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domingo, 11 de enero de 2015

LA HABITACION DE LOS RECUERDOS.

Mariana fue a pasar unos días a la costa, en casa de su prima Rosalba.
Eran los días de Semana Santa y estaba nublado y hacía siempre frío. Una tarde llovió sobre el mar, cosa que Mariana no había visto antes.
En el segundo día supo que había otra persona alojando en la casa. Era una anciana, que Rosalba le presentó como una amiga de su mamá.
Estaba tejiendo al lado de la estufa y al ver entrar a Mariana, le sonrió amistosa.
- Por favor, dime Maúd. ¡Nada de señora!  ¡Eso me haría sentir más vieja...
Después del té, se retiró a su dormitorio, pero antes de perderse en el pasillo la invitó:
-¡Puedes visitarme cuando quieras!
Al día siguiente, al no verla en el comedor,  fue a golpear a su puerta.
-Adelante- dijo una voz jovial y Mariana entró, llena de curiosidad.
Se encontró en una habitación pequeña, con pocos muebles. Unas cortinas delgadas, color melocotón, velaban apenas la luminosidad gris de la mañana.
Maúd estaba sentada en un sillón, con las rodillas envueltas en un chal.
-¡Siéntate, Mariana, y cuéntame algo de ti!  Casi nadie tiene tiempo de conversar conmigo. Los viejos carecemos de interés...
Luego de un rato de animada charla, Mariana se paró y se acercó a una puerta que había al fondo de la pieza.
-Y esta puerta ¿ hacia donde va?
-¡Ah!- exclamó Maúd, con voz misteriosa- Esa puerta lleva a los recuerdos.
-¿Qué quiere decir?  ¿ Guarda ahí las fotografías y las cartas de su juventud?
-¡ Nada de eso!- se rió ella- Quiero decir que si entras ahí, podrás revivir el recuerdo que elijas.
Mariana la miró extrañada y la anciana agregó:
-¿ Acaso no tienes un recuerdo especial que quisieras volver a vivir?
-¡Sí!- exclamó Mariana- Hay un día que fue para mí el más feliz de mi vida. Vivía con mis padres en una casa de campo y en la tarde empezó a nevar. ¡ Nunca antes había visto la nieve!
Mientras mis papás iban a revisar los árboles frutales, temiendo que se quemaran sus brotes, yo me quedé jugando en el jardín. Decidí que la nieve sería helado para mis muñecas.
Escuchando a lo lejos la voz de mis padres me sentía tan protegida y tan feliz como no he vuelto a sentirme nunca...¡ Ese es mi recuerdo más preciado!
-Entonces ¡ entra!- dijo la anciana y tomando una llave que guardaba en su velador, abrió la puerta.
Una bocanada de aire frío golpeó la cara de Mariana y se encontró en el jardín de la casa de sus padres. Una fina capa de nieve cubría los arbustos y el aire era quieto y silencioso, como si la vida estuviera en suspenso.
-¡Quédate ahí mientras vamos a ver los limoneros!- le sugirió su mamá y se alejó del brazo de su padre.
Mariana entró a la casa a buscar sus tazas y sus platitos y sirvió una merienda para sus muñecas.  Ahí estaba la vieja Toncha, de trapo descolorido y el oso de peluche al que le faltaba una oreja...Desde el huerto le llegaban las voces de sus padres...¡Qué blancura en el paisaje!  ¡Qué tarde deliciosa! 
Empezó a nevar de nuevo y era como si leves plumas cayeran desde el cielo.
--¡Los ángeles se están peinando las alas!- exclamó Mariana y aunque tenía seis años, estuvo consciente de que ese momento maravilloso no se repetiría jamás.
Maúd la esperaba en la puerta y cuando Mariana hubo salido, volvió a cerrar con llave.
-¡ Prométeme que nunca entrarás sola!  Unicamente yo tengo la magia de controlar los recuerdos...Y no se lo cuentes a nadie. Es un secreto entre las dos.
Meses después, Mariana volvió a la casa de su prima. Ahora era Verano y el sol arrancaba destellos de oro a las olas del mar.
-Y Maúd ¿ aún está aquí?- le preguntó a Rosalba.
- No. Hace tiempo que está en la casa de su hijo, pero he dejado su dormitorio intacto, porque sé que volverá a visitarme en estos días.
Esa tarde, Rosalba salió a comprar y Mariana corrió a la habitación de Maúd.
La ventana estaba entreabierta y una suave brisa mecía las cortinas color melocotón. Aún flotaba en el aire el perfume de lavanda que usaba la anciana.
La llave estaba donde mismo.
Sin vacilar, Mariana abrió la puerta para ingresar de nuevo a su recuerdo más querido.
Pero, en lugar del aire frío, la recibió un calor pesado que marchitaba las flores del cementerio.
Se encontró llorando ante la tumba de sus padres, que habían muerto juntos en un accidente aéreo.
Ese día en que se había sentido inerme frente al mundo, huérfana del único amor verdadero que había conocido en su vida, era su recuerdo más penoso , el que siempre había luchado por expulsar de su memoria.
Salió corriendo de la habitación y no se detuvo hasta llegar al vestíbulo. Lloraba convulsivamente.
Rosalba, que entraba en ese momento, se alarmó al verla presa de semejante dolor.
-¡Mariana!  ¡ Por Dios!  ¿ Qué te pasa?
-Los recuerdos....La habitación de los recuerdos... -gemía Mariana.
- ¿ Qué dices?  ¡No te entiendo!
- Maúd me dijo que no entrara si ella no estaba... Pero no  hice caso a su advertencia.
-A ver, Mariana. Cálmate primero y después explícame  de qué hablas. No sé a qué habitación te refieres.
Mariana la tomó de la mano y la llevó al dormitorio de Maúd.
-¡ Es esta puerta!  No me explico cómo no sabes...
-Pero, si esta puerta no lleva a ninguna habitación. ¡ Mira!
Y la abrió sin dificultad.
Se encontraron en el jardín trasero de la casa. Brillaba el sol sobre las matas de hortensias y un pájaro cantaba, posado sobre la tapia .  Desde lejos, les llegaba el rumor de las olas.
-¿ No ves, tontita, que aquí no hay nada?  Fue cosa de tu imaginación...


3 comentarios:

  1. UYYYY POBRE LA CURIOSIDAD MATO EL GATO
    UN ABRAZO

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  2. Tu relato bucea en la memoria..la sin tiempo...la indestructible
    que por más que queramos desalojar sobretodo las cosas negativas estas siempre nos gatillan dentro y afloran...
    una manera muy especial de vernos a nosotros mismos...
    cosa que a muchos les espanta...

    bsss

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