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lunes, 11 de noviembre de 2013

VOLVER.

Había algunos que no se resignaban a haber muerto.
Que sentían que habían dejado hilos sueltos sin atar, amores no realizados o venganzas inacabadas....A otros, simplemente no les parecía que el "eterno descanso" fuera una opción muy atractiva. ¡Lo menos que querían era descansar!  Les parecía que sus vidas habían sido demasiado cortas y carentes de emoción, como para resignarse a terminar de esa manera.
Así es que  a un costado del Cielo, junto a la puerta de entrada, se habilitó una oficina para atender a los disconformes.
Si uno alegaba motivaciones realmente convincentes para volver a vivir, se le concedía una nueva oportunidad.
Nadie se atrevía a mencionar lo de las venganzas a medio realizar o los asesinatos no  perpetrados... Habría resultado ofensivo para los delicados oídos del ángel  que llenaba las fichas  y además habría originado un inmediato rechazo de la solicitud.
Así es que todos esgrimían razones benévolas y generosas, como decirle "te quiero" a los que nunca se les había dicho una palabra de cariño (como a los padres viejos abandonados en un hogar de beneficencia, por ejemplo...)  En la fila se veía también a ricos que habían muerto bañados en oro, sin tener a nadie a quien legarle su fortuna porque nunca habían querido a nadie, y que pedían regresar a la tierra, para intentar vivir una vida menos egoísta.
Y otros casos así, por el estilo.
Alina solicitó volver, porque amaba a su marido y no se resignaba a dejarlo.
Sólo había alcanzado a vivir con él tres años y su amor había quedado intacto, apenas empezado a vaciar...Como la miel que amenaza desbordarse del envase que la contiene, así estaba su corazón, aún repleto del amor no entregado.
-¡Déjame volver!- pidió en un sollozo- ¡A él le hace falta mi amor y yo necesito dárselo! ¿Cómo podría descansar con este peso en mi corazón?
El ángel sonrió con dulzura y estampó su firma en el salvoconducto.
Al segundo después, Alina se vio en una estación del Metro.
Una multitud de gente se atropellaba por salir. Entre ellos, reconoció a varias personas que había visto en la fila de aspirantes. Un delicado resplandor azul, que los vivos no podían ver, titilaba apenas sobre su frente. Era polvo del Cielo, que se les había adherido, sin que se dieran cuenta.
Se reconocieron entre ellos y se desearon suerte con una mirada.
Alina se dirigió a su casa.
Casi corría, empujada por la fuerza de su amor.
Le faltaban pocos metros  para llegar, cuando vio abrirse la puerta de su casa y salir a Néstor, de la mano de ella misma...
¡Cómo! ¿No es verdad que he muerto, entonces?  Pero ¿qué hago aquí  y allá, al mismo tiempo?
Esas locas ideas pasaron por su mente en un segundo, antes de que comprendiera que la que iba junto a Néstor, era su hermana melliza, Isolda.
¡Isolda! La que siempre la había envidiado. La que se peinaba y vestía igual que ella. La que toda la vida había codiciado lo que Alina tenía...
Néstor la miraba arrobado y acercaba su mano a sus labios, besándola una y otra vez. Ella se reía, satisfecha.
Alina se escondió tras un árbol y los vio pasar, anonadada. Una ola de dolor caliente y salobre subió por su garganta y lloró largo rato, apoyada en un muro.
Cuando la pareja se hubo alejado, entró a la casa y se dirigió al que había sido su dormitorio matrimonial.
El closet estaba repleto con la ropa de Isolda, empapada en el perfume que alguna vez había usado Alina.
Comprendió que la había suplantado, que Néstor la había olvidado y que ya no había lugar para ella en esa casa.
Con paso lento se dirigió a la estación del Metro a la que había llegado. Era el único lugar al que se le ocurrió ir, porque ya no sabía qué hacer con su vida recuperada.
  En un banco, vio a un hombre que se cubría la cara con las manos. Un tenue resplandor azul se filtraba por entre sus dedos.
-¿Qué te pasó?-le preguntó Alina.
-Fui a mi casa- respondió el hombre- Mi mujer cantaba, poniendo la mesa para la cena. El antiguo sobresalto había huido de su cara. Los niños jugaban tranquilos, sin miedo ya a mi violencia y a mis golpes. Pensé que si dejaba el alcohol y empezaba una nueva vida, podría resarcirlos de los sufrimientos que les causé. Pero ¡están mejor sin mí! ¡Los haría infelices si volviera!
Alina trataba de consolarlo, cuando vieron llegar a un viejo que arrastraba los pies, derrotado. En su frente, llevaba la huella azul.
-¿A ti también te fue mal?-le preguntó el hombre.
"-Llegué a mi casa- suspiró el viejo- Me asomé a una ventana y vi a mis hijos reunidos alrededor de la mesa.
"-¡Por fin podremos recibir la herencia!- decía uno- ¡Haré realidad mi sueño de viajar y comprarme un auto!
"-¡Y yo!- exclamó mi hija-Nunca quiso ayudarme cuando enviudé. Mis niños tenían hambre...¡Al fin podré disponer de su maldito dinero!
"Mi hijo más pequeño suspiró y pensé que pronunciaría una palabra compasiva, pero dijo:
"-¡Tantos años soportando su avaricia!  ¡Llegó la hora de disfrutar de la vida que merezco!
"¿Como podía decirles que había vuelto, si para ellos mi dinero vale más que yo? 
Los tres se miraron en silencio, agobiados por su fracaso.
-¿Creen que el ángel nos aceptará de vuelta?
Alina recordó sus dulces ojos y su sonrisa misericordiosa.
-¡Por supuesto que sí!  Con sólo mirarnos, lo adivinará todo....
Dejaron la estación y se encaminaron al río.
El agua corría sucia y turbulenta, arrastrando los desperdicios de la ciudad.
Se cogieron de las manos y se internaron en la corriente. Las olas los atraparon en su abrazo frío y los sumergieron con rapidez.
Por un instante, sobre la superficie del agua flotó el cabello rubio de Alina, como un destello de sol moribundo. Luego desapareció.

4 comentarios:

  1. A veces no es necesario morir para darse cuenta
    si es de valer o no para otro...
    y claro lo que no se hizo en vida
    que se hará después de la muerte?

    me gusto esta historia
    tiene mucho de la vida misma...
    abrazos!

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  2. Opina Ricardo Aliaga Bascopé: Este cuento enfoca certeramente a las personas que dejan esta vida sin haber cerrado enteramente el círculo.
    El enamorado que nunca expresó su amor y le habla a un ataúd cerrado...
    El hijo que abandonó a sus padres y quiere, tardíamente, pedirles perdón.

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  3. Bién amiga. Escudriñadora de los rrollos sicológicos del ser humano. Es cómico que aún despues de muertos no sepan que volver, "al valle de lágrimas" volveran a sufrir. ¡¡Cómico muy cómico!!. ¿O sea la vida es bella es otro cuento? Ingenioso, como siempre. Felicitaciones

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