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viernes, 9 de marzo de 2012

O QUIZAS SIMPLEMENTE.... (En el Día de la Mujer)

José amaneció más desanimado que nunca en los últimos meses.
¡Había escuchado en la radio que ese era el Día Internacional de la Mujer y no tenía ni un centavo para comprarle una flor a Ruby!
Había quedado sin trabajo por "reducción de personal", la típica frase de consuelo que no le sirve a los desconsolados.
Llevaba tres meses mandando currículums y haciendo fila bajo el ardiente sol, frente a los locales comerciales donde se requería un dependiente. Marzo no era el mejor mes para encontrar trabajo pero sí para pescar una insolación recorriendo las calles de la ciudad hostil.
¡Y lo peor había sido dejar de ver a Ruby!
Ella era la recepcionista de la Empresa y cada mañana, al entrar, veía su dulce rostro sonriéndole detrás de su escritorio.
Era cierto que le sonreía a todos, pero José, con la vista algo nublada quizás por la emoción, había creído notar que los ojos de ella resplandecían más al verlo llegar a él...
Sin embargo, ¡su puesto era tan humilde, de tan baja categoría!  Mensajero de la Gerencia, nada más.
Nunca se había atrevido a hablarle. Sabía que había muchos que la admiraban y todos tenían más posibilidades de salir con ella. ¿Cómo invitarla si su sueldo apenas le alcanzaba para vivir y ayudar con unos pocos centavos a su madre?
Y así se había debatido, semana tras semana, entre sus dudas y su ilusión de gustarle un poco, entre su anhelo de hablarle y la inseguridad que le causaban su magro sueldo y su ropa gastada.
Y entonces vino lo peor. ¡Lo despidieron!
Así, sencillamente, como quién da vuelta la página de un libro. ¡Pero era el Libro de la Vida de José ! Y automáticamente la página siguiente quedaba en blanco... O en negro, porque así vio él su futuro de ahí en adelante.
Ahora era El Día de la Mujer y no tenía dinero con qué comprarle a ella una rosa.
Porque ese era el sueño acariciado aquella mañana sin esperanzas. Llegar al escritorio de Ruby con una rosa roja y entregársela como homenaje. ¿Quién otra sino ella era la encarnación de La Mujer en toda su dulzura y su belleza?
Ella sonreiría y entonces él sacaría la voz desde el fondo de su timidez y le diría no sabía qué cosa, pero algo que le hiciera comprender cuanto la amaba y cómo pensaba en ella cada día.
Se le vino a la mente la canción de Leonardo Favio:
"cuando venga mi amor, le diré tantas cosas, o quizás simplemente le regale una rosa..."
Y vio en ello su salvación.
Se afeitó rápidamente, peinó con pulcritud su cabello castaño y se lanzó a la calle.
Subió al primer bus que encontró y con un gesto humilde, le pidió permiso al chofer para recorrer el pasillo.
Entonces se puso a cantar la canción de Leonardo Favio.
 Al principio, los pasajeros lo miraron indiferentes, pero muy pronto los cautivó su voz juvenil y su agradable rostro, arrebolado por la emoción. Le llovieron las monedas en su mano extendida.
En el siguiente bus, fue lo mismo. Vencida la humillación y la vergüenza, las frases brotaban de su corazón enamorado y subían a sus labios con facilidad como si no hubiera hecho otra cosa que cantar para ganarse la vida.
Cuando creyó haber reunido el dinero suficiente, se dirigió a un puesto de flores. Allí pidió la rosa roja más bella, rodeada de ramitas de lavanda y envuelta en celofán.
Entró a la Empresa y desde lejos divisó a Ruby. Sobre su escritorio había un enorme canastillo de rosas que perfumaban todo el pasillo. Regalo sin duda de otro admirador más pudiente....
Se le encogió el corazón y miró su rosa que tanto esfuerzo le había costado comprar y que ahora le parecía pobre y deslucida.
Iba a dar media vuelta y salir, cuando ella lo vio y su rostro se iluminó como cuando el sol sale detrás una nube.
José avanzó hacia ella y mientras lo hacía, vio como Ruby iba empujando disimuladamente con el codo el ostentoso canastillo de rosas , hasta que cayó en el papelero.
El le extendió su flor y ella la apretó contra su pecho.
Le sonrió entre lágrimas y fue como ver el arcoíris resplandecer entre la lluvia.
José sintió que no era preciso hablar y en su corazón resonaron las palabras de la canción de Favio:
"....le diré tantas cosas o quizás simplemente le regale una rosa..."

2 comentarios:

  1. Este cuento me ha gustado bastante, seguramente por su final feliz (me da igual que en la vida real el resultado no sea ese). Reconforta ver que no todo en la vida es materialismo. Que se puede soñar y tener alguna esperanza...

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  2. Se logró aquí extraer de una canción popular un muy buen cuento, manejando con maestría los elementos románticos que la letra de la canción sugiere. Un agrado leerlo.

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