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domingo, 4 de enero de 2015

LA PESCA MILAGROSA.

Hacía semanas que volvían a la costa con las redes vacías.
¿ Qué se habían hecho los cardúmenes que antes abundaban mar adentro?
Seguramente las corrientes cálidas inusuales para esa época se los habían llevado lejos. O tal vez la culpa era de los grandes barcos extranjeros que tenían licencia para llenar sus bodegas con el sustento de los pobres de la aldea.
¿ Y qué sacaban con averiguar la causa?   Lo cierto era que todas las tardes regresaban derrotados sin nada que llevar al mercado a la mañana siguiente.
-¿Qué voy a hacer?-se quejó Pablo- Necesito comprar leche para mis hijos..¡ y pan!  Cuando vuelvo, mi mujer me mira en silencio con ojos angustiados y no sé qué responder a su muda pregunta.
-¡Cálmate, amigo!- le aconsejó Pedro, poniendo sobre su hombro una mano callosa y requemada por el sol- Hoy seguramente tendremos más suerte...
-Pero ¡mira!  El cielo se está oscureciendo. Hacia el horizonte vi relumbrar un relámpago.  ¡Seguro que se viene una tormenta!
- ¡Igual tenemos que arriesgarnos!  Acerquemos el bote a la orilla y preparemos la red.
Se les unió Juan, que era muy joven y no tenía familia a quién alimentar, pero que también vivía de la pesca, como todos ellos.
Se aprestaban los tres a partir cuando vieron parado en la orilla a un extraño que los miraba. Era muy flaco y llevaba barba. Sus ojos eran mansos y dulces, llenos de una infinita serenidad, como si ya viniera de vuelta de todos los pesares.
Se lo quedaron mirando y Pedro le gritó:
-¡Qué tal, amigo!  ¿ Nos da una mano?
El hombre se acercó en silencio y se puso a ayudarlos con la red.
-¿ Viene con nosotros?- le preguntó Pablo.
No dijo nada, pero se subió a la barca y se acomodó en la proa.
El cielo se había ido cubriendo de grandes nubes color púrpura que se abrían como flores malignas. Relumbró un relámpago y a lo lejos retumbó un trueno.
Se adentraron en el mar y tiraron las redes en el mismo lugar donde día tras día no habían pescado otra cosa que botellas plásticas y bolsas de basura.
Las olas se hacían cada vez más gruesas y violentos golpes de agua los hacían tambalear.
Se miraron preocupados y lamentaron haber arrastrado  al extraño en su temeraria aventura.
Pero éste se veía muy tranquilo. Se había acomodado en el duro banco y parecía dormitar. Sobre sus labios flotaba esa misteriosa sonrisa que les había llamado la atención desde que lo vieran en la playa.
En ese instante, una ola gigantesca empezó a crecer frente a ellos, como una muralla gris contra la cual chocarían inexorablemente.
El estruendo del agua los ensordecía. La barca pareció hundirse en un abismo tenebroso, pero luego volvió a cabalgar sobre la cresta de la ola. La próxima sería quizás la última...
-¡Despierte, amigo!  ¡Nos llegó la hora!- gritó Pedro, remeciendo al desconocido por los hombros.
El abrió los ojos y lo miró con una dulce ironía que lo desarmó. Parecía decirle:
-¡Hombre!  ¿ De qué tienes miedo?  Yo no veo ningún peligro...
Súbitamente, el mar se había calmado y la tormenta se alejaba hacia el horizonte, bramando como un animal furioso.
La inesperada bonanza los dejó atónitos.
En ese momento, Pablo gritó:
-¡Muchachos!  ¡ La red!   ¡Está llena de peces hasta reventar! ¡ Ayúdenme a subirla!
Vaciaron en el fondo del bote un millar de pescados que saltaban y se retorcían, haciendo que sus escamas refulgieran como plata.
Asombrados, se miraban sin dar crédito a lo que veían. ¡Era una pesca milagrosa!  ¡Nunca les había pasado algo igual!
De pronto Pedro gritó:
-¿ Y el extraño?  ¿ Donde está el extraño?  ¡ Se cayó por la borda!  ¡ Qué desgracia, Dios mío!
- ¡Cálmate, Pedro!- le respondió Juan, con la ingenuidad de un niño- Lo vi irse recién, caminando sobre el agua.
-¿ Cómo que caminando sobre el agua?  ¿  Te volviste loco?
-Pero, si todavía se alcanza a ver...¡Allá va!   ¡Míralo!
Los tres se quedaron absortos contemplando la silueta que se alejaba hacia la costa, con sus pies desnudos que parecían apenas rozar el agua.
El desconocido se volvió a mirarlos y en ese instante, un rayo de sol se abrió paso entre las nubes y coronó su frente con un nimbo de oro.


2 comentarios:

  1. hola estimada Lilian
    gusto de saber de ti y tus escritos llenos de sabiduría...
    sin duda el misterio hace bello este relato...más bendecido es quien sin ver ha creído en el amor de Dios.

    te dejo un gran abrazo y que tu pesca sea fecunda en lo que hagas...

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