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domingo, 13 de septiembre de 2015

UNA CASA CON FANTASMAS.

Cuando a Armando le avisaron que había heredado la casa de sus abuelos, quedó consternado. ¿ Qué iba a hacer con ese caserón monstruoso, de veinte dormitorios, edificado en las afueras de un pueblo del Sur?
Cuando niño, había pasado ahí sus vacaciones, con una pandilla de hermanos y de primos. Pero ahora ¡ qué clavo!   Venderlo era difícil y vivir en él, imposible. Sonia se opondría y él no quería contrariarla. Ya el médico le había advertido de la delicada constitución de su sistema nervioso....
Al menos, logró convercerla de que viajaran a visitar la casa.
Desde la estación, tomaron un taxi que fue dando saltos por los baches del camino y quedándose pegado en los charcos de barro.  ¡ En esa zona llovía siempre !
Cuando estaban cerca de la casa, se detuvieron a cambiar un neumático.
-¿ Quién es esa mujer que se acercó al vidrio y se quedó mirándome?- preguntó Sonia.
-¿ Qué mujer, mi amor?  No hay nadie... Se nota que estás cansada.
En realidad, el camino se veía desierto,  inmerso en el verdor húmedo de los canelos.
La casa era más linda de lo que recordaba. Los muebles estaban intactos. Le parecía que en cualquier momento vería entrar a su abuela con un cesto de arándanos recién cortados.
Sonia se fue a la cama en seguida y Armando se quedó conversando con Pedro,el jardinero.
-¡ Ojalá se queden, patrón!  La casa está muy sola desde hace tiempo. El abogado viene a pagarle puntualmente al personal, pero hace falta que alguien viva aquí....¡ para que se encargue de espantar al fantasma!
-¿ Fantasma dice ?
- Pero, ¡ cómo, patrón!  ¿ Que no se acuerda del fantasma de la señorita Paulina, que se ahogó en la laguna hace tantos años?
 Armando algo recordaba de una leyenda con la cual lo habían asustado de niño.
-¡ Yo no creo en fantasmas !  Cómo se le ocurre...
- No se ría, don Armando. Si es cierto. Anda siempre por los jardines, al atardecer, y nos mira con unos ojos tan tristes que da pena verlos...Pero, si le hablamos, desaparece.
Armando subió a acostarse y no pensó más en los comentarios del jardinero.
Al despertar, a la mañana siguiente, vio que Sonia no estaba en la cama.  Se asomó a la ventana y la divisó abajo, en el jardín. Estaba sentada en un banco de piedra, bajo un enorme árbol de lilas. Hablaba y sonreía como si conversara con alguien, pero Armando no vio a nadie. Supuso que habría una persona oculta por los arbustos.
-¿ Quién estaba contigo en el jardín?- le preguntó mientras desayunaban.
-¡ Nadie!  ¡ No había nadie!- afirmó Sonia, pero él creyó ver un relámpago de desafío y de ocultamiento, cruzar entre sus pestañas.
Pasaron los días y llovió copiosamente. El paisaje naufragaba en un verde profundo. Al anochecer paraba la lluvia y un crepúsculo plateado envolvía todas las cosas,como si estuvieran sumergidas bajo el agua.
Sonia no volvió a insistir en volver a Santiago. Se levantaba temprano y salía a vagar por el parque. Siempre se las arreglaba para evadir su compañía, como un niño travieso que se esconde. Pero se veía contenta y Armando la dejaba hacer lo que quisiera. Eso le daba tiempo para revisar los papeles y hablar con el abogado.
Un día, la cocinera lo retuvo, cuando salía del comedor.
-Don Armando, dígale a la señora que tenga cuidado. Siempre la veo cerca de la laguna. Seguro que el fantasma la lleva para allá. Como siempre andan juntas...
-¡ Pero, Odilia!  Debe estar soñando...La señora siempre sale sola.
-Claro, patrón. Sale sola de la casa, pero afuera la está esperando ella. Yo las oigo conversar y la señora se ríe contenta y se pone a cantar las mismas canciones viejas que cantaba la señorita Paulina...
Armando perdió la paciencia.
- ¡ Basta de cuentos, Odilia!  Yo nunca he visto ese fantasma...
-Porque no quiere verlo, pues, patrón- murmuró la mujer, casi con lástima, como si le dijera:  Usted se lo pierde, no más.
Armando aparentó no hacerle caso, pero quedó preocupado.
Era evidente que Sonia estaba cambiada.  Ya no se quejaba del frío ni pedía regresar a Santiago. Estaba silenciosa, como ensimismada y de vez en cuando lo miraba con un aire misterioso, como si le escondiera un secreto.
