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lunes, 12 de marzo de 2012

SOMBRAS EN LA LLUVIA.

Empezó a llover temprano y cuando al anochecer dejé la oficina, ya las calles estaban inundadas.
Unos pocos transeúntes se apresuraban bajo sus paraguas. Otros, sorprendidos por la lluvia, corrían cubriéndose la cabeza con el diario de la tarde.
En el paradero de buses, vi a una joven solitaria. Estaba sentada inmóvil con las manos sobre su regazo y miraba caer la lluvia con semblante tranquilo.
Pasaron varios buses y no vi que tuviera intención de subir a ninguno. Notando que oscurecía , me senté a su lado y le hablé:
-Disculpe, la veo muy sola y ya cae la noche. ¿Puedo ayudarla en algo?
Se volvió hacia mí sonriendo y me respondió serena:
-En realidad, no estoy aquí. Alguien está pensando en mí y me sitúa en este paradero, porque fue el lugar donde nos conocimos.
-¡No le entiendo!-exclamé turbado.
-Quiero decir que sólo soy un recuerdo. El me trajo aquí con la fuerza de su nostalgia y me quedaré durante el tiempo que esté pensando en mí. Eso es todo.
Poco a poco, su figura empezó a palidecer y a diluirse en la penumbra.
-¿Lo ve? El ahora se ha dormido o tal vez, sencillamente, me ha apartado de su pensamiento.
Su rostro dulce y triste se volvió hacia mí  y clavó en mis ojos los suyos, melancólicos.
Al minuto siguiente, no estaba.
Creí haber tenido una visión. No era posible aquel diálogo absurdo, como no fuera en un sueño.
Había leído que uno puede dormirse por dos o tres segundos, incluso estando de pié, y soñar. ¿Sería eso lo que me había pasado?
No volví a ver a la joven en el paradero de buses durante toda una semana. Hasta que volvió a llover.
Entonces la encontré en el mismo lugar. Llevaba el abrigo gris y la boina de la vez anterior y su cabello oscuro caía húmedo sobre sus hombros.
-¿La están recordando de nuevo?-le pregunté un poco escéptico.
Ella me miró serena y con la misma sencillez de antes, replicó:
-Fue un día de lluvia en este paradero, donde nos encontramos por primera vez. Por eso, cuando llueve, él piensa en mí y la fuerza de su anhelo me trae al lugar donde nos conocimos.
-Y si la quiere tanto ¿por qué en lugar de recordarla no la busca?
-Porque no hay ningún lugar sobre la tierra donde pueda encontrarme.
-¿Quiere decir que usted ya no existe?
-Sí, eso quiero decir. Han pasado dos años desde mi muerte y sé que me va olvidando. Lucha por no hacerlo, pero la fuerza de la Vida lo vence y pronto borrará mi imagen de su memoria.
-¿Por qué dice eso?
-Porque lo siento. ¿Usted no lo ve? ¿No nota acaso que mi figura se vuelve difusa? Mi recuerdo va palideciendo en su mente y cada vez le cuesta más visualizar los rasgos de mi cara.
La miré y noté que era cierto. Su cuerpo se había vuelto casi transparente. A ratos se confundía con la penumbra del anochecer y veía a través de él los troncos de los árboles mojados por la lluvia.
-¡Mejor es que me olvide!- continuó-EL es joven y amará de nuevo.
Pero contradiciendo ese deseo, una lágrima resbaló por su mejilla.
-Debiera alegrarme al ver que de a poco se ha ido liberando de su pena, y sin embargo sufro.
Todos los que me quisieron me van olvidando. Nadie me recuerda ya con la fuerza suficiente para traerme a este mundo.
Lentamente su imagen se disolvió en la lluvia. Lo último que vi fueron sus ojos, grandes y tristes, que se confundieron con la penumbra color violeta del anochecer.
No volví a hablar con ella.
Sólo una vez más creí divisarla sentada en el paradero. Apenas se distinguía  y cuando quise acercarme, se diluyó como un jirón de niebla.
Nunca más volví a verla y comprendí que la habían olvidado.

2 comentarios:

  1. Este cuento nos sumerge en una atmósfera irreal, muy hermosa, de la cual no querríamos escapar.

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  2. ¡Ay, qué historia más triste! Es de esas que te llegan al corazón. Pero me ha gustado mucho.
    Es una pena que se olviden de uno. Más si lo hacen en vida...
    Feliz semana, Lillian.

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