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lunes, 25 de junio de 2012

EL TIEMPO.

Me gustaba ir todas las tardes a la Estación, a mirar los trenes.
Había algo de alegría y tristeza en ese llegar y partir. Más tristeza que otra cosa, porque el rechinar de las ruedas parecía hablar de lo efímero de la estadía y de lo largo de la ausencia.
Una tarde vi aproximarse a tres personas que me llamaron la atención por la disparidad de su aspecto.
Llegó primero, saltando y haciendo cabriolas, un niño rubio que reía con la inconsciencia propia de la infancia. Detrás de él marchaba un hombre alto, envuelto en una capa gris y tocado con un sombrero que arrojaba una pincelada de sombra sobre su cara. Sus labios esbozaban una sonrisa, entre irónica y triste, mientras contemplaba los incesantes pirueteos del niño.
Completaba el grupo un anciano encorvado, de aspecto fatigado y melancólico, que arrastraba un enorme equipaje que, a todas luces, le quitaba las últimas fuerzas que le quedaban.
Se sentaron los tres en un banco vecino al mío y pude ver como el hombre de gris  parecía aconsejar al niño, que siempre corriendo y jugando, no le hacía ningún caso.
Al fin, llegó un tren y el pequeño, cuyos rizos eran como rayos de sol, saltó a la pisadera y entró corriendo en un vagón. Ni siquiera se despidió de sus acompañantes, tal era su prisa por empezar pronto el viaje.
Casi al mismo tiempo, entró a la estación, rechinando y lanzando nubes de vapor, una locomotora algo desvencijada, que arrastraba un tren que iba en dirección opuesta.
El anciano subió con dificultad y el hombre de gris le ayudó a cargar su pesado equipaje. No intercambiaron palabras, pero cuando el tren partió, el anciano alzó su mano y se despidió con un gesto, apenas esbozado, del solitario personaje que quedaba en el andén.
Muchas preguntas se agolpaban en mi mente. La curiosidad y una vaga inquietud me embargaban. Al fin, al verlo sentarse junto a mí con aire meditabundo, me decidí a dirigirle la palabra.
-Perdone si lo incomodo, pero todo este rato he estado tratando de adivinar su identidad y la de sus disímiles compañeros. ¿Le parecería una impertinencia si le pregunto quienes son ustedes?
-Yo soy el Tiempo Presente- me respondió con naturalidad- Y como podrás suponer, el viejo a quién ayudé a subir al tren, era El Pasado.
-¡Oh! ¡Pobre anciano! ¡Qué cargado iba! ¿Y qué llevaba en su equipaje?
-Los recuerdos que la gente acumula a lo largo de su vida y que se niega a dejar.
-Es que dicen que la Nostalgia es parte de la Felicidad....
-¿Tú crees?-me miró escéptico-Los que viven de los recuerdos es porque sienten que carecen de porvenir. Ven un páramo desierto extenderse frente a ellos, y sólo mirando atrás encuentran compañía en los fantasmas de su pasado.
-Tiene razón- le respondí, sintiéndome culpable, porque ese era precisamente mi caso- Y el niño,¿ me dice que es...?
-El Futuro, por supuesto. Ya viste cuan imprudente y cuan ansioso de partir estaba...Sin pensar que tal vez le esperan muchas penas y muchos desengaños.
-Y al final, la Muerte- agregué.
-Sí, y al final la Muerte. Ella estará esperándolo en la última estación. El crepúsculo irá cayendo mientras el tren marcha, y cuando llegue a su destino, habrá caído la noche.
-¿Y usted? Hábleme de usted, por favor. Presiento que su existencia es efímera.
-Tienes razón. El Presente no dura más que un momento. ¡Con qué rapidez me trasformaré en Pasado!
Mientras hablaba, vi como su pelo iba encaneciendo y profundas arrugas se formaban en su frente.
-Debes vivir cada instante con plenitud-me advirtió-El Pasado es sólo sombras y el Futuro no es más que incertidumbre.
Se levantó del banco y se alejó con aire pensativo. Sin embargo, se volvió a mirarme por última vez y sus labios se entreabrieron en una sonrisa melancólica:
-Mañana seré yo el anciano a quién verás partir con su carga de nostalgia. ¡No contribuyas tú a hacerla más pesada!

2 comentarios:

  1. Soy de los que ven más tristeza que alegría en las estaciones.
    ¡Ay, parece muy sensato eso que dices por boca del presente sobre quienes viven de recuerdos! Pese al mensaje que lanza el cuento, me deja un aire tristón.
    Muy buena semana, Lillian.

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  2. Me gustó el ensamble para presentar "El Tiempo". Lo mejor es el futuro,un niño alegre, confiado, sin apego al pasado ni muy conciente del presente,porque es muy efímero para tomarlo en serio, sólo se sirve de él.Muy bueno.

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