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miércoles, 27 de junio de 2012

HACE MUCHO, MUCHO TIEMPO...

Al curso de mi hermana menor, en el Liceo mixto, había llegado una niña nueva que me tenía loco.
Era bajita y se peinaba con chapes. Mientras las otras se planchaban el pelo o casi se rapaban tratando de imitar a Emma Watson, ella se hacía esos chapes anacrónicos, como de niñita de orfanato.
Usaba el ruedo de la falda bajo la rodilla, mientras sus compañeras se la recogían a mitad de muslo. Todas, empezando por mi hermana, que cada mañana se enfrentaba a los retos de mi mamá.
Me gustaba mucho esa niña, pero guardaba en secreto mi interés, porque notaba que mis compañeros la hallaban sin gracia.
Cuando en el recreo nos juntábamos a conversar en una esquina del patio, los ojos se me iban a buscarla a ella y siempre la encontraban sola, sentada con un libro abierto sobre el regazo.
Me atreví a comentarle a mi hermana, con voz fingidamente casual:
-Tienes una compañera nueva...
-¡Sí! ¡Es más fome, la pobre! Viene del campo y le decimos "La selvática".
No me atreví a preguntarle el nombre y decidí averiguarlo por mí mismo.
Un día me acerqué a ella, que , como siempre, leía bajo el árbol de morera que sombreaba el patio.
-¡Hola!-la saludé con soltura, disfrazando mi timidez- ¿Cómo te llamas?
-Anabelí- respondió circunspecta.
-¡Anabelí! ¡Qué nombre tan original!
-Me lo puso mi papá, por un poema que le gusta. Habla de una niña que vivía en un castillo junto al mar...
Comprendí que se refería a Annabel Lee, el poema de Edgard Allan Poe, pero no le dije nada para no poner en entredicho los conocimientos literarios de su padre.
Y estaba ahí, como un tonto, tratando de hilvanar una conversación, cuando sonó la campana.
Ella se paró y se despidió con una sonrisa.
¡Anabelí! Me encantaba su nombre... Rimaba con "alelí", con "te quiero a ti", con "me gustas desde que te vi", etc.
Y de cerca, era más linda todavía. Con unos ojos color miel y unas pecas que salpicaban su cara como un polvillo de oro. Tal como el polen en los pétalos de una flor...
Pero, la timidez me cohibía y me pasé el año mirándola de lejos, consciente de que ella también me miraba, y repitiendo su nombre: Anabelí, Anabelí, mi corazón te di.
Como un perfecto tonto.
El curso de ella organizó una kermess para financiar el viaje de estudios.
Mi hermana se puso unas medias de malla negra y una mini falda un poco más ancha que un cinturón. La mandaron a cambiarse y al final partió, enfurruñadas pero "decente", al decir de mi mamá.
Al rato partí yo y haciéndome el distraído, me puse a buscar a mi amada, entre los que bailaban.
No estaba ahí, sino en el salón contiguo, a cargo del bufet.
-¡Hola, Anabelí!
-¡Hola!- y a continuación me informó, muy seria-Los sandwichs son a mil quinientos pesos y los refrescos, a mil.
Por supuesto, le compré ambas cosas y mientras sorbía lentamente mi coca cola, le pregunté:
-¿A dónde vas a pasar las vacaciones?
-Me voy a Talcarehue, a la casa de mis papás.
-¿Y dónde queda eso?
-Pasado San Fernando, a orillas del Tinguiririca.
Todos esos nombres me sonaron exóticos y me pareció que le agregaban encanto a su figura singular.
Llevaba un vestido azul y una flor blanca prendida en el escote. Se había soltado los chapes y su pelo caía en suaves bucles castaños alrededor de su cara.
-¿No vas a bailar?
-No. Estoy a cargo del bufet hasta las once.
-¿Te puedo esperar?
Se ruborizó y asintió con la cabeza. Luego agregó:
-Está bien, pero a las doce vendrá a buscarme mi madrina.
-¿En la carroza hecha de una calabaza?-estuve a punto de preguntarle.
En muchos cuentos hay una princesa que a las doce tiene que partir, antes de que se rompa el hechizo. ¿Por qué iba a ser distinto en el caso de Anabelí?
Alcancé a bailar con ella tres veces y no me atreví a decirle nada.
A las doce en punto, una señora gorda la arrebató de mis brazos y ella ni siquiera alcanzó a dejar caer un zapatito.....
El resto del año pasó en un suspiro. Se acabaron las clases y no volví a ver a Anabelí.
Pero no dejaba de pensar en ella y un día, decidí partir a buscarla.
Tomé un bus a San Fernando, y en el paradero le pregunté al chofer desde donde partía la locomoción para Talcarehue.
-No hay micros para allá-me informó-Pero, de la plaza salen colectivos. ¡Claro que puede irse a pié, también! Es bastante cerca...
Me indicó el camino, en los límites de la ciudad, enfilando en dirección al río.
Partí confiado, pero por más que andaba, no llegaba nunca.
Empezó a caer la noche y estalló un concierto de sapos y de grillos. Unas estrellitas parpadeaban en el cielo y al rato apareció la luna tras los cerros, como una enorme rueda de oro desprendida de algún carro.
Pensé que el chofer, viéndome cara de santiaguino, se había querido reír de mí. ¿O me habría equivocado en aquel cruce?
Escuché un rumor de voces y divisé una luz en una claro entre los matorrales.
Había una fogata y alrededor de ella, varios campesinos tomando café.
-¿Se perdió, patrón?- me preguntó uno- Arrímese p'acá que está refrescando la noche.
Me sirvieron café y me hicieron un hueco frente a la hoguera.
-¿Y para donde va a estas horas?- me preguntó un hombre canoso, que parecía mandar en el grupo.
-Voy a Talcarehue-respondí, vacilante, esperando oír un coro de risas burlonas.
-¡Yo voy para allá!-me respondió- Pero será mañana. ¡Ahora estamos muy cansados! Fuimos a llevar unas reses a pastar a los cerros y se nos cayó la noche.
Me pasó una manta y me indicó que me acercara más al fuego.
-¡Échese una dormidita y verá que pronto amanece!
-Oiga, Don Hilario-exclamó el joven que se había distinguido un rato atrás por su cantar melodioso- ¿Por qué no nos recita para acortar la noche? Esa poesía tan bonita que declama siempre...
-¿Te refieres a "Anabelí" ?-preguntó complacido y sin esperar que lo rogaran, empezó a recitar:
"Hace mucho, mucho tiempo, en un reino junto al mar..."
Yo, en la oscuridad, sonreí tranquilizado. ¡Ahora estaba seguro de que la encontraría a ella!
Pero ¿En qué momento del día siguiente me atrevería a decirle a Don Hilario que iba a Talcarehue a ver a su hija?
-No hay que preocuparse ahora- pensé medio adormecido por  el calor del fuego-Se hace camino al andar, como dijo el poeta.

1 comentario:

  1. ¡Hola Lillian!
    Creo que me he perdido algo en este cuento porque de repente me encontré con un final que me parece abrupto.
    Pero me ha gustado la sensación que experimenta el chico hacia la jovencita pese a no atreverse a dar el paso.
    También el juego Anabel Lee/Anabelí.
    Saludos y buen día.

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