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domingo, 17 de noviembre de 2013

MAS MUERTO QUE VIVO.

Eladio despertó a la una de la madrugada y escuchó voces en el salón.
¿Quién podía haber venido de visita a esa hora?
Se levantó en puntillas y miró por el ojo de la cerradura.
Vio que estaban velando a alguien.
Un ataúd abierto presidía la estancia y un grupo de dolientes se congregaba alrededor.
Vio claramente el rostro del cadáver y sin mucha sorpresa, comprobó que era él.
-¡Vaya!-pensó- ¿Cómo pude morirme sin darme cuenta?  Pensándolo bien, fue una suerte...
-Pero ¿y mi abono para el Mundial de football?
Miró el cajón de su velador, que estaba abierto y comprobó que había desaparecido.
¡Su sobrino Braulio!  ¿Quién otro?  No había  esperado ni que le llegara el rigor mortis para apropiarse del abono...
En fin, para qué afligirse, si ya no lo podría usar.
La puerta del dormitorio estaba cerrada y la empujó, pero no tenía fuerzas. Se sentía tan débil y desvalido como un niño al nacer. Pero, siquiera el niño podía llorar, en cambio él...Ni un suspiro podía escapar ya de sus labios petrificados.
Sin sorprenderse mucho, ( parece que a los muertos todo les parece natural, pensó) se halló al otro lado de la puerta, que continuaba cerrada.
Vio a su mujer llorando. Tenía los ojos rojos e hinchados y gruesas lágrimas corrían por sus mejillas.
-¡Cómo me quería!- exclamó, conmovido.
Se acercó, para estampar en su frente un beso incorpóreo, cuando lo repelió un olor extraño. Vio que ella tenía un trozo de cebolla envuelto en el pañuelo. Era eso lo que provocaba sus lágrimas.
Más allá vio a su hija Carolina, sentada en un sillón, con la cabeza baja.
¡Pobrecita! ¡Es evidente que mi muerte la hace sufrir!  No alza la vista siquiera, para no tener que enfrentar la realidad...
Quiso acercarse a ella para consolarla, pero vio que tenía los ojos fijos en un celular que sostenía sobre las rodillas. Estaba comprobando si tenía algún mensaje de texto.
En la cocina había un grupo de amigos suyos tomando vino y contando chistes. Se quedó a oírlos, a ver si lograba alegrarse un poco, pero todos eran viejos y archi conocidos.
Volvió al salón y comprobó que habían cerrado el ataúd. Sobre la tapa habían puesto una fotografía suya, de cuando era joven.
Eladio se sintió invadido por una dolorosa nostalgia.
Y comprobó que la Muerte es eso.  ¡Echar de menos! Que no son los vivos los que extrañan a los muertos, sino ellos los que sienten nostalgia de todo. ¡De todo! Desde el sabor del café al olor a sudor que hay en los vagones del Metro, al atardecer...
La gente se fue retirando, entre suspiros compasivos y frases poco originales:  "Mi sentido pésame! "  "Acompañándolos en su dolor".
¿Por que las personas no podrán ser sinceras alguna vez?
-Ya era tiempo que se muriera ¿no crees?  El cáncer es tan caro...
-Ahora puede rehacer su vida, pues, Marujita. ¡Todos sabemos lo odioso que era ese patán!
Su mujer y su hija se retiraron a dormir y Eladio se quedó solo, velando a su cadáver.
Al día siguiente, se efectuó el funeral.
Había pedido que lo enterraran junto a sus padres, así es que se sorprendió, pero no mucho, al ver que el cortejo se dirigía al crematorio.
Está visto que mi última voluntad no será respetada...
-¿Y qué vamos a hacer con las cenizas?- oyó susurrar a su hija.
-Lo mejor es llevarlas a Algarrobo, cuando nos vayamos de vacaciones y las tiramos al mar.
-¡Me carga el mar!-pensó Eladio- Y ahora me van a echar ahí para que alimente a los peces. ¡Ojalá algún día se coman un pescado donde esté yo y se intoxiquen, las muy ingratas!
Se acabó la ceremonia y los concurrentes se dirigieron a los autos, que los esperaban a la salida.
Sobró uno. Era negro y lujoso. Eladio no sabía si era un cadillac o una lumousina.
Vio que abrían la portezuela y lo invitaban a subirse.
-¿Vienen a buscarme a mí para llevarme al Cielo?  ¡Qué gentileza!
Miró la nuca del chofer, que manejaba con serena elegancia y le preguntó:
-¿Usted se llama Gabriel o Miguel, seguramente?
(Tenía entendido que la mayoría de los ángeles se llamaban así.)
-Me llamo Kobal, para servirlo- respondió él, quitándose la gorra. Por el espejo. Eladio vio que dos cuernos negros y lustrosos decoraban su frente.
-Póngase el cinturón- agregó el chofer- Ahora iremos en bajada y el descenso será algo violento.
A Eladio le quedó claro a donde se dirigían, pero no se sorprendió demasiado. Como ya había comprobado, a los muertos todo les parece natural.


3 comentarios:

  1. Muy detallado, pero pensé que al final despertaría y habría sido todo un sueño, tiene que ser tremendo eso de verse, desde el otro lado.
    Un abrazo.
    Ambar.

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  2. Dice Ricardo Aliaga Bascopé: Es lo que se ve siempre en las ceremonias. La hija que lee sus mensajes de texto, la esposa que llora a la fuerza a un esposo del que no halla la hora de librarse...

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