Si él le hablaba, sonreía sin contestarle.
A menudo la escuchaba monologando en el jardín. Se acercaba sigiloso y aunque siempre la encontraba sola, ella lo miraba con fastidio, como si interumpiera algo.
- No te acerques a la laguna, Sonia- le advirtió un día- Es peligroso.
-¡ Pero si Paulina dice....!- y se interrumpió como asustada de haber revelado algo.
Una vaga inquietud empezó a apoderarse de él. Le parecía que la casa entera funcionaba en torno al fantasma.Todos lo veían, menos él. Y por ese motivo lo miraban con frialdad y distanciamiento. En cambio a Sonia, la consideraban una de ellos.
Quiso saber más sobre la tragedia de Paulina.
-¿ Cómo se ahogó?  ¿ Fue un accidente? - le preguntó a Pedro.
- Un día, sencillamente caminó hacia adentro de la laguna y no paró de andar hasta que desapareció. Desde la casa la vieron y corrieron aterrorizados. Pero, al llegar a la orilla, ya era tarde. Sólo su pelo negro flotaba en la superficie, como una mata de algas. Y después también se hundió.
- Pero ¡ debe haber estado enferma!  Deprimida...¿ No la notaron rara?
-Andaba siempre sola. Pero, alguien dijo que la había visto hablando con una mujer que se ahogó también  en la laguna, hace más de medio siglo...Un fantasma, quiero decir.  Aquí siempre ha habido fantasmas, aunque usted no quiera creer en ellos. Y la gente los acepta, porque son parte de la vida misma. 
Armando pensó que si dejaba a un lado su escepticismo y aceptaba que hay cosas más allá de la razón, lograría ver también al fantasma de Paulina. Sería una forma de proteger a Sonia de esa especie de neurosis que se había apoderado de ella y que la apartaba de la realidad.
Una tarde, cuando ya caían las sombras de la noche, la vio por fin.
Estaba parada afuera de la casa. Su vestido mojado se apegaba a su cuerpo y su largo pelo negro goteaba sobre las losas del jardín. Le hacía señas a alguien que estaba en la casa.
Vio que era a  Sonia, que estaba asomada en la ventana del dormitorio.
Corrió por la escala, queriendo salir, pero él la retuvo por un brazo.
-¡ No salgas, Sonia!   Ya es casi de noche y va a llover.
Ella trató de soltarse y lo miró con rabia. Fue la última vez que se miraron a los ojos.
Armando recordaría siempre con dolor esa última mirada de Sonia, tan cargada de resentimiento y desamor.
A la mañana siguiente, al despertar, notó que ella no estaba en el dormitorio.
Se asomó a la ventana y la vio dirigirse hacia la laguna. A su lado caminaba el espectro de Paulina.
Armando no adivinó las intenciones de Sonia, hasta que ya era tarde.
Desde lejos la vio internarse en la laguna de la mano de su amiga, que parecía guiarla.
Juntas se hundieron en la profundidad, apaciblemente, sin un gesto de alarma o de temor.
Armando corrió enloquecido, llamando a gritos al personal de la casa.

Cuando llegaron a la orilla, solo vieron el cabello oscuro de Sonia, flotando en la superficie como un manojo de algas. Luego, también se hundió.

5 comentarios:

  1. Siempre existen leyendas en torno a las lagunas. Algo tienen de magia ¿verdad?.
    Abrazos y felices fiestas querida Lily.

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  2. Buen Relato, que luego no me va a dejar que coja el sueño.

    manolo
    .

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  3. me gustan estos relatos...todo es posible...

    ******************************

    espero que estés bien y no hayas tenido mucho susto con el sismo
    ahora solo queda pedir por este país tan tempestuoso...

    es la vida y lo que nos toca

    que pases buenos días con tu familia!

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  4. Si puedes, pasate por mi blog.

    manolo

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  5. Viene al caso. Que no creo en brujos caray, pero que los hay, los hay. No creo en fantasmas, será por eso que no los veo. Lo importante del cuento es tu imaginación para crear situaciones mágicas con relaciones interpersonales; colijo que entre Sonia y Armando no había relación amorosa. Sonia estaba enferma y Armando no se percataba, dos islas. ¿Es lo que escribiste entre líneas? En todo caso da para imaginar. Un abrazo.

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