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miércoles, 14 de noviembre de 2012

LA MAGIA DE UN BAILE.

(Continuación de "Un baile de Máscaras")
José no quiso seguir trabajando de nochero en el Museo Histórico.
El pretexto fue que se había quedado dormido, pero la verdad era que los extraordinarios sucesos de la noche pasada lo habían dejado muy nervioso.
En vano Don Pedro, el anciano portero, lo tranquilizaba diciéndole que había soñado. José trataba de convencerse, pero no estaba seguro...¡Todo había sido tan real!
Sentía que una atmósfera sobrenatural envolvía la exposición de disfraces. Como si después de cien años, aún flotaran allí los espíritus de los que habían participado en la maravillosa fiesta.
Se iba del Museo esa tarde, cuando llegó Juan, su reemplazante y no pudo evitar hacerle algunas advertencias.
-¡Trata de no quedarte dormido!- le dijo- Mira que aquí los sueños son demasiado reales...O quizás no son sueños, sino fantasmas que te vienen a penar.
Alcanzó a notar que el viejo portero y Juan intercambiaban una mirada burlona y prefirió callarse.
¡Ya vería ese novato lo que le esperaba si no se andaba con cuidado!
Juan, por su parte, se quedó muy tranquilo. No creía en nada que se relacionara con espectros.
-¡De los vivos hay que defenderse, no de los muertos!- le aseguró a Don Pedro - Y si viene algún fantasma, seré yo el que le dé un buen susto a él.
Sacó de su mochila un termos con café y una novela policial.
Decidió que cada una hora se daría una vuelta por el Museo. Con eso bastaría para asegurarse de que todo estuviera en orden. Y el reloj de la Municipalidad lo mantendría despierto con sus campanadas.
Todo iba bien, hasta que sonaron las doce.
-¡La hora de los fantasmas!- murmuró Juan, con acento burlón- ¡A ver si viene alguno a conversar un café conmigo!
Acababa de decir eso, cuando escuchó unos pasos acercándose por el corredor.
De más está decir que todo su valor se evaporó en un segundo y sintió que se helaba de espanto.
Una joven irrumpió en la zona iluminada. Venía disfrazada de dama de la corte del siglo quince, con una peluca empolvada y un traje azul adornado de encajes.
Al ver a Juan, puso cara de enojo y golpeó impaciente las baldosas con su zapatito de raso.
-¡Como? ¿Aún no te has vestido? Ya son más de las doce...¡Yo no sé a qué hora crees que vamos a llegar!
Juan se quedó atónito y miró a su alrededor, pensando que la joven se dirigía a otro. Pero, ella lo sacó de dudas tironeándolo de un brazo y sacudiéndolo como a un monigote.
-¡Bueno!  ¡Ya es muy tarde! Ponte esta capa y este sombrero. ¡Diremos que vas disfrazado de Conde Drácula!
Y sin esperar respuesta, lo envolvió en los pliegues de una gran capa negra y le hundió el sombrero hasta las cejas.
Lo tomó de la mano y Juan la siguió dócilmente.
Atravesaron el pasillo en penumbra y desembocaron en un gran salón iluminado. Desde allí llegaban los sones de una orquesta.
Juan alcanzó a mirar de soslayo las vitrinas donde se exhibían los disfraces. ¡No quedaba ni uno en su sitio!  Los pobres maniquíes desnudos parecían mirarse entre ellos, como avergonzados de su triste papel.
La joven lo arrastró en medio de las parejas que bailaban y perdido en un sueño, Juan se dejó llevar.  No pensó en nada  más.
Las mágicas notas de un vals lo arrebataron, como el oleaje de un mar en el que se hundió sin dudarlo.
A la mañana siguiente, José, que tenía  turno de día para ayudar a Don Pedro, llegó temprano al Museo, porque se sentía inquieto.
-¡Lo más seguro es que tenga que despertarlo!- pensaba, dispuesto de antemano a burlarse del incauto nochero.
Pero, no encontró a nadie.
Las luces estaban aún encendidas y sobre la mesa de la portería vio una taza de café a medio tomar. La mochila de Juan estaba abandonada sobre la silla.
-¡Qué raro! ¿Donde se habrá metido este tontón?
Llegó Don Pedro y juntos iniciaron la búsqueda por el Museo. Todo estaba en orden, pero Juan no aparecía por ninguna parte.
-Quizás algo lo asustó en la noche y se fue corriendo- sugirió José.
 -¡Pero aquí está su mochila!- respondió Don Pedro -Lo más seguro es que vuelva a buscarla y ahí sí que tendrá que inventar una buena explicación.
 Dieron una vuelta más por los pasillos vacíos.
 El sol de la mañana entraba a raudales arrancando brillos feéricos de los disfraces enjoyados.
Junto a una vitrina donde se exhibía un vestido azul de la época de Luis Quince, había una fotografía de tamaño natural de un grupo de asistentes al baile.
Payasos y gitanas, colombinas y arlequines, reían dichosos, olvidados de todo lo que no fuera la magia de aquella noche.
En medio del grupo, la joven que había usado el traje de dama de época, se tomaba del brazo de un hombre envuelto en una capa oscura y con un sombrero hundido hasta los ojos.
 José se detuvo, incrédulo.
-¡Don Pedro, mire!  ¡Es Juan!
-¿Qué dices? Pero, ¡cómo va a ser Juan!  Si esa fotografía la tomaron hace cien años....            
Ambos se quedaron mudos frente al grupo de disfrazados. Don Pedro tuvo que reconocer que el joven de la foto se parecía a Juan.
Pero luego, miró enojado a José y le dijo:
-¡Tú con tus fantasías!  Ya hace días que andas con el asunto de los fantasmas... Me voy a reír de ti cuando en un rato más, aparezca Juan a buscar su mochila.
Pero el día trascurrió sin que llegara.
-¡Seguro tiene miedo de dar la cara!- comentó Don Pedro, malhumorado- ¡Dejar el Museo abandonado! Eso es algo que no tiene perdón.
José permanecía a su lado en silencio. El siempre había sabido que Juan no aparecería.
La magia del baile de disfraces lo había atrapado y seguiría cautivo en él, sin remedio.
-Cuando cierren la exposición y guarden estos trajes... ¡Entonces aparecerá, estoy seguro!
Miró de reojo a Don Pedro, pero no dijo nada.
 ¡No se iba a arriesgar a que lo trataran de loco!


