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viernes, 23 de enero de 2015

AMOR DE MEDIA TARDE.

Betty había conocido en el barrio a un tipo de lo más atrayente.
Alto y flaco, con canas en las sienes y profundas arrugas en la frente, como si lo atormentara una secreta angustia existencial.
Ella andaba paseando a su perrito y él le preguntó qué alimento le daba para que tuviera el pelaje tan brillante.
Pero, como la miraba más a ella que al perro, Betty adivinó que era sólo un pretexto para entablar conversación.
Caminaron conversando animadamente, mientras las hojas del otoño crujían románticamente bajo sus pies.
De pronto, empezó a caer una inoportuna llovizna y Betty temió que su barco naufragara antes de echarse a la mar. Pero él,  que al parecer era un avezado marino, no perdió el tiempo  y la invitó para el día siguiente " a tomar el té en la confitería".
Así dijo: " Tomar el té en al confitería"  y Betty lo halló algo cursi y pasado de moda, pero como le gustaba, prefirió pensar que era distinguido.
 -Eso sí, yo le aclaro- le dijo poniendo su mejor cara de mujer respetable- No salgo con hombres casados.
Era más que todo para chequear su estado civil, que hasta ese minuto permanecía en la incógnita.
- Soy viudo- respondió él, melancólicamente y fijó su mirada en la punta de sus zapatos, como si ahí estuviera escrito el epitafio de la difunta.
Betty suspiró con alivio.
Y así fue como empezaron a salir y tomaron por turno té, café, jugos y todos los líquidos disponibles en el barrio. Excepto los alcohólicos, porque siempre sus citas eran a media tarde.
Apenas empezaba a oscurecer, el viudo miraba la hora y decía que ya era tarde, que hacía frío y que era mejor que partieran porque no quería que Betty se fuera a resfriar.
En vano ella le aseguraba que su  salud  era espléndida...El canoso atormentado por la existencia llamaba al mozo y pedía la cuenta inexorablemente.
A pesar de eso, le gustaba cada día más. Y por las noches, antes de quedarse dormida, se abrazaba a la almohada y sonreía en la oscuridad, presa de deliciosos pensamientos que la hacían sonrojar...
Una tarde de lluvia, cuando estaba en la peluquería recomponiendo su melena, vio pasar, a través de la vidriera empañada al objeto de sus angustias.
Iba inclinado bajo el paraguas, con aire de introspección. Como siempre, la punta de sus zapatos parecía entregarle todas las respuestas que su espíritu requería.
Betty dio un respingo al mismo tiempo que la peluquera decía:
-¡ Ahí va el marido de la señora Julieta!  ¡ Tan regio que lo han de ver!
-¿Cual señora Julieta?- balbuceó Betty, sintiendo que se le helaba el corazón.
-Una señora alta, que pasea a un pequinés por esta cuadra. Usted tiene que haberla visto.
Sí. ¡ Claro que la había visto! Con el pelo teñido color azabache y recogido en un moño apretado, más de alguna vez le había recordado a la bruja de Hansel y Gretel...
¡Y era la esposa del viudo!
Betty quedó abismada al comprobar una vez más el cinismo de los hombres.
Ahora resultaba que todo ese tiempo ella se había estado comiendo a escondidas la casita de chocolate de las bruja...
 ¡ Con razón él buscaba siempre la mesa más al fondo en el salón de té!  No fuera cosa que desde la entrada los olfateara el perrito pequinés...Y también quedaban explicadas las despedidas demasiado temprano  pretextando una tierna preocupación por la salud de Betty.
El quebranto emocional agregado a la lluvia que la mojó inclemente a la salida de la peluquería,  hicieron que se sintiera enferma. Y al otro día amaneció con un romadizo llorado.
Aunque tenía que reconocer que la mayoría de las lágrimas no eran producto del virus...
Pasó tres días en cama, sin contestar el teléfono.
Al tercer día se sintió aliviada y dispuesta a dar vuelta  la hoja de su libro de cuentos.
 Ya no sería más Gretel, comiéndose el chocolate ajeno.  Ahora sería " La Reina de las nieves". Y cuando volviera a toparse  con el seudo viudo, le clavaría una astilla de hielo en mitad del corazón.


3 comentarios:

  1. La mejor astilla de hiielo, para clavarle en el corazón de ese "mentiroso viudo" .Es ignorarlo, como si no hubiese existido nunca.
    Buen Relato.

    manolo

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  2. como siempre, en muchos casos...
    los hombres mienten para hacer creer en el amor..y como siempre
    la mentira cae por su propio peso...

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