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domingo, 23 de julio de 2017

UN CUENTO EN FM.

Cuando se masificó la televisión, los agoreros de turno predijeron la muerte del cine y de la radio.  Pero ambos siguen bien vivos hasta hoy. Los cines de los Mall se llenan los fines de semana y por otra parte, hay mucha gente que cada día se acompaña en sus quehaceres, con el sonido amigable de un programa radial.
Eso lo sabía Genaro, por la cantidad de mensajes que recibía durante su espacio dedicado a la Literatura. Otro mito echado abajo:  que la gente ya no lee. Es cierto que no es tanta, pero a él le permitía mantenerse  en el aire sin problemas.
Los llamados y los mensajes los respondía al final.  Generalmente saludos y comentarios de libros.  Un día se llevó una gran sorpresa al recibir una carta manuscrita. ¡ Como! ¿ Todavía había gente que escribía en papel?
Era un sobre chico, con una letra menuda muy de señorita del siglo pasado.
Se lo echó al bolsillo y no se acordó más, hasta llegar esa tarde a su departamento. Lo salió a recibir el gato, único recuerdo que le había quedado de Mariela...
-¡ Hola, Toribio! ¿ Qué tal?- el gato se restregó en sus piernas y él respondió a su ronroneo con un rasquido detrás de las orejas.
Solo entonces se acordó de la carta.
La firmaba una mujer llamada Elena. Las típicas frases de elogio al programa.Que no se lo perdía nunca. Pero luego contaba cosas de ella, que le gustaba  mucho leer y que escribía poemas...
Le pedía que le contestara también en forma manuscrita porque a ella le parecía muy impersonal el correo electrónico.
 Genaro la encontró anticuada y un poquito ridícula. Se la imaginó vieja...¿ Qué edad podría tener una mujer así?
Pero al otro día, mientras analizaba frente al micrófono la última novela de Anabel Clifford,
 imaginó a Elena junto a la radio, escuchándolo con interés. Y sin saber por qué, se le ocurrió que después de todo, no tenía por qué ser vieja. Perfectamente podría tener unos treinta y cinco o algo menos, quizás...Y se la representó como una mujer bajita, de pelo castaño, con  ojos verdes.
¿ Por qué se la imaginó así?
Estaba claro  que su composición mental contenía varios detalles pertenecientes a Mariela... Bueno ¡ hasta el gato sabía que no lograba olvidarla!
Al final  contestó la carta. Y se estuvieron escribiendo durante unas semanas. A Genaro le parecía increíble haber caído en una cosa así, tan añeja. Pero ella había logrado cautivarlo.
Por la dirección postal, se imaginaba una casa de barrio, de esas con fachada continua y patio interior. Y creía ver a Elena, siempre bajita y  con ojos verdes, regando las plantas al llegar de su trabajo.
Ella le escribió que ya era tiempo de que se conocieran y lo citó, para la semana siguiente en un café cerca de la Radio.
Ella iría vestida de azul y acordaron que Genaro llevaría corbata roja y un libro en la mano. Al más puro estilo de las novelas románticas de Anabel Clifford...
 Pero sufrió un decepción. La mujer que se presentó con un vestido azul era morena, alta y se movía sensualmente por entre las mesas, mientras le sonreía con desparpajo.
Ignorando su desazón, lo besó en la mejilla :
-¡ Hola, Genaro!  Eres más guapo de lo que imaginé.
Era vivaz y simpática, pero nada de lo que decía parecía corresponder al tenor de sus cartas. Genaro se sentía traicionado. ¿ Tanto se había falseado al escribirle?  Veía retroceder y desvanecerse la imagen de la chica de pelo castaño, sencilla y algo tímida,  que escribía versos y regaba las flores en el patio interior.
Trató de sacudirse la melancolía y disfrutar de la compañía de la verdadera Elena. El había sido el tonto al imaginarla de acuerdo a sus íntimos deseos y a la nostalgia que tenía de Mariela.
Quedaron de juntarse a la semana siguiente en el mismo café.
Al llegar a su departamento, Genaro sacó las cartas y de nuevo encontró que no cuadraban con la mujer que acababa de conocer. Pero no podía negar que era seductora y que había disfrutado de su charla.
Se juntaron otra vez y él tuvo que admitir que el atractivo sensual y la personalidad de la mujer iban borrando definitivamente la falsa imagen que se había hecho de ella.
Hasta que el siguiente Lunes, el radio controlador le pasó un sobre que acababa de llegar. Era otra carta de Elena.             
Le decía que ya estaba mejor, que le habían dado de alta en la Clínica y estaba de vuelta en su casa. Esperaba que su amiga Isabel le habría dado  sus disculpas por no haber ido al café.
¿ Sería mucho pedirle que fuera a verla a su casa?  Todavía no tenía permiso del médico para salir...
Genaro llegó esa tarde a la casa de barrio, de fachada plana y con patio interior...Le abrió la puerta una mujer bajita, de melena castaña y ojos verdes.
Su cara se iluminó al verlo.
-¡ Genaro!  ¡Qué bueno que viniste!  ¡ Al fin nos podemos conocer !


3 comentarios:

  1. No se engaña el sentir a través de las palabras, de quien sabe leer en lo profundo ...
    Misterioso y significativo final.

    besos.

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  2. El mucho leer.consigue que ciertas personas,avancen en cultura y,,,en saber estar.
    No es peloteo,es la pura verdad

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  3. Vaya, Isabel también podía haberse identificado, claro que de haberlo hecho...
    De todas formas parece que su corazón no le engañó,
    Te metes en el relato y de pronto llega un final que no essperas.
    En las letras de Elena pudo verla reflejada.
    Un abrazo.
    Ambar

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