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domingo, 26 de junio de 2022

LUZ Y SOMBRAS.

Luciana murió al amanecer, cuando las campanas llamaban a la primera misa del Domingo.

Edmundo la sostuvo en sus brazos hasta que sus ojos se nublaron y su pecho exhaló el último suspiro. 

-¡ Luciana!  ¡ No me abandones!- gimió, estrechándola en sus brazos. Pero los sones de las campanas pasaron volando y le pareció que se llevaban el alma de su esposa, a un lugar donde no podrá alcanzarla.

Su vida sin ella le pareció inútil y vacía. ¿ Qué hacer en este mundo donde ya no estaba ella para darle un sentido a las  cosas?

Por las noches, escudriñaba el cielo pensando que desde allí sus ojos lo miraban. En cada estrella creía verla a ella, llamándolo.

-¡ Ven aquí, mi amor!   Te espero. ¡ No es posible que estemos separados!

Edmundo le pedía a Dios que se lo llevara también.  - ¡ No quiero vivir sin ella!- gemía- Éramos un solo cuerpo y un solo corazón.

Era tan grande su tristeza, que sus defensas se fueron  debilitando y una enfermedad mortal se lo llevó en pocos meses. Todos los que lo conocían, lamentaron su muerte. 

-¡Era el hombre más recto y bondadoso que he conocido!- repetían- Ahora estará en el cielo, junto a Luciana.

En el momento de morir, Edmundo atravesó confiado un túnel de sombras. No tenía miedo. Sabía que al final lo esperaba una luz celestial que lo conduciría junto a su esposa.

Las tinieblas se disiparon al fin y se encontró frente a una puerta dorada, custodiada por dos ángeles.

-¿ Es este el Paraíso?- preguntó.

-Sí, Edmundo- le respondieron los ángeles sonriendo y la puerta se abrió para franquearle el paso.

Buscó a Luciana largo tiempo, sin poder encontrarla. Al principio, la llamaba en voz baja y luego a gritos.  Pero nadie le respondía. Las nubes se apartaban para que pudiera buscarla hasta en los más recónditos lugares del cielo. Al final, se dejó caer, vencido y soltó el llanto.

Un ángel se le acercó sorprendido:

-¿ Por que lloras? ¿ No sabes que has venido aquí para ser feliz eternamente?

-Es que no encuentro a mi esposa. Ella vino primero y sé que me ha estado esperando todo este tiempo. Me amaba tanto como yo a ella. No ha habido nunca un amor en la Tierra tan grande como el nuestro.

-Quizás ella no esté aquí....

-¿ Y donde crees que podría estar?- preguntó Edmundo, entre angustiado y molesto.

El ángel se quedó pensativo y luego, le advirtió dulcemente:

- No quisiera sembrar la duda en tu corazón, pero es posible que haya ido a otro lugar.

-¿ Donde?- preguntó Edmundo con la voz enronquecida. El ángel suspiró y le mostró una oscuridad lóbrega que se extendía como un mar, allá abajo, hasta donde alcanzaba la vista.

-¿ Quieres decir... al Infierno?

El ángel, pálido, no le respondió.

-¡ No es posible!  ¡ Sería un error!  Tengo que ir a buscarla...

El ángel, compadecido, extendió sus alas y cogiéndolo de la mano, lo condujo hacia las tinieblas.

Se encontraron frente a una puerta negra, custodiada por un ser horrible. El se rio al verlos llegar, como si disfrutara por adelantado de la escena que se preparaba.

-¿ Se les perdió algo?-  les preguntó y sus labios se curvaron en una mueca sardónica.

-Busco a mi esposa...Se perdió por el camino y llegó aquí por equivocación.

-¡ Aquí nadie llega por error!- se rio el demonio- Dime su nombre.

-Luciana.

-¡ Ah!  ¡ Luciana!  ¡ Haberlo dicho antes!.... Luciana, por supuesto.

Y su cuerpo negro se curvó, sacudido por la risa.

El ángel retrocedió, ofendido y Edmundo, sin esperarlo, atravesó solo el umbral. 

-Ven por aquí- lo invitó el maligno- ¡ No te preocupes!  ¡ Aquí todos tiene el sitio que les corresponde. Los ladrones, los asesinos, los parricidas...¡ Y por supuesto, las adúlteras!

-¿ Qué dices?- gimió Edmundo.

Se encontraron frente un pantano envuelto en un vaho espeso. Cientos de mujeres, desesperadas, se aferraban a la orilla, para no ser tragadas por el cieno pestilente. Entre ellas, estaba Luciana.

Edmundo lanzó un grito y retrocedió llorando. El ángel lo recibió en sus brazos y miró con repulsión al demonio que continuaba riendo.

Luego, abrió sus alas y estrechando al hombre contra su pecho, se remontó hacia la Luz.






13 comentarios:

  1. Ayyy. Cuando ha llegsdo a las puertas del cielo, me lo he temido.
    Con lo enamorado que estaba, tan feliz en la tierra, bueno, aunque fuera infeliz....
    Me ha gustsdo mucho la imagen de ella siendo llevada por las campanadas
    Y tambien lo de asomarse a la ventana para que ella lo viera

    Besoss Lillian

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    1. Sí, resultó muy cruel el desenlace de este cuento. No sé en qué estaba pensando yo...

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  2. Bueno... este comentario sí que parece que se ha quedado. A mi hay muchos wue no me salen

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    1. SÏ !!!! Sí quedó. Tus comentarios se echan de menos aquí.

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  3. Sin dudas muchos pensarán que es una mera fantasía, pero describes sin dudas una realidad que nadie podrá obviar cuando ya estemos por el otro lado a una eternidad , por ello hay que ocuparse ahora...
    Y bueno, también es una realidad eso, que nunca uno termina de conocer a quien vive con uno y lo más es que crees firmemente en aquel o aquella...
    Un abrazo grande.

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  4. No valió la pena, Edmundo, porque nada vale la pena si te va la vida en ello...

    Abrazo hasta allá, Lillian. Inspirador relato.

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    1. ¡ Pobre Edmundo! ¿ Qué iba a hacer ahora en el cielo, por toda la eternidad? Más vale creer que la muerte es el final de todo.

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  5. No esperaba que el pobre Edmundo iba a encontrar tal mal pago a su espera, me ha gustado mucho cómo has descrito el infierno.
    Besos.

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    1. Gracias, Noelia, Qué bueno es tenerte comentando en mi blog. Aprecio mucho que te haya gustado.

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    2. Eres una poeta,tus sentimientos se reflejan en tus escritos....

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  6. ¡Vaya, que cuento tan actual, Lillian!
    Tu excelente relato denota una mente académica; me ha fascinado llegar a ti. Ese pobre hombre, ha dado la vida por alguien que no lo merecía.
    Me gusta la gente que escribe con cierta sabiduría, mil gracias. Hermoso el dibujo.
    Cordiales saludos.

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    1. Gracias por tu comentario amable y generoso. No pude dejar comentario en tu blog.

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  7. Moraleja del cuento, nunca terminamos de conocer a la persona que tenemos a nuestro lado, ahora, aún así, pienso que el castigo es demasiado cruel.
    Un abrazo Lily.

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