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viernes, 3 de junio de 2011

UNA HISTORIA CORRIENTE.

¿Cuantos años había pasado sin verla?¿Diez, doce. . . ? No llevaba la cuenta. Incluso creía que ya la había olvidado.
Pero al enfrentarla cara a cara comprendió su error. Supo que todo el tiempo la había buscado entre la muchedumbre. Que si cultivó la amistad de antiguos compañeros de la facultad, fue con la esperanza de que le hablaran de ella.
Entró a ese café por casualidad y buscó una mesa al fondo del local. Se disponía a abrir su note-boock para distraerse con las últimas novedades, cuando en una mesa cercana vio a Claudia. Estaba con una amiga, saboreando un helado.
-¡De piña!-pensó en seguida. Siempre fue su favorito.
Se paró frente a ella, creyendo que talvez no lo reconocería. Pero Claudia dio un pequeño grito y como un rayo se lanzó a sus brazos.
-¡Arturo! ¡Tanto tiempo sin verte!
Lo demás fue historia.
Empezaron a verse a la salida del trabajo. El nunca le ocultó su estado civil: casado, con una niña de cinco años. Ella, separada después de un matrimonio fracasado y estéril.
Al principio, todo parecía fácil. Los encuentros breves, la alegría de verse, de contarse sus vidas. Pero después se convirtió en un tormento, al menos para él.
Llegar a la casa, besar a Nora, jugar con Laurita, disimulando siempre. Y dentro de él, la pasión, la necesidad desesperada de Claudia creciendo, convirtiéndose en un fuego que lo arrasaba todo.
Nora empezó a dudar, a intuir que algo los separaba. Pero calló y se fue poniendo triste, mustia como una flor olvidada en un vaso. Nunca dijo nada pero su silencio era para Arturo peor que los reproches.
Claudia le anunció que la trasladaban a la sucursal que la Empresa tenía en Brasil. Se iba por seis meses. Le dijo que era mejor para los dos, que no podían seguir con esa locura. Pero lloraba y se aferraba a él, contradiciendo sus palabras sensatas.
Decidió partir con ella. No podía perderla. No lograba imaginar qué sería la vida en su ausencia.
A escondidas preparó una pequeña maleta y la escondió en el closet.
Esa noche apenas durmió. Se levantó a las seis y desde la cocina llamó al radio taxi que lo llevaría al aeropuerto.
Salio con sigilo. La ciudad aún dormía. Pero no supo qué instinto lo llevó a levantar la vista hacia la ventana del dormitorio de Laurita.
Pegada al vidrio vio su carita pálida enmarcada por rizos oscuros. Ella lo miraba partir y apretó la palma de su mano en el vidrio, en un gesto de adiós.
Subió al taxi conmocionado. Unos veinte minutos después, cuando enfilaban rumbo al aeropuerto, sonó su celular.
Se sobresaltó, sintió como si una mano de hierro le apretara el pecho. No quiso atender. No quería que nada lo detuviera, que nadie le impidiera ir al encuentro de Claudia.
Luego se sintió un cobarde y abrió el aparato. Tenía un mensaje de Laurita.
-Papito ¿cuando vuelves de tu viaje? Te echaré tanto de menos. . .
Sintió que su vida se paralizaba. En una fracción de segundos comprendió la terrible locura que estaba haciendo. Su acción ya no tendría retorno. Perdería sin remedio lo que más amaba.
Tocó el hombro del chofer.
-Devuélvase, por favor. Ya no viajo.

2 comentarios:

  1. Este es el tipo de cuentos contrarios al big bang. Primero todo disipado, poco a poco se concentra y termina compactándose cada partícula en un solo punto, justo al centro del pecho

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  2. Tiene un gran nivel emocional. Es un acierto literario. La lucha entre esos dos amores está expuesta en forma notable.

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