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lunes, 5 de marzo de 2012

DOS AMORES.

Habla Verónica:
Un día de lluvia estuve parada frente a tu casa.
No llevaba paraguas y pronto mi pelo y mi chaqueta estuvieron empapados. LLoraba y las lágrimas se confundía con las gotas de lluvia que rodaban por mi cara.
Si hubieses abierto la puerta y me hubieras visto ahí, no habrías sabido que era llanto el que corría por mis mejillas. Pero yo sí distinguía su sabor salobre en mis labios.
¡Por supuesto que no ibas a abrir!.
Estarías sentado frente al fuego de la chimenea, leyendo algún diario  vespertino y frente a ti, ella, con un libro abierto sobre su regazo. Se mirarían y sonreirían.
¿Por qué iban a abrir la puerta para ver a esa mujer empapada de lluvia y de llanto, parada en la vereda , acechando su casa?
Cuando me dejaste, lo hiciste con ese modo discreto y leal con que lo hacías todo.
Me dijiste que te ibas a casar. Que siempre supiste que tu verdadero amor era Paula, una joven de tu ciudad. Que partías a buscarla porque estabas seguro de que ella te estaría esperando.
Tiempo después supe de tu matrimonio.
Un conocido mencionó frente a mí donde vivías y empecé a ir a rondar tu calle al anochecer. Sólo para ver las ventanas iluminadas de tu casa y adivinar tu presencia tras las cortinas.
Escondida en las sombras de un portal, te vi llegar muchas veces.
Al escuchar tus pasos, ella abría la puerta y se abrazaban en el umbral.
¿Por qué buscaba hundir más el puñal que atravesaba mi pecho?
Quería sacarte de mi vida y pensaba que contemplando una y otra vez tu felicidad,  perdería toda esperanza.
Pero, mi dolor persistía y me atormentaba como una quemadura.
Una tarde de Martes, me acuerdo bien porque yo volvía del dentista, vi a un hombre delgado, de cabello gris, parado frente a tu puerta. Un instante después salió Paula y lo hizo entrar. Los vi abrazarse en el umbral de la puerta, tal como ella te abrazaba a ti.
Estuve rondando más de una hora hasta que lo vi salir. Aun era muy temprano para que tú llegaras.
Decidí ir el Martes siguiente a apostarme en mi escondite y vi de nuevo al hombre canoso entrar en tu casa.
Se iba una hora antes de que tú llegaras. Me di cuenta de que esa era la rutina de su engaño.
Luego, más tarde, ella salía  a recibirte con un beso y yo la odiaba por cínica y por hipócrita.
¡Por esa mujer que te traicionaba me habías dejado a mí!
¡No podía permitirlo!
Te mandé a la oficina una nota, desfigurando mi letra, adonde te advertía de la rutina de los Martes.
"No puedo permitir que lo traicionen así. Usted es un buen hombre"
y firmé como "Un amigo"
Me arrepentí después. Me sentí ruin y vengativa. Comprendí que había querido desquitarme de tu abandono. Y que no lo había hecho por ti sino por mi propio interés, pensando que con el tiempo me buscarías para que te ayudara a olvidar tu desengaño.
Me horrorizó mi acción. No quise conocer el desenlace de lo que había hecho, y me alejé de tu vida para siempre.
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Habla Esteban.

Me dolió dejar a Verónica porque sabía que me quería de veras, pero yo nunca le había prometido nada.
Nuestro amor fue la  pasajera aventura de dos compañeros de Universidad. Sabía que apenas me recibiera, correría a buscar a Paula.
Nos casamos unos meses después.
¡Éramos tan felices!
No quería que ella trabajara porque su salud era delicada. Quería que se fortaleciera para que pudiéramos cumplir el sueño de tener un hijo.
Además me hacía dichoso saber que me esperaba cada tarde, al volver de la oficina. Antes de que alcanzara a poner la llave en la cerradura, abría la puerta y se arrojaba en mis brazos.
Hasta ese día en que recibí el anónimo.
Pensé que era una infamia, un invento de alguien que envidiaba mi felicidad. Incluso pensé en Verónica, pero de inmediato deseché la idea. ¡Ella no sería capaz de herirme así!
 Me atormentaban las dudas. Paula se mostraba dulce y cariñosa como siempre. Y su pasión era la misma, cuando la tomaba en mis brazos cada noche.
Al fin decidí comprobar la falsedad del anónimo.
Un Martes, salí más temprano de la oficina y me aposté en la puerta de un edificio, desde el cual veía mi casa.
Cerca de las cinco, un hombre extremadamente delgado y canoso tocó el timbre. Lo hizo en forma huidiza ,como temiendo ser visto. Paula lo invitó a entrar de inmediato y era evidente que lo  estaba esperando. Su alegría al verlo me hizo desfallecer. ¡No podía creerlo!
Me quedé una media hora inmóvil, paralizado por la impresión. ¡Y el anónimo decía que era la rutina de todos los Martes!
Crucé la calle y abrí la puerta con mi llave. Estaban sentados a la mesa tomando té.
  Al verme, ella se sobresaltó y parándose, vino de inmediato a mi encuentro.
El se levantó con un aire triste y resignado y se quedó inmóvil junto a la mesa.
-¡Este es Juan, mi hermano!-exclamó Paula.
-¡Nunca me dijiste que tuvieras un hermano!-le respondí sarcástico.
-Es que Juan estaba preso y no quería que te avergonzaras...¡Pero ahora ya cumplió su condena y ha estado viniendo a verme!
-¿Por qué no me lo dijiste?
Tuve que sentarme, porque mis piernas se doblaban.
-Mi amor ¡perdóname! ¡No quería que lo vieras así, tan desmejorado! Quería que se recuperara primero, que consiguiera un trabajo para que comprara ropa...¡No quería que lo despreciaras, porque él es bueno! ¡Es bueno a pesar de todo!
Y rompió a llorar como si su pobre corazón fuera a estallar de angustia.
La cogí por la cintura y la senté en mis rodillas. Ella puso su carita en mi cuello y lo empapó con sus lágrimas. Yo oculté en su pecho mi rostro enrojecido por el alivio y la vergüenza.
Juan me miraba dudoso. Reparé en su terno raído y en las arrugas de su camisa gastada. Era indudable que se sentía humillado e hizo ademán de irse.
-¡No, Juan! ¡No se vaya!
Lo que haya hecho, ya lo pagó. Y no tiene que explicarme nada.
¡ Ahora debemos hacer algo para remediar su situación!.
Paula le dará algún traje mío...¡Y el Lunes, sin falta, vaya a verme a mi oficina !

1 comentario:

  1. ¡Hola, Lillian! Buen día. Aquí estoy para comentar alguna cosilla.
    ¡Ay, el amor de Verónica! ¡Qué manera de sufrir incluso después de casarse él, yendo a contemplar su vida con otra mujer! Pero el amor obliga a veces a buscar esas torturas.
    La nota lleva algo de venganza pero considero que esa "noticia" debía ser conocida por Esteban. Hay gente que descubre infidelidades y se las callan, pese a conocer a las víctimas
    Luego sale mal y no es una infidelidad sexual (aunque sí una ocultación).
    La primera frase de Esteban no dice mucho en su favor. Ya el querer a alguien implica una promesa y un compromiso, aunque no se diga de palabra.
    Sé que al ofrecer ambas versiones, lo lógico sería decantarse por Esteban... pero entiendo a Verónica.
    Me gustó la escena de la lluvia.

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