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domingo, 18 de agosto de 2019

UNA FIESTA PARA IMELDA.

Imelda se levantó temprano y en la escala tropezó con la señora de la limpieza y su balde de detergente.
-¡ Habrá fiesta hoy!- le informó ella y le señaló con la barbilla la puerta de un departamento.
-¿ Fiesta donde Lucy?- preguntó Imelda incrédula y agregó con desdén- ¡ Pero si esa no tiene ni donde caerse muerta!
Por un momento visualizó la agraciada cara de Lucy, siempre alegre y animosa cuando salía en las mañanas a trabajar.
-¡ Claro que no tiene nada!- confirmó la aseadora- Ella misma me lo dijo. Pero está segura de que todos llevarán algo y la fiesta será un éxito. ¡ Invitó a todos los habitantes del edificio! Dice que no quiere que nadie esté solo esta noche de Sábado...
Imelda se puso pálida de rabia al comprender que a ella no la había invitado.
Reconoció que después de todo, no era raro que le hiciera ese desaire. Ella nunca la saludaba cuando se cruzaban en el vestíbulo. ¿ Y por qué la iba a saludar? ¿ Acaso sabía quién era y qué intenciones albergaba detrás  de su carita hipócrita?  Seguro que tenía algo que ocultar...Se lo decía su corazón, que llevaba cuarenta años desconfiando de la gente.
¡   Así que la muy fresca invitaba a  su casa esperando que la fiesta se la armaran los demás!  ¡ Ya le enseñaría ella!
Imelda pertenecía al comité de vecinos  del edificio, así es que tenía el número telefónico de todos.
Esa tarde empezó a llamarlos uno por uno. A todos les repetía lo mismo:
-¡ Aló, vecino!  Supongo que esta noche nos vemos en la fiesta de Lucy...Sí, pero no lo llamaba por eso. Es que ella me ha encargado que les avise que no le lleven nada.  ¡ Sí! La muy amorosa me confirmó que ya tiene todo para armar un bol de champaña con helado de piña y dice que se amaneció preparando los canapé...Varias docenas, me dijo, para que nadie se quede con hambre...
En  la noche, cuando faltaban poco para las once, a Imelda la devoraban las ansias de comprobar el fracaso de  su enemiga.
Bajó la escala despacito y sorprendida, escuchó una música bailable que surgía del departamento de Lucy. Risas y rumor de conversaciones llegaron a sus oídos.
Vio la puerta entre abierta y se acercó con cautela. Sobe la mesa del comedor divisó una enorme ponchera llena de champaña con helados y varias bandejas de canapés que lucían cual de todos más apetitoso.
Lucy la vio inmóvil en el umbral y la llamó con una sonrisa:
-¡ Pase, Señorita Imelda!  Creí que ya no vendría...
¡ Hipócrita! Finge que me invitó- pensó Imelda, pero no pudo evitar las ganas de averiguar como había logrado reunir ese magnífico bufet.
-¡ Como se ha esmerado usted, preparando estas delicias!
-No, señorita Imelda, si yo no tenía nada...Pero temprano llegó un mensajero del restaurant cercano y me lo trajo todo. ¡ No me quiso decir quién me lo enviaba!
-¡ Qué suerte! ¿ No?- refunfuñó Imelda, rabiosa y se fue, alegando que tenía un compromiso.
Subió la escala a tropezones. ¿ Como era posible que justo el bufet que se había divertido en describirle a los vecinos era el que le hubieran enviado? Quería decir que alguno se había dado cuenta de que ella quería hacer fracasar a Lucy y había querido darle una lección.
Roja de vergüenza y de rabia, se inclinó para abrir su puerta y entonces vio asomar un sobre debajo del felpudo. ¡ Era una invitación a su nombre escrita por Lucy! Probablemente hacía días que estaba ahí....
Entró a su dormitorio a cambiarse ropa.

¡ Por supuesto que iré a la fiesta!- murmuró con una risita- ¡ Después de todo, fue gracias a mí que resultó tan exitosa !  


2 comentarios:

  1. Rabia,indiferencias,envidias,todos son muy malos consejeros

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  2. Bueno , hay seres así que nunca aprenden
    }viven una vida sin darse cuenta de su propia existencia, preocupados de otros y sin gozar lo que tienen ...
    cuánta pobreza de espíritu ahí, por eso esta el mundo tan al revés...aunque es un cuento , no es menos cierto de estas realidades en tantas partes.

    Cuidate y tengas bellos días.

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