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domingo, 9 de agosto de 2015

TARDE DE SABADO.

¡ Qué tarde de Sábado tan fría y tan triste!  -pensó Paulina, ahogando un suspiro.
Miguel había roto con ella hacía ya dos semanas y no había vuelto a saber de él.  Había esperado en vano que la llamara, pero el teléfono permanecía mudo, con un silencio ensordecedor que retumbaba en sus oídos.
¿ Por qué la había dejado  en esa forma, balbuceando explicaciones que no convencían a nadie?
El corazón de los hombres es así.  Como una  manzana dulce que una saborea con deleite, hasta que descubre que está agusanada.   ¡Lástima que lo viene a descubrir cuando ya se tragó el gusano!  - pensó  Paulina e hizo una mueca  de asco.  Sin embargo, su corazón herido seguía amándolo y preguntándose sin descanso:  ¿ por qué? ¿ por qué, si se habían querido tanto?
Decidió abandonar las preguntas inútiles que a nada la conducían y preparar la clase de Literatura Europea que debía dictar el siguiente Lunes.
Tomó un libro al azar. Distraída, se puso a repasar un texto de Navokov que le pareció ingenioso, lleno del humor ácido que lo caracterizaba.
En un párrafo decía que si queremos ver la vida desde un ángulo diferente, nos agachemos y miremos hacia atrás, por entre nuestras rodillas.
Paulina se rió, apesar de su tristeza y no encontró nada mejor que seguir el consejo del escritor.
Se inclinó hasta conseguir la posición adecuada y miró,  pero no vio nada nuevo... En ese preciso instante, empezó a sonar el timbre de la puerta.
Apurada por recuperar su postura erguida, perdió el equilibrio y cayó de cabeza en el suelo.
Por un instante, lo vio todo negro, pero se paró rápidamente y fue a abrir.
En el umbral de la puerta estaba Miguel.
El corazón le saltó en el pecho y luego pareció detenerse, durante un segundo que a ella le pareció eterno.
- ¿ No me invitas a pasar?  -preguntó él con voz humilde.
Se hizo a un lado para que pasara, incrédula aún, creyendo que soñaba.  El se veía abatido como perro callejero bajo la lluvia. Ya no quedaban ni rastros de la altivez y la frialdad con que días atrás había puesto fin a su romance de tantos meses.
Paulina no decía nada, sólo esperaba que él hablara y le explicara la razón de su cambio.
Miguel vaciló un instante.  Luego, sin decir palabra, la tomó en sus brazos, apretándola con fuerza, como si trabajara en la policía secreta y quisiera arrancarle alguna confesión.
 Pero ¿ qué podía confesar ella que él no supiera?  ¿ Que lo amaba con locura y que lo amaría hasta el último día de su vida?
- ¡Perdóname, amor mío!  Todo fue un error -suspiró Miguel, enternecido.
Paulina cerró los ojos.... Y cuando los abrió, se encontró tendida en el suelo, sobándose el chichón que tenía en la frente.
El timbre de la puerta seguía sonando con insistencia.
 Comprendió que sólo habían pasado segundos desde que se cayera de cabeza al suelo, por culpa de Nabokov.
Eso quería decir que la presencia de Miguel había sido un sueño...Pero ¿ y si fuera un sueño premonitorio?
Esperanzada, se paró rápido y corrió a abrir.
En en umbral de la puerta estaba el conserje que venía a dejarle el recibo de los gastos

 comunes....

5 comentarios:

  1. me encantas mujer
    cuando escribes
    largas los fluidos de tus letras
    para entretenernos con maravillas que solo tu creas
    gracias

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  2. La caída le sirvió para comprender que de dolores y sufrimientos estamos construidos y, que siempre nos volvemos a levantar...
    Abrazos querida Lily.

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  3. Es de esperar k la caida le devuelva la cordura
    Esperar algo de quien no valora es perder tiempo. Y vida

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  4. Es de esperar k la caida le devuelva la cordura
    Esperar algo de quien no valora es perder tiempo. Y vida

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  5. Es de esperar k la caida le devuelva la cordura
    Esperar algo de quien no valora es perder tiempo. Y vida

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