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martes, 30 de diciembre de 2014

PRESAGIO DE FIN DE AÑO.

Se acercaba el fin del año y la melancolía se apoderaba del ánimo de Jorge.
Siempre se proponía no hacer balances ni tampoco promesas.
La vida sigue igual- se decía- es sólo una fecha en el calendario.
Pero, de todas formas le daba miedo la llegada de la Nochevieja. Sabía que estaría solo y que no tendría a nadie a quién abrazar.
Una tarde, salió a caminar sin rumbo. Atardecía y a través de una bruma rosada le llegó la música de un organillo. Vio que en un sitio eriazo se había instalado una feria.
Casi oculta entre los puestos vio una carpa listada que ostentaba un cartel. " Madame Zulma. Mentalista".
Jorge, burlándose de sí mismo, se asomó al interior.
Vio a una mujer gorda, de mediana edad, tocada por un turbante del que escapaban mechones de pelo gris.
-¡Adelante!  ¡Adelante, caballero!- gritó esperanzada.
Jorge, de una mirada, abarcó el fracaso y la miseria de la mujer. Y ya fuera por lástima o por matar el tiempo, traspasó el umbral.
Se sentó frente a la mentalista y ella retiró un paño negro que cubría una bola de cristal.
Contrastando con la pobreza del lugar, la bola se veía impresionante. Bajo su superficie parecía fluir un gas luminoso  que irradiaba hacia el exterior una aura azulada.
-Usted querrá saber lo que le depara el próximo año...¿ verdad?-le preguntó con voz meliflua.
Jorge asintió por educación, porque todavía no se explicaba qué lo había motivado a entrar ahí.
La mujer apoyó las palmas de las manos en la superficie de vidrio y empezó a decir con voz gutural:
-¡Veo! ¡ Veo!
Pero, de pronto la bola se volvió opaca. El gas luminoso que momentos antes parecía fluir en su interior dio paso a una oscuridad sin reflejos.
Incrédula, la adivina palpaba la superficie, inútilmente. No se producía ningún cambio.
Se volvió hacia Jorge y lo miró con aprensión.
 -¿Qué pasa?- preguntó él, fastidiado.
-Señor, lo siento. Creo que no podré ver su futuro.
-¿Por qué?
-Porque usted no tiene futuro....Creo que la bola de cristal le avisa que no verá el próximo año.
-¡Tonterías!- exclamó Jorge, encolerizado y salió de la carpa, olvidando pagar.
Mientras se alejaba, iba asegurándose a sí mismo que eran puras patrañas. Pero, un escalofrío persistente le erizaba la piel y una vocecita insidiosa le preguntaba:
-¿Y si fuera verdad?
 Esa noche soñó que recibía carta de su hijo y que el cartero al entregársela, le advertía:
-¡Ábrala en seguida, antes de que sea tarde!
Cuando despertó, pensó que era otra premonición....Y si iba a morir pronto, debía arreglar sus asuntos cuanto antes. Aquel enojo con su hijo duraba ya demasiado tiempo.
Marcó su número de teléfono, en Buenos Aires y esperó asustado, pensando que cortaría al escuchar su voz.
Pero el hijo lo saludó con cariño, como si nada hubiera pasado y le prometió que pronto viajaría a verlo.
Se vistió y fue al Supermercado a comprar una botella de vino.
Apretando el paquete con nerviosismo, tocó el timbre en la casa de su hermano. Todavía resonaban en sus oídos las palabras duras que habían intercambiado, hacía ya más de un año.
Al abrirse la puerta, vio unos brazos extendidos y escuchó una voz jubilosa que decía:
-¡Qué sorpresa tan buena!   Ha llegado mi hermano perdido...
Esa noche, durmió tranquilo, pero al amanecer, en el duerme vela de las primeras horas del día, surgió en su mente la cara de Margarita.
¡Ah!  Margarita....La novia que lo había dejado para casarse con Joaquín, su mejor amigo.
Se había quedado solo mucho tiempo, masticando su rencor y a pesar de que lo buscaron para darle explicaciones, se negó a volver a verlos.
 El odio que sentía hacia ambos lo mantenía de pie, como un armazón de hierro. Le impedía caer, pero le taladraba los huesos.
Y ahora...
Habían pasado más de veinte años. Sabía donde vivían y quiso ir allá a decirles que ya no les guardaba rencor.
Le abrió Margarita, vestida de luto. Al verlo, un sollozo la sacudió y él la sostuvo con su brazo. No hizo falta que le dijera que Joaquín había muerto...
Lo hizo pasar al jardín envuelto en la palidez del crepúsculo. Se sentaron bajo un toldo y conversaron hasta que anocheció.
Al despedirlo en la puerta, ella le dijo, dulcemente, que podía volver para que se saludaran por Año Nuevo....
Jorge estaba tan feliz que de puro gusto se acordó de Madame Zulma, la mentalista. ¡Gracias a ella su vida había cambiado!  Y pensar que él se había ido sin pagarle...
Corrió hasta la feria y de lejos la vio en la puerta de la carpa. Ella también lo vio y se precipitó a su encuentro:
-¡No sabe qué alivio siento de que haya vuelto!  Le debo una explicación....Resulta que a la bola de cristal se le habían acabado las pilas, por eso se apagó...
Jorge se echó a reír:
-¡No se preocupe! Y tome este dinero...Se lo debo. ¡Con su presagio de muerte usted me devolvió  la vida!

4 comentarios:

  1. Que bien le vino el apagón de la Bola de cristal.
    Vaya que si se llevó luego esa alegría.
    Y mi deseo para ti, en este Año que ahora comienza, es que esté lleno de Alegrías y Felicidad.

    Abrazos manolo

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  2. "El odio nada engendra, solo el amor es fecundo" ¿Te suena?. Enseñar al corazón a perdonar no es tarea fácil. Las emociones son irracionales y testarudas. Jorge tuvo que ser amenazado de muerte para cambiar el chip. Ojalá todo ser humano tuviera la suerte de toparse con una bola de cristal con las pilas agotadas y experimentara un salto cuántico. Me gustó nos vemos pronto en la matrícula.

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  3. hermoso relato estimada amiga
    una esperanza para aquellos que han perdido la vida en rencores y no aprovechan lo bueno que de ella nos dan momentos profundos junto a quienes amamos y nos aman...la mejor medicina es el amor a la vida y lo mejor a nuestra propia vida
    un abrazo!

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