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domingo, 24 de noviembre de 2013

EL CARACOL DE BETTY.

Nora le mostró el diario a Betty, con aire preocupado.
-¡Mira, Betty, lo que dice aquí!   "Acidificación de los océanos pone en peligro el futuro de los corales, moluscos y crustáceos"
-¿Y qué significa eso?
-Que todos los bichitos que tiene esqueleto de carbonato de calcio serán perjudicados. Y los que viven en conchas de ese material, verán sus casas deteriorarse y disolverse de a poco, en el ácido del agua.
-¡Oh!  Eso quiere decir que con el tiempo, ya no encontraremos en la playa esos caracoles tan lindos que arrojaba la marea...
Betty puso cara de formulario en blanco y sus ojos se humedecieron de nostalgia. Se acababa de acordar del caracol iridiscente que Mario le regalara, aquel verano de arrobamiento...
-Bueno, Betty, no creo que tus carencias románticas sean lo más importante de todo ésto. Aquí dice que a los pobres moluscos les costará cada vez más fabricar las conchas que los protegen. Una y otra vez, el agua ácida se las va a corroer y desintegrar.
 -¡Lo mismo que le pasaría a una, si quisiera construirse una casa con cemento mal fraguado y madera con termitas!  ¡Se le vendría al suelo con cualquier temblorcito de morondanga!
Ambas quedaron pensativas y Betty se volvió a acordar del caracol que tanta nostalgia le traía de aquel amor veraniego....
Fue a su dormitorio y escarbó en la caja de sus "bilongues", que así llamaba ella a sus pertenencias más queridas. Al rato, volvió junto a Nora sosteniendo en sus manos el maravilloso caracol.
-¡Me lo regaló Mario!- musitó, con un suspiro que le vació de golpe todo el aire de los pulmones y del corazón, toda la nostalgia acumulada.
-¿Y no lo volviste a ver?- le preguntó Nora.
Betty prefirió no responder a esa pregunta. La respuesta era tan obvia... ¿Acaso se añora un amor que se está viviendo?  Paradójicamente, los que se fueron son los que más duran.
Nora se llevó el caracol al oído y sonrió, encantada.
Un sordo rumor de olas y de viento le llegaba desde su interior.
-¡Qué lindo!  ¡Es como estar en la playa de nuevo!
Betty tomó el caracol y  lo apartó a un lado, con resentimiento.
-¿Cómo?  ¿No quieres escuchar el sonido del mar ?-le preguntó Nora, sorprendida.
Betty no respondió.
No quiso decirle que cuando ella se acercaba el caracol al oído, no escuchaba el rumor de las olas, sino una voz que le repetía con insistencia despiadada:
-¡Solamente un verano!  ¡Solamente un verano!   

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