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domingo, 9 de agosto de 2020

UNA HORA DE MENOS.

Esa noche empezaba el horario de verano y había que adelentar los relojes.
-¡ Así es como nos quitan una hora de nuestra vida!- rezongó Julio, sentado a oscuras en el salón de su casa. No tenía donde ir ni nada que hacer, pero igual se sentía despojado de algo que le pertenecía. Su tiempo, nada menos.
-En una hora podrían pasar muchas cosas interesantes...¡ Podría cambiar una vida! -meditaba Julio-  Las doce es una hora especial, llena de misterio...Pero esta noche, cuando den las doce, ya será la una y se habrá perdido la oportunidad de que ocurra algo diferente...
En ese momento vio entrar a un hombre vestido de gris, con una maleta en la mano. Parecía no notar la presencia de Julio, porque se movía con soltura como si no hubiera nadie en la habitación. Se dirigió al antiguo reloj de sobremesa, herencia de su abuela y se aprestaba a tomarlo cuando Julio le gritó:
-¡ Oiga!  ¿ Qué cree que está haciendo? ¿ Anda robando relojes acaso?
-Perdone, no lo había visto.
-¡ Se nota!- contestó Julio, con sorna.
-No soy ningún ladrón, se lo aseguro. Soy  El Tiempo y vengo a recoger la hora que tiene que entregarme.
-¡ Ah!  Así que usted es el abusador que me va a robar sesenta minutos de mi vida. ¡ En esos sesenta minutos yo podría haber hecho muchas cosas!
-Pues, yo lo veo sentado sin hacer nada- respondió El Tiempo, irónico- No sé por qué se queja tanto de que me lleve una hora. Es solo un préstamo. Sabe bien que se la devolveré en unos meses.
.-¡ Bah!  Pero se lleva una hora de primavera y me devuelve una de otoño. ¡ Así no es gracia!  Y dígame ¿ para qué es esa maleta que tiene ahí ?
- En ella voy poniendo las horas que recojo...
-¿ Y qué piensa hacer con ellas?
-Guardarlas en el Banco del Futuro, naturalmente, para que no se desvaloricen.
-¡ Ah!  Ahora resulta que le estoy prestando mi hora para que usted la invierta...En ese caso, tiene que pagarme interés. Son quince minutos, así es que me va a tener que devolver una hora y un cuarto.
-Ese es un interés usurario. ¡ Si a todos se les ocurriera lo mismo, pronto estaría en banca rota!
-¡ Lo siento! ¡ Es mi última palabra!- exclamó Julio y se plantó delante del reloj, para impedirle al hombre acercarse a las manecillas.
-¡ Está bien! ¡ Quédese con su hora y que le aproveche!- respondió El tiempo, indignado y tomando su maleta, desapareció.
Julio se sintió triunfador. ¡ Por fin alguien se había atrevido a plantarle cara a ese abusador!
Por supuesto, no adelantó la hora y al otro día llegó atrasado a su trabajo. El patrón, que lo consideraba conflictivo y reclamador, se aprovechó de la falta y lo despidió.


2 comentarios:

  1. El relato bien contado (como siempre) y el remate me pareció genial, Lillian.

    Abrazos.

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  2. Bien , me sonreí al final...el hombre por dejar llevar su idea a su idea no más...le resulta muy mal su comportamiento para su vida en general.

    Espero que estés muy bien en todo!

    Un abrazo grande.

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