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domingo, 12 de abril de 2015

UN AMOR SIN DESTINO.

El aviso decía " Se arrienda dormitorio con baño a estudiante o persona sola que trabaje fuera".
A Lidia le pareció que le había caído simpática a la dueña, porque se mostró convencida de aceptarla de inmediato.
-¡ Me llamo Amelina !  Pero, dígame Meli, como lo hacen todos.
Lidia volvía del trabajo a las siete, complacida al pensar que la esperaba su dormitorio  acogedor.
A menudo, Amelina la llamaba desde el comedor para que pasara a tomar una taza de café con ella.  Le pesaba la soledad y le contaba cosas de su hijo, a quien veía muy poco.
A Lidia no le gustaba hablar de su vida, pero no supo como se encontró contándole que se había separado hacía un año.
De todos modos, la herida estaba cerrada. La rabia había sido la mejor sutura para frenar la hemorragia de su corazón. Le había quedado una fea cicatriz que a veces le ardía, todavía...
Pero ya podía hablar de ello con serenidad.
Semanas después, la dueña de la casa le avisó que llegaba un nuevo pensionista. Un joven universitario, recomendado por unos amigos.
Recién lo conoció dos días después.
Entró en bata a la cocina a prepararse un café y él pelaba una naranja, apoyado sobre el mesón.
Lidia se apresuró a cruzarse la bata sobre el pecho, pero él no pareció interesado.
-Andrés- le dijo, extendiéndole la mano.
-Lidia- respondió ella, jovial. Y eso fue todo.
Lo miró a hurtadillas cuando salía y le pareció buenmozo. Pero, no tendría mucho más de veinte años.
-Olor a leche- pensó, despectiva.
Pero con el paso de los días, se vio que la presencia de Andrés había revolucionado el departamento. Sus entradas y salidas tenían inquieta a Lidia, que se sorprendía poniendo oído atento al ruido de la mampara.
Amelina le había tomado cariño porque le recordaba a su hijo ausente. Lidia, que no había tenido hijos, trataba de convencerse que lo suyo también era ternura maternal...
Un día lo vio leyendo "El guardián en el centeno" y eso le dio la oportunidad de entablar conversación. Se apresuró a ofrecerle " Nueve cuentos" y notó que él la miraba con otros ojos.  ¡ Te diste cuenta de que después de todo no soy una vieja !  le dieron ganas de decirle con ironía, no excenta de amargura.
Ya en su dormitorio borró de su cara la sonrisa que la hacía ver más joven y notó que automáticamente quedaba al descubierto su edad. El espejo traidor  la sorprendía sin artificios y se apresuraba a revelarle su secreto mejor guardado. Su reflejo era como un agua oscura en la cual su juventud se había ahogado hacía tiempo , sin dar un grito...
Andrés se ausentó una semana. Había ido a la playa con unos compañeros de Universidad.
Al regreso, había quedado de pasar por la pieza de Lidia a buscar el libro que ella le había ofrecido.
Lo escuchó llegar y se apresuró a poner, como al descuido, sobre la mesa, unas tazas para café.  Sobre el velador, una caja de bombones desocupada a medias...
Pero, él no se presentó. Lo escuchó pasar directo a su dormitorio y cerrar la puerta con estrépito.
Al otro día, apenas la saludó en la cocina. Se veía cabizbajo y se bebió su café con la mirada perdida.
Era evidente que algo desagradable le había pasado en su viaje a la playa.
Lidia le recordó el libro de Salinger y él sonrió sin entusiasmo. Pero esa noche fue a buscarlo.
Lidia enchufó  el hervidor y lo invitó a sentarse en el sofá. Puso la taza de café entre sus manos y ella se sentó frente a él, en el borde de la cama.
 -Te veo desanimado desde que llegaste. ¿ No lo pasaste bien con tus amigos?
El no la miraba, pero de repente empezó a hablar a borbotones.
-Eramos los tres, Alicia, Pablo y yo. Siempre estudiábamos juntos. A Pablo y a mí nos gustaba molestarla y hacerla rabiar, pero lo pasábamos bien y nos reíamos mucho.
-En unas rocas, Pablo se torció el tobillo y se le empezó a hinchar de inmediato. Lo hice que pusiera su brazo al rededor de mi cuello y lo llevé casi en vilo hasta la cabaña.
-Esa noche lo pasó mal. Se quejaba mucho y varias veces me levanté a darle agua y a secarle el sudor.
-Al otro día, Alicia se fue a la playa temprano y yo me encargué de cuidarlo durante el día. - Como jugando, le di el almuerzo en la boca y me quedé toda la tarde leyéndole.
-Alicia volvió  de noche y ni siquiera pasó a saludarnos. Pero no me importó. Me sentía tan contento...Habíamos reído y bromeado y a Pablo de a poco se le había ido olvidando el dolor.
-Quise ir a desearle las buenas noches y preguntarle si quería que lo acompañara otro rato.
-Desde adentro de su dormitorio me llegaron susurros y risas contenidas. Entré sin golpear y lo vi en la cama con Alicia.
-Llegué a mi pieza aturdido. No sabía lo que hacía. Un odio terrible contra ella me apretaba el pecho. Sin saber como, me encontré llorando. Esa noche no pude dormir.
-Al otro día madrugué y me vine a Santiago. Pero no puedo olvidar la escena y el odio contra Alicia me atormenta sin cesar....
Terminó de hablar y la miró cohibido.
Lidia le sonrió con ternura. Y aunque su corazón se debatía entre el dolor y los celos, puso su mano sobre la de Andrés.
-No, Andrés, te equivocas.  Tú no la odias. Tú la amas y lo descubriste recién esa noche, al verla con Pablo...
Andrés se levantó del sillón y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se volvió a mirarla con desprecio.

-¡ Se ve que no entiendes nada!   Yo la odio porque me separó de él.


8 comentarios:

  1. Me gustó mucho este cuento y disfruté su inesperado final, aunque ya lo intuía...


    Dice María Teresa González.

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  2. En realidad, María Teresa, me sentí un poco cohibida al escribir este final. pero espero no haber ofendido ni apenado a nadie.

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  3. Yo intuia el final, pero el dolor de los celos debe de ser tremendo.
    un abrazo

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  4. Tu labor como escritora está por encima de pequeñeces retrógradas. Siempre debe prevalecer en la escritura, la imagen pre concebida en el pensamiento creativo antes que el miedo de pensar si causamos resquemores o desazones en los lectores. Nunca se debe olvidar que no escribimos lo que creemos justo o adecuado, se escribe lo que nos nace del imaginario colectivo.
    Abrazos Lilly, como siempre me gustó.

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  5. Gracias, Tati, por tu comprensión y tu apoyo.

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  6. Los finales son como la vida, impredecibles, a veces los intuyes, otras lo tienes muy claro y otros te sorprenden creo que lo importante es contar bien, de manera persuasiva que te apetezca llegar al fin y con este relato lo has conseguido.
    Saludos desde Tenerife y ha sido un placer encontrarte.

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  7. Los finales son como la vida, impredecibles, a veces los intuyes, otras lo tienes muy claro y otros te sorprenden creo que lo importante es contar bien, de manera persuasiva que te apetezca llegar al fin y con este relato lo has conseguido.
    Saludos desde Tenerife y ha sido un placer encontrarte.

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  8. hola amiga
    un cuento lleno de verdad ...es algo que está sucediendo mas que seguido
    es la vida...y a esta nadie se puede negar aunque sea algo muy diferente a lo que uno quisiera...

    un abrazo!

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