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domingo, 13 de abril de 2014

EL FANTASMA QUE LLORABA.

Una tarde, a la vuelta del trabajo, Diego vio que en el jardín de un edificio se realizaba una venta de garaje.
Se detuvo curioso y luego se puso a examinar con cierto desgano las lámparas de pantallas ajadas, los libros amarillentos y algunos muebles con sospechosas huellas de termitas...
 Nada le interesó y habría seguido su camino si no hubiera sido que entre todos esos cachivaches se movía una linda rubia agitando con gracia un plumerito que parecía de juguete.
Se dio cuenta de que ella era la propietaria de aquellas cosas y resolvió mirarlas con más detenimiento.  Aunque era obvio que miraba más a la niña que a las antiguallas en exhibición.
Para entablar conversación le preguntó el precio de una silla mecedora. Tenía el terciopelo apolillado, pero era de líneas elegante y a todas luces, una genuina antigüedad.
Ella le contó que todos esas cosas habían pertenecido a su abuelita, quién a su vez las había heredado de sus padres.
Después de un corto regateo, tomó la silla y siguió su camino. Era tan liviana que no le costó llegar con ella hasta su cercano apartamento.
La puso cerca de su sillón favorito y no pensó más en ella.
A media noche, cuando estaba leyendo, ya medio soñoliento, escuchó un rumor que venía de la silla. Alzó la vista y vio que se mecía suavemente, con un ligero rechinar.
Pensó en una corriente de viento o un temblor, pero sólo era la silla la que se movía.
Paralizado de asombro, notó que una figura humana se materializaba de a poco y que era ella la que se hamacaba suavemente en la silla.
Pronto adquirió las formas de una joven  que llevándose una mano al pecho, lloraba sin consuelo.
La visión se prolongó durante casi un minuto y luego se desvaneció.
 Diego pensó que lo había soñado. ¡No estaba él para creer en fantasmas en pleno siglo veintiuno!
Pero varias noches después, cuando se encontraba bien despierto escribiendo en su computador, un leve crujido de la silla lo hizo apartar la vista del teclado, mientras sentía que se le erizaba el pelo de la nuca.
Ahí estaba de nuevo la joven, llorando con una mano sobre su corazón.
La visión duró casi dos minutos. Esta vez el fantasma miró a Diego a los ojos y pareció preguntarle algo o suplicarle alguna cosa.
Luego desapareció.
Diego se desveló y en lugar de asustarse, empezó a enojarse con la dueña de la silla. ¡La iría a devolver!  No estaba dispuesto a hacerse cargo de un fantasma así como así...¡Que se fuera a penar a otra parte!
Al día siguiente tocó el timbre en el edificio donde se había realizado la venta. Sin dificultades, el concerje le informó que la rubia se llamaba Paulina y que en esos instantes se hallaba en su departamento.
Fue a buscar la silla y cargado con ella, tocó el timbre.
-¡Vengo a devolverle esto!- le dijo fingiendo más molestia de la que sentía en realidad. Era imposible no deleitarse al mirarla...
-¿Por qué?  ¿Qué pasa?
-Pasa que esta silla viene con un fantasma agregado y eso no fue lo que usted me dijo.
Ella se puso pálida, luego roja y después pálida otra vez. Su confusión demostraba que no sabía nada al respecto. Y Diego la halló tan seductora que su enojo se disipó como por encanto.
 Paulina lo hizo pasar y Diego le contó todo, describiéndole al fantasma con minuciosidad.
- ¿No será su abuelita?
-No, no se parece en nada a ella. Pero tiene que ser alguien de la familia...
Corrió a buscar uno viejo álbum de fotografías, todas amarillentas y con los bordes resquebrajados.
Recorrieron las páginas con pocas esperanzas. De pronto Diego señaló una foto, y aseguró que en ella aparecía el fantasma.
-¡Mi tía abuela Fanny!- exclamó Paulina- ¡Debí haberlo adivinado!
Y le contó la historia de aquella tía, que había muerto joven, llorando por un perdido amor.
-Se enamoró de un inglés que prometió volver a Chile a casarse con ella.
Al principio, él le había escrito asiduamente. Las cartas en ese tiempo venían por barco y se demoraban mucho en llegar. Ella se lo pasaba sentada en la mecedora, junto a la ventana, esperando la venida del cartero.
De pronto las cartas dejaron de llegar y ella creyó que su novio la había olvidado. Lloraba durante horas, con los ojos fijos en la reja del jardín. Imaginaba que él no le escribía, porque se había embarcado para venir a verla.... Pero nunca llegó y ella se murió de pena, creyendo que había dejado de amarla. En ese tiempo todavía la gente se moría de amor. Un mes después de su entierro, llegó la carta esperada...
-Nadie se atrevió a abrirla. ¡Mira!  ¡Aquí está!-dijo Paulina y de entre las páginas del álbum de fotografías, sacó un sobre amarillento.
-¡Te das cuenta, Paulina?- exclamó Diego-¡Eso es lo que ella me pide!  ¡Quiere saber lo que dice la carta!  Sólo así podrá quedar tranquila....
A la noche siguiente, Paulina fue al departamento de Diego, llevando la carta.
Conversaron durante horas y ya perdían la esperanza de que el fantasma se presentara, cuando un leve crujido de la silla les anunció su presencia.
Rápidamente, Diego rasgó el sobre y empezó a leer.
   Era una carta muy breve, escrita con mano insegura. En ella le decía que estaba muy enfermo, que lo único que quería era mejorarse para correr a buscarla. Pero, si no lo lograba, quería que ella supiera que la amaba con todas las fuerzas de su corazón.
Cuando terminó de leer, el fantasma de la joven había dejado de llorar y una dulce sonrisa de conformidad flotaba sobre sus labios. Alzó una mano en señal de adiós y desapareció.
Nunca volvieron a verla.
Un año después, Paulina y Diego se casaron.
Cuando sus amigos visitaban su departamento, se extrañaban de ver en medio de sus flamantes muebles modernos, una silla mecedora de tapiz raído. Pero cuando les preguntaban su origen, ambos sonreían misteriosos y no decían nada.


