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jueves, 22 de marzo de 2012

VELEIDADES DEL CORAZON.

En la Empresa, Mauricio tenía una bien ganada fama de galán.
No sólo era buenmozo y simpático sino que siempre se lo veía acompañado de las más estupendas mujeres. Eso le había dado reputación de irresistible y era mirado con respeto y envidia por el resto de sus compañeros.
El no hacía alarde de sus conquistas. Era más bien modesto y poco inclinado a reconocer su éxito con el sexo opuesto. No presumía nunca de ello, pero sí le gustaba exhibir sus conocimientos sobre belleza femenina e imponer su criterio sobre el tema. Se daba cuenta de la atención que los otros ponían en sus palabras y le gustaba modificar sus opiniones con un par de frases originales y bien dichas.
Por ejemplo, si al Casino entraba la pelirroja de Cuentas Corrientes y un contenido suspiro de deseo sacudía al grupo, Mauricio decía:
-Las pelirrojas tienen fama de ardientes, pero mi experiencia me ha enseñado que eso no es más que un mito. En cuanto a ésta, no sé, basta darle una segunda mirada para notar la poca gracia que tiene al andar. Y esas caderas y ese busto caído no hacen más que confirmar que lo único llamativo que tiene es el pelo.
Inmediatamente notaba que sus palabras habían hecho efecto en el auditorio y que la hermosa pelirroja dejaba de ser considerada una belleza irresistible.
Un día decidió probar su influencia de manera diferente.
Había llegado a la Sección contigua una chica muy poco atractiva. Se llamaba Tamara y desde el primer día fue acogida con total indiferencia.
Ella estaba consciente de la poca gracia de su cuerpo huesudo y de su cara alargada. Era pálida, más bien descolorida, y en su rostro sólo se destacaban sus grandes ojos oscuros orlados de tupidas pestañas Eran unos ojos humildes y melancólicos, que parecían hablar de desengaños y soledad.
Cuando a la hora de colación entraba al Casino, las miradas resbalaban sobre ella o la atravesaban como si fuera de vidrio, para ir a posarse en alguna chica atractiva que prodigaba sus coqueterías dos mesas más allá.
Hasta que un día, Mauricio se quedó mirándola y empezó:
-He conocido mujeres excepcionalmente atractivas, cuya belleza resulta indudable a simple vista. Pero creo que es un arte descubrir el encanto oculto en una mujer. Ese que va más allá de la simple apariencia. Por ejemplo, Tamara, la chica nueva. ...Creo que ninguno de ustedes ha notado la elástica gracia de sus largas piernas, la delicadeza de su cuello de cisne.¡ Y esa mirada, tan llena de secreta sensualidad!
Cuatro pares de ojos se volvieron a mirar a Tamara desde una nueva perspectiva.
Después de todo ¡sí! No era fea en lo absoluto...Y si Mauricio lo decía, que tenía tan buen ojo con las mujeres...
-Es una chica excepcional-continuó Mauricio-A simple vista no impacta si se la mira buscando  en ella los cánones de la belleza vulgar. No cualquiera está dotado para apreciar sus encantos. Si no estuviera saliendo con Katina- mintió, (no conocía a nadie con ese nombre.) -Si no estuviera comprometido, digo, no dudaría en tratar de conquistarla.
Esa tarde, Tamara, sorprendida, recibió dos invitaciones a salir.
Fue al baño y se miró largamente en el espejo. Peinó hacia atrás su cabello oscuro dejando más a la vista la curva de su cuello. Se repasó la máscara de pestañas y se oscureció los párpados con una sombra violeta que otra chica le prestó.
Se sintió más segura de sí misma y al volver a su puesto, lo hizo caminando con la cabeza erguida y un nuevo balanceo de sus caderas, que le sentaba muy bien.
Nunca supo que le debía a Mauricio el cambio de su suerte y él, por su parte, que lo observaba todo, sonrió con satisfacción al comprobar una vez más lo influenciables que eran sus compañeros. Y por supuesto, se burló íntimamente de su ingenuidad.
Sin embargo, estaba seguro de que con el paso de los días, Tamara llegaría a convertirse en una mujer bastante interesante, por obra de la confianza en sí misma recién adquirida.
Total, está claro que para verse hermosa, una mujer debe portarse como si lo fuera....
Antonio era uno de sus compañeros más jóvenes.
Hacía tiempo que estaba saliendo con Nancy, una chica que trabajaba en una Empresa vecina.
El la encontraba bonita y simpática y se sentía realmente enamorado. Pero, era inseguro de sí mismo y le importaba mucho la opinión de los demás.
Muchas veces llegaba a contradecir sus gustos en el vestir o sus aficiones, para encajar en el grupo de sus amigos.
Sentía admiración y respeto por las opiniones de Mauricio. Trataba de comprar la clase de ropa que él usaba  e imitar su aire desenvuelto y experimentado.
Empezó a desear presentarle a Nacy para que le diera su parecer.
