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lunes, 13 de junio de 2011

DE JOSE, QUE TE AMA.

Cuando cumplí dieciocho años decidí ir a buscar a mi padre.  
Mi mamá nunca me había hablado de él.
Cuando era más niño, le pregunté un día:
-¿Donde está mi papá?
Y ella rompió a llorar con tanto desconsuelo, que parecía que el corazón se le iba en pedazos junto con las lágrimas.
La señora Edelmira entró corriendo y la abrazó. Mi mamá era frágil y pequeñita. Parecía una niña envejecida.
Desde que yo podía recordar habíamos vivido en la casa de Don Federico y la señora Edelmira. Ellos eran los patrones. Mi mamá hacía las compras y el aseo. También estaban Matilde, la cocinera y Pedro, el chofer. Crecí sintiendo que ellos eran mi familia y cuando cumplí seis años, Don Federico en persona me fue a matricular a la escuela del pueblo.
Ese día en que mi mamá lloró tanto, la señora Edelmira me llevó a su dormitorio  y me dijo:
-No le preguntes más, porque ella no se acuerda. Hace años se bajó de un tren, contigo en brazos y no se acordaba de donde venía ni tampoco sabía a donde iba. -"
"La llevaron al hospital. Ahí las enfermeras revisaron su bolso y encontraron su carnet. Recién entonces pudieron decirle como se llamaba. Ella estaba como perdida en una bruma espesa, dentro de la cual parecía caminar a tientas. Los médicos no supieron si había sufrido alguna impresión penosa o si la amnesia había sido paulatina. "
La traje a esta casa con la esperanza de que se recobrara y desde entonces Uds.  han vivido aquí. Creo que ella no ha vuelto a recordar y si lo ha hecho, no ha querido decirlo. "
Después del relato que me hizo la señora Edelmira, no volví a preguntar más.
Pasaron los años y crecí resignado a no tener un padre. Hasta que un día, en el fondo del closet, encontré un bolso viejo de mi madre. Dentro había un pequeño álbum de cuero con dos fotografías. En una estaba ella, linda y sonriente como jamás la había visto. En la otra estaba yo, si alguien hubiera podido tomarme una foto de como me vería en el futuro. Era mi padre. La miré por detrás. Decía: "Para Beatriz, de José que te  ama" Más abajo el nombre de un pueblo y una fecha ya borrada.
Y entonces fue que tomé las dos fotografías y partí a buscarlo.
No sabía donde estaría ahora, pero en ese pueblo habría alguien que lo recordara. Que talvez pudiera decirme por qué él nos abandonó cuando yo apenas había nacido.
No me guiaba el rencor ni quería hacerle reproches. Sólo sentía que la incertidumbre del pasado  era como una barrera que me impedía avanzar en la vida.
Llegué a un pueblo que adiviné cambiado y modernizado después de tantos años. No sabiendo por donde empezar, me dirigí al correo. En el mesón ví a un señor maduro que creí podría ayudarme.
Le alargué la foto de José y le pregunté:
-¿Lo recuerda?
Al principio me miró con sorpresa. Creyó que era una foto mía y que me estaba burlando.
De pronto exclamó:
-¡Dios mío! ¡Si Ud. es su hijo!
-¿Entonces lo conoce?
-¡Pero si trabaja en la Escuela! Es profesor de mi nieto.
-¡Cómo! ¿Entonces todavía vive aquí?
-Creo que no se fue nunca, esperando que ella volviera. . . .
No comprendía nada, pero ahogado por la emoción, le pregunté donde vivía.
Me señaló una casa humilde, en una calle cercana.
Cuando José abrió la puerta, se puso pálido y me miró sin decir nada.
Le alargué la foto de mi madre.  
-Soy el hijo de Beatriz. Ud. es mi padre.
Lloró largo rato y cuando se calmó, me contó lo poco que sabía:
Después del parto ella se fue poniendo  extraña, como ausente. No se separaba del niño ni un instante, pero apenas hablaba. El se iba inquieto a hacer clases todas las mañanas. Tenía miedo de algo y no sabía de qué. Había decidido llevarla al médico esa misma tarde en que al llegar no la encontró. Se había ido sin llevarse nada. En el closet estaba toda su ropa y la de su hijo.
Salió como loco a buscarla por el pueblo. Alguien le contó que la había visto con el niño en la Estación.
-Supuse que me había abandonado-continuó-Pensé cosas terribles. Que se había ido con otro. Que el hijo no era mío. Y renuncié a buscarla. Pero la amaba tanto  que me quedé aquí, indiferente a las miradas intrusas. Continué haciendo clases y he vivido todos estos años sin perder la esperanza de que volviera.
Mientras me contaba esto, lloraba. A veces se interrumpía. Se acercaba a mí y me tocaba la cara.
Luego me abrazaba y volvía a llorar.
Se puso a llenar una maleta con las cosas más eterogéneas. Estaba como loco. Conmovido, lo ayudé a poner lo indispensable.
Nos agobiaba la incertidumbre. No sabíamos cómo iba a reaccionar mi madre. Si la impresión de verlo la haría recordar o volvería  más densas las sombras de su memoria. Los dos callábamos, abrumados por el temor, pero a veces, de pronto nos mirábamos y sonreíamos, cuando a ambos, como un rayo, nos traspasaba la esperanza.

2 comentarios:

  1. Un drama con un final en suspenso, pero se vislumbra feliz para José y su hijo con cierta certeza. El cuento deja en suspenso la reacción de la Madre Beatriz, que hace dieciocho años tuvo una pérdida de memoria. ¿Se acordará de José.?

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  2. Muy tierno y misterioso. Sentí que faltaría una segunda parte para conocer el desenlace.

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