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domingo, 10 de julio de 2016

HISTORIA DE UN ANILLO. ( O UN ANILLO CON HISTORIA )

Lucía tenía quince años cuando vio el anillo por primera vez.
Estaba expuesto dentro de un cofrecito, en la vitrina de un pequeño bazar.  Era de plata y tenía una piedra blanca que destellaba con helado fulgor, como si fuera un pedazo de la luna.
Lucía pasaba todos los días por frente al bazar y se detenía a mirar el anillo. Adentro, acodada en el mesón, había una señora de cara muy amable, que le sonreía como invitándola a entrar.
Pero Lucía no tenía dinero y la consumía el deseo de poder comprarlo. ¿ Cuánto costaría?   ¡Seguro que una fortuna!  Era tan hermoso...
Una tarde no lo vio en la vitrina. Le latió fuerte el corazón ante la idea de que lo hubieran vendido. ¡Pero no!  Allí estaba el cofrecito, sobre el mostrador. Seguro la dueña lo había sacado para mostrárselo a algún cliente.
Lucía entró al bazar y no vio a nadie. El anillo , en su lecho de terciopelo azul, pareció destellar como invitándola a probárselo.
Rápidamente lo sacó y se lo puso en el dedo.  Sintió que se apretaba de pronto, como si le hubieran brotado garfios de metal que se incrustaran en su carne.
Trató de quitárselo, pero fue inútil. Entonces pensó en huir, antes de que entrara la dueña. Pero, ella apareció desde la trastienda y al ver a Lucía con el anillo puesto, exclamó furiosa:
-¡ Ladrona!  ¿ Te lo querías llevar?
-No, señora. ¡ Perdone!  ¡Es que no puedo sacármelo!
-Y no podrás nunca, mientras vivas...
La cara de la mujer se había transformado. Ya no era amable. Al contrario, sus razgos se contraían en una mueca llena de crueldad.
-Pero, ¿ por qué ? ¿ Qué quiere  usted decir...?
-Quiero decir que está embrujado. Es el anillo de la Soledad. Quién lo lleve no podrá amar ni ser amado nunca. ¡ Ese será tu castigo, por ladrona!
Lucía trató una vez más de sacarse el anillo y al no conseguirlo, escapó llorando del bazar, seguida por la risa de la mujer que sin lugar a dudas era una bruja.
Y así vivió muchos años sola, llevando en el pecho un corazón tan frío como la piedra del anillo que brillaba en su dedo y que parecía  aferrase a su carne con garfios indestructibles.
Sus padres murieron y se quedó viviendo en la casa desierta, sin visitar a nadie y sin que nadie se interesara en ir a verla. 
Su corazón vacío latía regularmente, como el engranaje de un reloj , marcando sus horas inútiles.    Tic tac tic tac  ¡ Buenos días, tristeza!   Tic tac  tic tac ¡ Buenas noches, soledad!
 Su pelo se volvió gris y su cuerpo que había sido esbelto, se encorvó hacia la tierra como buscando el descanso para tanto pesar. Su mano se había arrugado y cubierto de manchas. Pero el anillo seguía brillando en su dedo, siempre hermoso y  lleno de malignidad.
Alguien empezó a visitarla regularmente, haciéndole mil demostraciones de cariño.
Era Rosalba, su sobrina.  Le llevaba flores que cortaba en el campo y pasaba sus horas junto a ella, sin aburrirse jamás.
Lucía no creía en su cariño porque sabía con certeza que la maldición del anillo la había condenado a no ser querida por nadie. Ella tampoco sentía nada por  Rosalba. Solo una irónica curiosidad por desentrañar el motivo de sus visitas.
Siendo ella tan pobre ¿ qué podía codiciar la niña entre sus escasas pertenencias?
¡ El anillo, por supuesto!
A menudo la veía seguir los movimientos de su mano mientras servía el té. Y la piedra parecía brillar más que nunca, como queriendo acrecentar su deseo de poseerlo.
-Tía ¿ me dejas probarme tu anillo?
-Imposible, Rosalba. Está tan apretado que no me lo puedo quitar.
La sobrina la miraba con odio disimulado. 
¡ Vieja egoísta!  ¡ Vieja mezquina!   Debería regalármelo.  A mi, que soy joven me luciría mucho más...¿ Para qué lo quiere ella ?  ¡ Cómo si pudieras llevártelo al otro mundo!
Pero seguía sonriéndole con fingida ternura, mientras el deseo de poseer el anillo le envenenaba el corazón.
En el invierno, Lucía enfermó de pulmonía y decayó rápidamente.
Rosalba no se despegaba de su lado, llevándole bebidas calientes y secando el sudor de su cara marchita.
Al fin, murió.
Antes de que llegara alguien , Rosalba le sacó el anillo . ¡ Con qué facilidad resbaló, después de haber pasado una vida aferrado a esa mano con garfios de acero!
-¡ Nunca lo tuvo apretado, la muy mentirosa!- exclamó con rencor.
Lo deslizó en su dedo y se asombró de lo bien que le calzaba. Sintió que se ceñía a su piel,  como pidiéndole que no se lo quitara jamás.
El ansia de su pecho se calmó. Haber logrado su deseo era lo único que le importaba.

-¡ Por fin lo tengo! - exclamó jubilosa - ¡ Ahora sí que podré ser feliz! 


11 comentarios:

  1. Poseer una joya,nos puede hacer feliz,pero el calor de los afectos humanos son mucho más emocionnantes

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  2. Sacar una foto normal y sacar una foto artistica,solo se halla en la mentalidad del fotógrafo

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  3. ¡Hola otra vez!
    Gracias por pasar por uno de mis blogs.
    Te dejo mi otro blog, más poético, por si también quieres visitarlo.
    "Érase un hombre a un móvil pegado"
    Saludos.

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  4. Amiga escritora,cuando menos espere de la vida,cuando menos ambiciones tenga,llegaras a ese plenitud que dice que anhela

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  5. Tus notas y tus cuentos son leidos siempre por el viejo fotógrafo

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  6. me gusta tu intensidad cuando escribes lo que sientes

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  7. Te gusta la literatura,por eso tu comentñario paracen haber salidos de los sentimiemtos de una poeta
    Un fuerte abrazo

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  8. Me dice que mis fotografias y mis comentários,te ayudan a relajarte,
    Un fuerte abrazo

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  9. seguro que queda comprobado otra vez
    que las cosas materiales nunca nos dan esa felicidad que para muchos
    a veces se les hace esquiva
    siendo que todo esta latente en el corazón...

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    Respuestas
    1. Gracias, Magdeli. Pero creo que lo más irónico es que la maldición de la SOLEDAD se va a traspasar a la nueva dueña del anillo, que cree que teniéndolo, será feliz.

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    2. Ilusoria y desventurada

      hay muchas que corren tras los brillos de las vitrinas y marquesinas ....
      un corazón de cristal , que no anida más que el reflejo de lo insustancial...
      de eso hay muchos ejemplos estimada
      y de allí nadie les puede rescatar...ni siquiera el amor

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