No dudaba de sus sentimientos hacia ella, pero muchas veces, al mirarla, luego de escuchar una de las acostumbradas disertaciones de Mauricio sobre la belleza femenina y el encanto erótico, le entraban dudas sobre su elección.
Ella era frágil y delicada, pero tal vez Mauricio las encontraría sencillamente flaca. Tenía un rostro pequeño, en forma de corazón, salpicado de pecas doradas. A él le fascinaban, pero ¿qué diría Mauricio? ¿Que era un cutis manchado y nada más?
Por fin cedió a la imperiosa necesidad de pedirle su opinión, sin pensar que para Nancy sería muy humillante saber que estaba siendo exhibida en busca de aprobación.
Le dijo a Mauricio que estaba saliendo con una chica encantadora y que quería presentársela.
La tarde siguiente iría con ella a tomar un trago en un bar cercano. ¿Querría él acercarse un momento a su mesa como por casualidad?
Mauricio adivinó de inmediato su intención, pero estuvo de acuerdo en encontrarlos.
Esa tarde, Antonio contemplaba a Nancy a través de la mesa, nervioso por la demora de su amigo. Ella no parecía notarlo y charlaba confiadamente con su vocecita que semejaba un piar de pájaros. Su cabello castaño caía ondulado sobre sus hombros y sus ojos pardos brillaban de entusiasmo juvenil.
¡Sí! Era linda. ¡No cabía duda de que Mauricio opinaría igual!
Lo vio entrar al bar y le dijo a Nancy:
-¡Mira, qué casualidad! Ese que acaba de entrar es Mauricio, un compañero de sección. Lo llamaré para presentártelo.
Le hizo señas y él se acercó con su paso atlético y su aire de irresistible simpatía.
Al ver a la joven, quedó mudo. ¡Era la  misma niña a quién veía todas las mañanas en la Estación del Metro!
Llevaba semanas contemplándola arrobado y toda su seguridad de galán, toda su audacia de conquistador desaparecían al mirarla. ¡Hubiera querido tener un pretexto para dirigirle la palabra, pero la veía tan seria, tan ensimismada en su mundo! Jamás logró que lo mirara siquiera...Y ahora estaba ahí, al lado de ese pelmazo de Antonio, que sin duda no sabía valorarla...
Los saludó con soltura y compartió con ellos un martini. Nancy siguió con su charla encantadora, sin darle mayor importancia a su presencia.
Mauricio apenas la miró. Intercambió un par de bromas impersonales con su amigo y se paró para irse.
Notó que Antonio escudriñaba su rostro, expectante, tratando de adivinar la impresión que Nancy le había causado. Pero Mauricio se mantuvo impávido y pretextando otro compromiso se despidió.
Antonio no aguantó la incertidumbre y corrió tras él, aduciendo frente a Nancy un asunto de oficina.
Lo alcanzó en la puerta y le preguntó ansioso:
-Bueno, dime ¿Qué te pareció?
Mauricio lo miró en silencio.
-Sí, ya sé que no es linda...dijo Antonio, dudoso.
-No, no es linda.
-Y tal vez esas pecas le afean el cutis...
Mmm, puede ser...
-¿Así es que no crees que debiera seguir con ella?
-Bueno, Santiago está lleno de mujeres más bonitas. Pero, es cuestión de gustos...
Esa frase sonó lapidaria. Antonio se quedó inmóvil en la puerta del local. Nancy, dulce y sonriente, lo esperaba en la mesa, ignorando que acababa de ser descartada de la vida de su novio.
Dos semanas después, Mauricio se acercó a Nancy en la Estación del Metro.
-¡Nancy! ¿Cómo estás? No sé si me recuerdas...
-Creo que sí-respondió ella dudosa.
-Nos presentó Antonio el otro día.
-¡Ah, sí! Antonio...respondió ella y un velo de reserva cubrió su expresión -Hace tiempo que no lo veo.
Mauricio contempló sus adorables pecas doradas que resaltaban en sus mejillas pálidas. Sus bucles castaños enmarcando su carita en forma de corazón y la delicada curva de su pecho, apenas insinuada bajo la blusa.
Tembló de emoción contenida y su arrogancia de otros tiempos dio paso a una timidez de adolescente.
¡Nunca se había sentido así con ninguna otra mujer! Ella era especial. La más hermosa de cuantas había conocido...
-Nacy -le dijo con voz humilde- Ya que no estás saliendo con Antonio, ¿te parece bien que esta tarde nos juntemos a tomar un café?.

1 comentario:

  1. ¡Vaya que te ha quedado una historia muy buena! Me gusta que expliques esas características de los personajes que intervienen, eso realza el cuento y ayuda a empatizar con alguno/a.
    El tema que tratas lo desarrollas en historias de amor pero se da en cualquier situación cuando hay grupos de personas. Siempre hay una o dos que destacan como "líderes" y que influyen en el comportamiento de los demás, si son influenciables. El efecto manada jaja.
    Tamara salió afortunada de las estrategias del tal Mauricio, un tipo, como todo galán, con pocos escrúpulos (por lo que hace con Antonio y Nancy).
    Muy grato leerlo.
    Buen fin de semana, Lilly.
    José

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