Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 5 de julio de 2015

MARINO DE MAR BRAVIO.

Ella tenía apenas diecisiete años, así es que ambos crecimos juntos. Ella, en medio del mundo hostil y yo acurrucado dentro de ella.
Lloraba mucho la flaquita, así es que mi crecer fue un tanto zarandeado, en el interior de su pobre cuerpo sacudido por la pena.
Fue como navegar en un mar tormentoso. Pero ¡ qué buen marinero era yo, aferrado firmemente a los bordes de mi barquita!  Ninguna ola me iba a arrojar fuera de ella...
El patán que nos había regalado el portazo del abandono había desaparecido sin dejar rastros.
Aunque debo reconocer que cuando se avecinaba mi desembarco en este mundo, anduvo rondando por los muelles y parece que quiso volver.
Pero la flaquita alzó la proa de su nave con orgullo y le dijo que ya era tarde, que no lo necesitaba.  Que ella muy bien se las iba a arreglar sola.
Dijo eso porque ignoraba que desde el principio me había tenido a mi y que yo había jurado cuidarla y protegerla apenas tuviera fuerzas para llevarlo a cabo.
El día en que nací y me tuvo entre sus brazos,  yo también la sostuve entre los míos y le
prometí que me apuraría en crecer para construirle un dique que la defendiera de los oleajes traicioneros de la vida.
Cuando cumplí los dieciocho años, tal vez inspirado por las sacudidas oceánicas de mi gestación, decidí  hacerme marinero.
Y fue así como conocí muchos países, algunos tan extraños que ni en mis sueños infantiles pude imaginarlos siquiera. Pero fue en un país muy cercano, limítrofe del nuestro, en el que conocí a un hombre con  el que tampoco nunca había llegado a soñar.
Era un borracho, de esos a quienes llaman " un perdido".  Se pasaba los días adormecido en los bares, con la cabeza gacha sobre un vaso vacío, mascullando una pena torva que lo corroía como un ácido.
Todos lo dejaban tranquilo, nadie quería escuchar sus confidencias. Y le regalaban una soledad que tal vez el borracho hubiera querido cambiar por un poco de atención.
Cuando se le acababa el dinero, salía al muelle a descargar bultos y con lo poco ganado, volvía al bar a embriagarse de nuevo.
 Una noche lo ví en una mesa, mirando con ansias la copa vacía. Se veía que no le quedaba dinero y que se moría de sed. Apiadado, le pagué otra ronda y me senté frente a él a beber mi coñac.
Cuando habló, me sorprendió reconocer a mi patria en su acento y le seguí el hilo de la charla con más cordialidad.
Fue desgranando su melancolía sin darse cuenta y terminó por contarme su vida.
Cuando le pregunté si tenía familia, una mueca de amargura le torció la boca.
-¡ No tengo, amigo... pero pude tenerla!  Eso es lo que me está matando, el remordimiento...y la vergüenza de haber sido tan cobarde. Pensar que la quería y la abandoné cuando me confesó que esperaba un hijo.  ¡ Pobre flaquita, cómo lloraba cuando me fui sin mirarla siquiera!  ¡ Yo quería ser libre, quería vivir !  Eso era lo que me importaba en ese momento...
 Sentí que se me apretaba la garganta y le pregunté:
-¿ Y no volvió a verla ?
-Me arrepentí, se lo juro, y quise buscarla, pero me rechazó con desprecio. Aunque era tan joven y tan flaquita, tenía el valor de una fiera para defender lo suyo...
-¿Y cómo se llamaba ella?
-Emelina, así se llamaba. Emelina...
El nombre de mi madre me atravesó el corazón como una lanza.
El borracho seguía hablando, sin notar mi emoción.
-Lo que más lamento, amigo, es no haber conocido a mi hijo. ¡ Ay !  Si lo tuviera aquí delante de mis ojos, le pediría perdón...
Pude decirle que Emelina era mi madre, que ese hijo que él había rechazado era yo. Pero me acordé de cómo había llorado la flaquita en aquellos meses de abandono, de cómo nos habíamos aferrado uno al otro en medio de los embates del mar bravío...

 Dejé unos billetes sobre la mesa mugrienta  y me fui sin volverme a mirarlo ni una sola vez.  


3 comentarios:

  1. Las vueltas de la vida mi querida Lily. Lo que una vez no fue es muy difícil componer después, se necesita mucho amor para algo así.
    Abrazos siempre.

    ResponderEliminar
  2. cuantas historias de estas se riegan por el camino...

    y de esos dolores hay quienes jamás sanarán...

    no tuve padre...jamás ha sido lamento por fortuna...

    besos!

    ResponderEliminar
  3. Gracias, Magdeli por tu comentario tan salido de tu alma. La inspiración para este cuento tiene mucho dolor verdadero, no lo dudes.

    ResponderEliminar