5 comentarios:

  1. Hola mi querida Lilly.
    Ni nos imaginamos que información nos puede llegar del más allá, muchas veces ni creemos en el otro lado.
    Te deseo un buen Domingo de Ramos y mejor Semana Santa.
    Perdón, por no poder visitarte tan seguido como antes, he tenido unos días muy irregulares y ajetreados, dejo un poema pero no actualizó.
    Paso a saludar y despedirme, me ausento por un tiempo, te visitaré a mi regreso, sepas que no te olvido.
    Un abrazo
    Ambar

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  2. uyyyy que bonito, pero el susto de DIEGO tambien
    BESOS

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  3. No sé si existen los fantasmas o tal vez, solo sean imágenes creadas por nuestra imaginación. En todo caso, creo que es posible que parte de nuestra esencia quede buscando explicaciones que nunca tuvo en vida. Es posible querida Lily..Como acostumbras, un relato completo y perfecto.

    De nuestro Valparaíso,¡qué decirte!,,,,Sé que volverán y retornarán a sus cerros y a sus escaleras infinitas. Somos un pueblo acostumbrado a los reveces naturales y ellos renacerán, A nosotros sus hermanos,solo nos queda ayudarlos para que se vuelvan a levantar.
    Un abrazo querida Lily.

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  4. ¡Hola, Lillian! Me pasé a leer un poco y me gustó este cuento.
    Tiene momentos simpáticos y también otros románticos que hacen grata su lectura. Cobra especial emoción el saber el contenido de la carta, naturalmente.
    Y bueno, si hubiera un más allá, parece que también hay fronteras para los fantasmas y que no es fácil estar con el ser querido... al menos con las reglas de tu cuento.
    Un abrazo y buen día.

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  5. hola querida amiga
    tiempo sin verte y es un gusto enrome
    me encantó este escrito
    me recordé que hace tiempo muy atrás leí o escuche en la tv un caso de esos
    en donde la gente compraba muebles de uso antiguo
    y a veces con ellos entraban las energías de sus antiguos dueños
    que no siempre eran amigables y ocurrió que los iban a devolver...
    y ahí terminaban los pesares ...
    *********************************
    y este es muy singular, por suerte tuvo la sapiencia del hombre
    en detectar el problema y solucionarlo y de paso
    le arregló la vida...
    muy bien!

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