.
-¡No, señor! ¡No tema! El sonido viene del interior del robot. Algo se ha alterado en su mecanismo.
-¡Ábralo!- ordenó él, con voz autoritaria.
El empleado tocó un resorte en la espalda de Laura y en su pecho se abrió una puertecilla, con un  débil crujido de bisagras.
-¿Qué es esto?- preguntaron algunos.
-¡Es un mecanismo de relojería!-se admiraron otros-  ¿Quién pudo haberlo instalado ahí?
-¡Parece una broma del fabricante! ¡No cabe duda de que imita un corazón humano!
-¡Ya me parecía que este robot tenía una falla en su funcionamiento! ¡Un corazón! ¿Quién habrá sido el gracioso?
-¡Retírenlo de inmediato!- ordenó el inspector, en tono molesto-Se hará una investigación. ¡El prototipo WH l4 queda descontinuado, momentáneamente!

3 comentarios:

  1. A veces pare que así fuera, meros robot, sin corazón ni sentimientos andando perdidos en la vida, triste, pero a veces así lo parece, esperemos que nuestro corazón nunca deje de latir.
    Un abrazo.
    Ambar.

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  2. Lillian Maria:
    Estoy seguro que una vez dijiste que no te gustaba la ciencia ficción. Hoy leo tu historia y me percato con placer que, a pesar de no agradarte, has creado otra pieza que no desentonaría para nada en una antología sobre el tema.

    ¡Encuentro sensacional que nunca dejes de sorprendernos!

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  3. Curiosa mezcla de relato sentimental y futurista. Pero que también podría considerarse actual si lo trasladamos a la insensibilidad de cualquier trabajo, donde apenas somos un número al que explotar convenientemente a cambio de un salario miserable.
    Aquí el robot se muestra más humano (al sentir algo parecido al amor) y en cambio los humanos parecen carentes de sensibilidad y no alcanzan a ver más allá de la maquinaria.
    También sirve el relato para reflejar que quien se aparta un poco del camino férreamente marcado por el sistema, acaba siendo aniquilado. Una gran verdad.
    Pero donde surge una Laura, sin duda aparecerán otras.
    Enhorabuena por el cuento, Lillian. Me ha gustado.

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