5 comentarios:

  1. Uno nunca sabe no?
    cosas mágicas ocurren ..o están anuestro paso sin darnos cuenta...somos pocos capaces a veces de captar esas maravillas...y más aún dejarnos llevar por esos hechosm extraordinarios...


    un abrazo para ti
    y gracias por estar siempre!!

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  2. La magia, de los mundos paralelos, la densidad física, es ilusión o es realidad, esperaré a que vuelva Juan, a ver que pasa.
    Muy amena tu histora.
    Un abrazo.
    Ambar.

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  3. Nota de la autora: Este cuento se complementa y se entiende mejor si se lee antes "El baile de máscaras" Pero ¡gracias por todas las opiniones! Lillian.

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  4. Se salvó José después de todo. Porque en esta segunda entrega optaste por algo más inquietante, el que uno de esos maniquíes atrapara al vigilante nocturno en ese baile fantasma "maldito".
    Ahora que para malditas, las campanadas de la municipalidad y de todos los centros religiosos que existen en el mundo. Todo un suplicio infernal que hay que soportar de noche y de día, aunque incumplen las leyes del ruido. ¿Cuándo nos libraremos de semejante tortura?
    De todas formas, por el dibujo, parece que el desaparecido disfrutó del baile.
    Saludos y buena semana.

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